martes, julio 19, 2016

Valls abucheado, Francia dividida

La imagen es dura y revela que el terror, como una efectiva cuña, ha logrado que una fractura se instale en la sociedad francesa. Niza, sol radiante, miles de personas homenajean en silencio a los más de ochenta asesinados por el conductor del camión que los arrolló. El Primer Ministro Manuel Valls se cuadra en el homenaje a las víctimas. Y entonces, en medio del silencio, se empiezan a oír pitos, abucheos y gritos contra su persona. No parece que, ni mucho menos, sea la mayoría de los asistentes los que así actúen, pero en medio del vacío cualquier sonido retumba. Y en un acto solemne como ese, aún más.

La sucesión de atentados islamistas en suelo francés, que ya se llevan cobrados más de doscientas víctimas en año y medio, empiezan a ser demasiado para una sociedad que ya no recuerda el fenómeno terrorista. París lo vivió con intensidad durante los años argelinos, que empiezan a ser poco más de un recuerdo para muchas generaciones. ETA era, para los franceses, un nombre asociado a su pobre vecino del sur y, durante años, un grupo al que se le tenía la suficiente estima como para proteger, aunque sus actos fuesen puro terrorismo. El islamismo, por su compleja estructura y, sobre todo, por la dimensión devastadora de sus acciones, ha logrado en un muy corto periodo de tiempo soliviantar a los franceses y meterles el miedo en el cuerpo de una manera que muchos no recuerdan. La sensación de que es imposible parar la ola de atentados crece en amplias capas de la población, que no dejan de reclamar una solución a su gobierno. Y el gobierno francés sabe, como cualquier otro, que es imposible garantizar la seguridad absoluta ante una amenaza tan difusa, compleja y difícil de abordar. Hace bien Valls en recalcar a su sociedad que la seguridad absoluta no existe, que los cuerpos de seguridad del estado trabajan sin descanso para evitar amenazas y que son muchos los complots frustrados y los terroristas detenidos. Pero él sabe muy bien que de nada sirven diez, o cien tramas terroristas frustradas si la ciento uno logra éxito. En esta materia, usando un símil deportivo (de los que no me gustan) puedes evitar que te metan muchos goles, pero basta que entre uno para que pierdas el partido. A este factor, que está presente en todas las naciones que se enfrentan a este terrorismo (la nuestra también, no duden de que aquí lo volverán a intentar) Francia suma un problema político interno. De aquí a final de año la derecha gala debe escoger su candidato a las elecciones presidenciales, que tendrán lugar en mayo de 2017, dentro de muy poco tiempo. Con un Hollande sumido en el fondo del pozo de la popularidad, con un apoyo que las últimas encuestas no llevan más allá del 12%, Sarkozy aspira a volver a liderar a la derecha conservadora, enmarcada ahora en una formación denominada “los republicanos” que ha sido acusada de instrumentalizar el concepto de república para apropiárselo. Pero en esa carrera para la elección de la derecha no estará sólo el marido de Carla Bruny, otros aspirantes como Alain Juppe, actual alcalde de Burdeos, le disputarán la nominación. Y más a la derecha aún, con la mayor expectativa de voto actual en las encuestas, se encuentra Marine Le Pen. Niza es, de hecho, un municipio cuyo alcalde pertenece al Frente Nacional. En este enrarecido y competitivo clima político la tan necesaria unidad frente al terror se resiente, y desde ayer, se puede dar por rota. Cada candidato promete a su electorado más mano dura y seguridad, y que bajo su gobierno no se volverán a repetir ataques de este tipo. Y en el fondo cada candidato sabe muy bien que miente al prometer algo que, como en este caso, es completamente imposible de cumplir, por mucho que uno se esfuerce.

Francia debiera aprender de España en este sentido. Durante muchos años el terrorismo etarra fue baza política que enfrentó a izquierda y derecha, y en ese caldo de cultivo se fortaleció la serpiente terrorista. Sólo la unidad de los demócratas permitió empezar a recortar espacios y, finalmente, acabar con esa lacra. Frente al terrorismo islamista el 11M fue un ejemplo ante el mundo de cómo no gestionar una tragedia y del riesgo de su instrumentalización política. Creo que todos hemos aprendido de aquellos malditos días, los más infames que recuerdo. Eso espero, sobre todo porque, como en Francia, por muchas intentonas que frustremos, los islamistas seguirán intentando y, es lo más seguro, volverán a atentar contra nosotros. Ojalá Francia recupere su unidad. Sin ella es mucho más débil y vulnerable.

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