Me asombra…. No, asombrar no es
el verbo correcto. Me asusta la frivolidad con la que se trata la hipótesis de
unas terceras elecciones, cuando aún no han pasado ni tres semanas desde las
anteriores. Me intranquiliza profundamente el supuesto sentido de estado que
exhiben los líderes políticos, todos ellos, que su parte de responsabilidad
poseen, a la hora de no llegar a acuerdos de ningún tipo y que ese escenario,
esa nueva consulta, a la que se estima ya una fecha, el 27 de noviembre, se
contemple como una posibilidad real, como una alternativa de trabajo.
Si la repetición de las
elecciones ya fue, como les comenté, la asunción de un fracaso colectivo, por
el que nadie ha pedido disculpas, el escenario que empezamos a contemplar
supone una vuelta a las andadas de esa irresponsabilidad política, que es la
que nos ha llevado a esta situación de desamparo. Tras
los contactos de estos días, Rajoy anunció ayer su intención de presentarse a
la investidura, pero dejó claro que sólo lo hará si tiene opciones reales para
ser elegido. Estima un calendario de primer debate con inicio el 2 de
agosto, primera votación el 3 y segunda el 5. Pero también insinuó que si
constata que no ve posible que pueda ser elegido en ese proceso de votaciones,
tomaría un tiempo de reflexión, que es una manera muy “rajoyca” de decir que,
como la vez pasada, puede optar por directamente no presentarse y pasar a otros
el marrón. Distintos escaños para cada formación política que tras los comicios
de diciembre, igual panorama de ingobernabilidad y, sobre todo, misma
inutilidad en la dirigencia política. La situación del país funciona gracias a
una inercia basada en el turismo, desatado, y las actuaciones del BCE, que
mantienen nuestra deuda a tipos aplastados, pero la situación de interinidad
del gobierno no puede prolongarse más. Los presupuestos del año pasado ya son
papel mojado e incumplido, el déficit público no deja de crecer, la financiación
autonómica amenaza colapso, por no hablar del sistema de pensiones. No es
posible aprobar ninguna ley o reforma digna de tal nombre al no existir gobierno
constituido y con plenos poderes, y desde Bruselas se apremia cada vez más para
tomar medidas correctoras que, ante la ausencia de dirigencia, se convierten en
meras sugerencias, que son respondidas por el Ministerio de Economía en
funciones en forma de carta anticipada a los Reyes Magos sin valor alguno, dado
que ninguna de las propuestas con las que el equipo de Guindos pretende evitar
la imposición de una multa a España se puede llevar a cabo sin que un gobierno de
verdad las apruebe en el Parlamento. Nuestra posición exterior, habitualmente
ninguneada e irrelevante, es ahora directamente inexistente, con un Rey que no
puede hacer viajes oficiales al no ser respaldado por gobierno alguno, y en la
calle, que vive cada vez más de espaldas a lo que sucede en las alturas, la
frustración está siendo sustituida poco a poco por el hartazgo, el simple
hartazgo al ver cómo quienes se postulan para dirigirnos no son capaces de
llegar a un pacto de mínimos para sacar adelante un presupuesto, unas reformas
básicas y, sobre todo, una sensación que nos permita pensar que las instituciones
sirven para algo. Empieza a cundir la idea de que sin gobierno se vive mejor. Y
eso es nefasto.
En un contexto internacional
convulso, con el Brexit europeo sobre la mesa y una catarata de elecciones en
la UE que, a partir del otoño, y durante 2017, pueden cambiar notablemente el
panorama político, España se presenta como una nación irresponsable, dejada,
incapaz no sólo de asumir sus compromisos exteriores, sino sobre todo sus
obligaciones consigo misma y sus ciudadanos. PP, PSOE y Ciudadanos debieran ser
encerrados en una habitación y, como en los clásicos cónclaves vaticanos, sin
comida, y con el calor de Julio, ser mantenidos ahí hasta que pasen bajo la
puerta un acuerdo firmado por ellos, de mínimos, que permita arrancar de una
vez por todas y salir de esta absurda situación. Y debieran encerrarles desde
hoy. No hacemos más que perder un tiempo que no tenemos. Esto es vergonzoso.
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