Hace unos días les comentaba el lanzamiento de la misión china a la Luna con el objetivo de aterrizar, extraer muestras y traerlas de vuelta a la Tierra. Una misión completamente robotizada, con cuatro módulos finales destinados cada uno de ellos a las fases más cruciales de la operación y un botín, por así llamarlo, que se cuantificaba en unos dos kilos de rocas y regolito, ese polvo fino y algo abrasivo que cubra gran parte del satélite. Cada uno de los pasos de la misión se ha ido produciendo de manera precisa y conforme a los plazos previstos, y en la tarde noche del miércoles 16, hora española, la cápsula que contenía esos fragmentos aterrizo en suelo del gigante asiático, por lo que el éxito de la misión ha sido total.
Además de exitosa, la proeza técnica que ha mostrado el conjunto del programa espacial chino es enorme. Se trataba de una misión muy difícil, en la que había varios acoplamientos que debían efectuarse sin posibilidad de error para poder seguir el resto de pasos, y así ha sido. Que se sepa no se han vivido momentos de riesgo o incertidumbre que hayan puesto todo el proceso a punto de irse a la porra, y la llegada de la carga esperada es la culminación de una misión que, por su dimensión y ambición, supone la consagración del programa espacial chino, que en cuestiones robóticas ya es, con diferencia, el segundo del mundo, tras el de EEUU, pero recortando distancias de manera apresurada. Ha superado plenamente los desarrollos que tiene la ESA europea y a partir de ahora los límites se los pondrán ellos mismos. China se ha convertido en la tercera nación en la historia en conseguir muestras lunares, tras los EEUU y al antigua URSS, pero en volumen supera por mucho a lo que consiguió extraer la sonda soviética que lo logró. China es la segunda nación que planta su bandera fuera de la Tierra, y que ahora está allí, no ondeando porque no hay viento, pero haciendo “sombra” a las norteamericanas, que hasta ahora eran las veían en solitario la infinita quietud lunar. Como mensaje al mundo del progreso de la ingeniería y la ciencia, la carrera espacial siempre ha sido uno de los altavoces que más alto suenan y mejor proclaman los avances logrados, y resulta evidente que China ha lanzado un mensaje contundente al mundo. Ya tenemos tecnología propia para intentar hacer con y sobre la luna lo que deseemos. A lo largo de misiones pasadas, y de la presente, China ha conseguido tocar suelo lunar con pequeños rovers, de un tamaño y capacidad limitados, pero que logran moverse y comunicarse, ha puesto en órbita satélites, que le han permitido mantener el contacto con todas sus misiones, esta última incluida, independientemente de las alineaciones Tierra Luna, y finalmente han conseguido el más difícil todavía, el aterrizaje y el regreso. Por lo que puede leer, China confiaba en el éxito de su misión, pero, consciente de los riesgos y problemas que podían surgir, fabricó dos misiones gemelas, de tal manera que si algo fallaba en la primera que se lanzaba, y se perdía, se podía volver a intentar en un plazo muy breve. Como muestra de la capacidad de gasto del programa chino y su ambición pocos ejemplos son más clarividentes. Finalmente, esa misión de reserva no será necesario utilizarla si lo que se buscaba era el éxito de la prueba, dado que se ha conseguido. A buen seguro le darán algún uso, pero desde luego estos días todos los que han trabajado en el desarrollo del programa espacial de aquel país y en las industrias auxiliares que lo han construido tienen grandes motivos para sentirse orgullosos y satisfechos, y a buen seguro lo celebrarán. Quizás manteniendo las distancias de seguridad, o no, dada la aparente nula incidencia del coronavirus en aquella nación, pero es seguro que los jerarcas de la dictadura estarán más que satisfechos y, la verdad, no les voy a engañar, pueden estarlo. Lo que han logrado es una proeza.
La pregunta obvia que mucha gente se hace es ¿para cuándo una misión tripulada a la Luna? Por coste, dimensión del lanzamiento, necesidad de soporte vital y riesgo, el viaje humano a la luna está en una dimensión mucho más allá de lo que hemos visto estos días, pero no tengo duda alguna de que todo esto son ensayos muy grandes de cara a una primera misión tripulada china al satélite, quizás primero con intenciones de orbitación, previas al alunizaje, replicando nuevamente la arquitectura de las misiones Apollo, o de alguna otra forma, pero es seguro que Beijing intentará algo así, y creo que será en esta década, y quizás más cerca de su inicio que de su final. Y no será política e históricamente lo mismo si, tras Eugene Cernan, el último humano que pisó la Luna en 1972, el siguiente que lo haya hay nacido en, pongamos, Wuhan ¿verdad?
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