Ayer el sindicato de actores anunció que se une a la huelga que mantienen los guionistas desde hace ya varias semanas, con lo que la paralización de la industria el entretenimiento en Hollywood va camino de ser total. Los guionistas ya han conseguido que los programas de entretenimiento nocturnos tengan que recurrir a vivir de emisiones grabadas, pero las producciones de películas y series se mantenían gracias a trabajos de guion que llevaban ya tiempo consolidados. Ahora todo el sistema de producción y grabación se va a parar, por lo que las consecuencias económicas serán mucho mayores. También en el entretenimiento.
Las causas que aducen los huelguistas tienen que ver con las clásicas reivindicaciones salariales y con aspectos más complejos y modernos, como el papel de la IA en el mundo del espectáculo, donde el recurso a programas de este tipo para desarrollar tramas o crear personajes virtuales es, directamente, una manera de suplir a los efectivos humanos, hasta ahora imposibles de reemplazar. Todo esto coincide con un año en el que las recaudaciones de muchas de las producciones esperadas como exitosas están siendo decepcionantes, siendo muy generosos. Títulos como Flash o Indiana Jones se han estrellado en taquilla, y otras producciones como Elementos, la última de Pixar, que se estrena hoy en España, han sido de las que menos caja han hecho para la mítica productora de animación. Factores políticos propios de esta absurda época en la que vivimos han contribuido a que la última de Pixar se estrelle. También el papel de las plataformas ha cambiado notablemente el ecosistema, y en el caso de Pixar eso es un factor obvio. Las últimas producciones del estudio se estrenaron directamente en la plataforma de la casa, Disney+, por lo que quizás muchas familias, el objetivo de público principal de la casa, se han empezado a acostumbrar a ver el estreno juntas en casa, no en la sala, lo que supone un gran ahorro en transporte, palomitas y demás costes asociados habitualmente a una visita al cine. El coste de pagar la suscripción a la plataforma seguirá siendo el mismo, se vea el estreno allí o en la sala de cine, y el llevar la comodidad de lo novedoso al salón, inevitablemente, retrae gente de las salas. El mercado chino, otra de las grandes fuentes de ingresos en la vida comercial de las películas, está flojeando desde hace más de un año, otra evidencia de que la economía china no avanza como debiera. Uniendo todas estas cosas el panorama financiero de Hollywood de este año pinta bastante más que gris. Cada uno de estos estrenos que no han funcionado han supuesto cientos de millones de euros de inversión para unos estudios que saben que algunas de sus producciones funcionarán y otras no, es la vida habitual de estos productos, pero que no pueden aguantar rachas muy largas de fracasos antes de empezar a hacer recortes. Otro factor, no menor, del que no se habla mucho, es que las galas de los Oscar, que llevan años retrocediendo en audiencia, han dado sus premios en las últimas ediciones a títulos que han generado unas recaudaciones en taquilla realmente bajas. Coda o Todo a la vez en todas partes, por poner los dos últimos, son películas pequeñas en presupuesto, financieramente irrelevantes y que han dado poco más que los costes que supusieron, por lo que no han representado nada en el mundo económico del sector. El año pasado fue Tom Cruise con Top Gun 2 el que logró que las cuentas de la industria se maquillasen, porque fue un título que funcionó muy bien, apelando al espectáculo y a la ya típica nostalgia. Esta semana llega aquí otra edición de Misión Imposible, cada vez más espectacular, que tiene el reto no ya de que el actor sobreviva a los excesos que se impone, sino tratar de hacer un ingreso suficiente para que sea rentable y el estudio no sufra.
La semana que viene se estrenan mundialmente dos producciones enormes, con la intención de comerse el verano y hacer taquilla a lo loco. Y son dos películas muy diferentes. Por un lado, Barbie, la recreación de la vida de la muñeca de Mattel, un proyecto tachado de absurdo desde un principio pero que lleva tiempo creciendo en expectación y ganas. Por otro lado Oppenhemier, de Christopher Nolan, sobre la vida del científico que lideró el proyecto Manhattan que dio lugar a la bomba atómica norteamericana. Nada en común entre ambos títulos excepto sus presupuestos, en cifras de varios cientos de millones de euros, y la necesidad de que recauden al menos dos o tres veces sus costes para que tengan sentido empresarial. ¿Lo lograrán?
No hay comentarios:
Publicar un comentario