En la fase final de su mandato, cuando quedan apenas ocho semanas para que Trump jure frente al Capitolio, Biden ha decidido traicionarse a sí mismo e incumplir una de las promesas que lleva jurando y perjurando desde que llegó a la Casa blanca. Antes ya de ese momento, los líos judiciales de su hijo Hunter eran numerosos, y en ellos se mezclaban drogas y blanqueo de dinero junto a otro tipo de delitos. Al llegar al poder Biden dejó claro que la justicia era igual para todos y que, si se producían condenas en los procesos de su hijo, él las cumpliría, y en ningún caso utilizaría las prerrogativas presidenciales para librarle de la pena. Lo ha repetido decenas de veces, abroncando incluso a los que le insistían con el tema. No, no y no.
Hasta ayer. La Casa blanca emitió un comunicado en el que se anunciaba que Biden padre había reflexionado el fin de semana y cambiado de opinión, e iba a otorgar un indulto amplio a su hijo, que en la práctica le exonera de todas las penas que ya posee y de las que puedan llegar en los procesos que aún tiene abiertos. De un día para otro Biden traicionó su reiterada palabra y dejó colgados a todos aquellos que, a lo largo de estos años de presidencia, han respaldado el discurso oficial de que no se ejercería el nepotismo. Pues dicho y hecho, indulto concedido, palabra pisoteada y desvergüenza manifiesta. La portavoz de la Casa blanca, de la que ustedes pueden encontrar decenas de respuestas con un rotundo NO ante la posibilidad preguntada de ese indulto, justificaba ayer con la misma naturalidad la decisión que echa por tierra toda la credibilidad que ella y su jefe puedan tener. Dado que queda ese corto lapso de tiempo para que el poder de Biden desaparezca y, por tanto, esa portavoz pierda su empleo, ¿por qué no ha tenido ella arrestos para dimitir y negarse a hacer un ridículo tan humillante? Sí, los gastos navideños son caros y las facturas no se pueden aplazar mucho, pero la honra, por poca que sea, vale más. Pues nada, honra perdida. Con su indigna decisión Biden ha hecho un Sánchez en toda la regla, ha violado algo que se autoimpuso y que era un gesto no sólo político, sino sobre todo moral, un mensaje al conjunto de la ciudadanía norteamericana sobre la igualdad de la justicia para todos, sobre el hecho de que el poder no se salta las reglas que a los demás sí les someten. Cada vez que Biden decía que no indultaría a su hijo apuntalaba la legitimidad de un sistema de reglas y leyes en su nación, y acrecentaba la fe en quienes más necesitan que ese sistema funcione, que no son los poderosos, sino todo lo contrario, los humildes, las clases medias y bajas, que no pueden pagar sobornos, caros despachos de abogados ni perder parte de su vida en procedimientos judiciales eternos y muy caros. Todo norteamericano, y español, claro, tiene la sensación de que cuanto más dinero y poder tienes menos problemas tendrás con las togas, y que la ley será mucho más laxa contigo. Negarse a amnistiar a los condenados del procés o indultar al hijo del presidente eran ideas fuerza que recalcaban que la justicia puede perseguir también a los políticos, que ellos no son inmunes por sus actos, como no lo es nadie, cuando estos incurren en delito. Traiciones como la efectuada por Sánchez o Biden son desoladoras, hacen un daño enorme, no sólo por la pura injusticia que suponen, sino por el destrozo de esa credibilidad social ante la justicia, las normas, las leyes, que es la base de la convivencia de las sociedades modernas. El imperio de la ley y del estado de derecho es la garantía de que los más fuertes no imponen su norma a los más débiles, de que de la jungla hobbesiana pasamos a un marco de relaciones regladas. Lo que ha hecho Biden es un enorme error, que mancha su presidencia y que es totalmente indefendible por quienes tenemos un cierto respeto al estado de derecho y creemos en la norma. Ha sido una traición a todo lo que ha defendido en estos años.
Y claro, una vez que Biden ha hecho esto, ¿qué impide que Trump haga algo similar? No se ha cortado nada el magnate en afirmar que en su ánimo está que los condenados por el golpe de estado del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 sean libres. Si lo hace, si les indulta, consumará su traición a la democracia, y dejará libres a una banda de golpistas a los que él alentó en su ánimo dictatorial. Se me argumentará que son casos muy distintos, desproporcionados uno frente al otro, y es cierto, pero también lo es que la justicia y sus normas están para regular las violaciones de la ley, sean estas menores o mayores. Con su decisión, Biden legitima a Trump para que haga cosas similares. Es una desgracia absoluta.
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