No era mi idea la de acabar el año comentando malas noticias, pero la actualidad manda, y este fin de semana se ha vuelto a centrar en Alemania. Si 2024 ha sido un año para olvidar en varios lugares, uno de ellos es Germania, que lleva un tiempo atravesando un serio bache. Este ha sido el año del total estancamiento económico, el de la declaración de emergencia competitiva por parte de muchos de sus sectores y el primero, desde que se creo la empresa, en el que Volkswagen anuncia el cierre de una planta en suelo nacional, algo traumático para una nación en la que la industria es tan determinante y genera ingresos ingentes, con marcas globales. Toda esa estructura económica se encuentra en crisis.
El viernes noche, en Magdeburgo, localidad del este del país, un descerebrado arremetió con un BMW cargado a toda velocidad contra la multitud congregada en uno de los típicos mercadillos navideños que tanta fama tienen en el norte de Europa. El balance de víctimas aún es provisional, pero se sitúa en los cinco fallecidos y cerca de dos centenares de heridos de diversa graduación, desde los leves hasta los casi terminales. El modus operandi de la acción es plenamente islamista, por lo que la posibilidad de estar ante un atentado de ese tipo se abrió paso a las pocas horas, a pesar de la escasa información conocida. Al saberse que el autor era un médico saudí de cincuenta años, que llevaba ya varios residiendo en Alemania, el origen yihadista del acto se vio reafirmado. El atacante pudo ser detenido, y eso hacía suponer que en breve se sabrían perfectamente los detalles de la acción y si había contado con ayuda de algún tipo a la hora de llevar a cabo su ataque, pero lo que vino después ha generado una enorme confusión y puesto patas arriba la mayor parte de hipótesis. Resulta que el atacante es islamófobo, huyó de Arabia Saudí para escapar de la teocracia suní que reina en esa nación, adjura del islam y en muchos de los escritos que se le han encontrado resulta que era más bien partidario de las tesis de AfD, la formación de extrema derecha germana. De hecho criticaba con fuerza las posiciones del gobierno socialdemócrata de Scholtz, al que acusaba de no perseguir el integrismo y de colaborar para que el islam se asentase en Alemania. Un perfil anómalo por completo, que ha dejado a todo el mundo asombrado. Y aún así, el personaje realiza un acto terrorista vil y despiadado, con la forma y sello de cualquier acción que hubiera sido alabada por el DAESH u otras organizaciones integristas. ¿Ustedes lo entienden? Yo no, y creo que casi nadie. A lo largo del fin de semana se ha sabido que las autoridades saudíes habían alertado alguna vez a la inteligencia alemana del proceso de radicalización que había sufrido este sujeto, por el contenido de los mensajes que colgaba, radicalización a la inversa si se quiere, pero con aires de violencia explícita y amenazas, y pese a ello no consta que la policía alemana hubiera hecho mucho para tenerlo controlado. Esto ha desatado una nueva tormenta política en el país, con un gobierno ya en retirada, a dos meses de las elecciones, y con el tema de la inmigración nuevamente puesto sobre la mesa, lo que es gasolina para una formación extremista como AfD que, según todas las encuestas, puede alcanzar el segundo puesto en los comicios de febrero. Tardaremos en saber si realmente el sujeto detenido realmente se había ido al otro lado de la psicosis o, como algunos señalan, todo es una táctica para enmascarar su auténtica creencia, la yihadista, usando el mensaje radical de extrema derecha para pasar desapercibido y no ser investigado por las fuerzas y cuerpos de seguridad. En todo caso, la tragedia ha conmocionado al país, a pocos días de Navidad, ha segado vidas inocentes, y ha vuelto a poner sobre el tapete el tema de la seguridad de los eventos públicos, el por qué allí no hay bolardos u otros obstáculos que impidan actos como ese, que sen España se pusieron desde los atentados de Niza y berlín, Berlín, en 2016.
Para una Europa que se encuentra ante retos existenciales de todo orden, lo que pase en Alemania es determinante. Hasta ahora, con mayor o menor impulso, la estabilidad en ese país ha sido como una constante en el panorama continental y global, y eso puede empezar a desvanecerse dentro de, exactamente, dos meses, cuando el 23F se vote allí. Trump ya llevará un mes de presidencia y lo que haya decidido sobre aranceles y Ucrania tendrá un evidente impacto en esas elecciones. Los desquiciados mensajes de un cada vez más irracional Musk apoyando directamente a AfD no auguran nada bueno. Crucemos los dedos y que Alemania logre salir de sus problemas, nos vienen bien a todos que así sea.
Si no pasa nada raro, este es el último artículo del año. Subo a Elorrio por navidades. Pásenlo genial con los suyos y que el nuevo 2025 les traiga todo lo bueno que desean. Nos leemos el viernes 3 de enero, salvo sorpresas.
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