jueves, diciembre 05, 2024

Reabre Notre Dame

El colapso del gobierno francés, del que hablábamos ayer, finalmente tuvo lugar, y ahora mismo el país vecino atraviesa una situación inédita desde hace bastantes décadas, sumido en la inestabilidad política. Los malditos populismos siguen cobrándose naciones. Allí donde se instalan las convierten en ingobernables. Esta tarde Macron se dirige a la nación, puede que para presentar a su próximo candidato a inmolablle primer ministro. Lo hará sabiendo la gravedad del momento y en capilla de uno de los acontecimientos más esperados para todos los franceses de los últimos años. Y también deseado por medio mundo, entre los que me incluyo

Sí, este fin de semana se reabre la catedral gótica de Notre Dame, el monumento más relevante de un París repleto de ellos, el símbolo de la ciudad, en torno a la que se fue construyendo lo que ahora es una de las capitales más llamativas y famosas del mundo. En primavera de 2019, dirían algunos que como preludio siniestro de lo que vendría meses después, un incendió causado por una chispa en las obras de restauración que se estaban realizando en las cubiertas degeneró en un incendio total que arrasó la techumbre, parte de las bóvedas y a punto estuvo de generar el derrumbe del templo. Las escenas de la cubierta de Notre Dame ardiendo y de la aguja neogótica que se instaló en el siglo XIX desplomándose sobre la estructura herida de la iglesia conmocionaron a los parisinos y a todos aquellos que lo contemplábamos por televisión. Las catedrales góticas son edificios majestuosos, de apariencia poderosa e inmutable, pero como toda construcción, sujetos a esfuerzos y tensiones que, si se desequilibran, pueden provocar la caída de parte o de toda la construcción. Los bomberos consiguieron extinguir las llamas ya muy de noche, pero se tardaron varios días en apagar todos los rescoldos y comprobar hasta dónde llegaban los daños, que eran muy considerables. Toda la cubierta de la nave destrozada, bóvedas caídas, desequilibrios varios, vidrieras dañadas, contaminación tóxica en todas las paredes interiores, daños variados en la decoración y pinturas, el órgano gravemente afectado… el balance daba la imagen de ser la de un accidentado con un pronóstico grave. Las torres aguantaron indemnes, aunque parece ser que por poco, y era evidente que se debía afrontar no ya un proceso de restauración, que también, sino directamente de reconstrucción. Macron, en su primer mandato, tenía ante sí el reto de devolver a la capital de su nación el lustre al monumento más valioso, y se marcó un objetivo ambicioso, el de que Notre Dame volviera a la vida en un plazo de cinco años. Calificada por muchos como irrealizable, esa ambición ha guiado los pasos de vientos y cientos de expertos, profesionales y colaboradores de todo tipo, desde aquellos habituados al uso de las tecnologías más innovadoras hasta los que han sido sacados de talleres en los que se mantienen conocimientos medievales para reconstruir elementos que se han rehecho mantenido la absoluta fidelidad a lo que fueron antes del incendio. Más allá de alguna vidriera que se ha reelaborado con motivos modernos, en la reconstrucción ha dominado la fidelidad absoluta a lo que fue destruido, lo que también ha suscitado polémicas, por el hecho de que se puede caer en una falsificación, al ver algo que antoja ser antiguo cuando no lo es. Las imágenes que han trascendido del interior del edificio también han provocado broncas entre los expertos, porque ofrece una imagen de limpieza chocante, una claridad como de recién hecho, sin la pátina del pasado que otorga abolengo a estas construcciones, o al menos se lo da según nos hemos acostumbrado a verlas con el tiempo. La reinauguración servirá para comprobar realmente cuál es el resultado de la obra, qué es lo que se ha hecho y cómo ha quedado, y ofrecerá a técnicos y especialistas sensaciones certeras de cómo se ha resuelto el gran problema de la reconstrucción, más allá de unas fotos aisladas que pueden estar influenciadas por el momento de la toma. Como vivimos en tiempos de discusión permanente, es difícil que haya acuerdo, pero lo único seguro, e importante, es que el edificio y el templo están vivos, a salvo, y vuelven a realizar su función social, cultural y religiosa.

Este domingo, cuando comiencen nuevamente las celebraciones en su interior, se celebra la advocación de la Inmaculada Concepción de María, bajo la que también se encuentra la basílica de Elorrio. No es casualidad, ni mucho menos, que Macron fijase ese día en cinco años como punto de reapertura, siendo Notre Dame una iglesia de advocación mariana. La vuelta de la catedral desde las sombras de su medio ruina es una excelente noticia, una pequeña gota de esperanza en medio de tanta sombra y estupidez. Mandatarios de todo el mundo, Trump incluido, acudirán a París a un evento que tendrá mucho de exhibición de poder, por lo que el sábado serán las ceremonias políticas y el domingo las celebraciones en su interior. Notre Dame vuelve a reinar en su isla, sobre el Sena.

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