En la abundante oferta de guerras que vivimos en este tiempo, la de Siria estaba bastante olvidada. No detenida, pero sí abandonada por la mayor parte de los medios. Se sucedían las escaramuzas pero sin grandes novedades, hasta que ha llegado este fin de semana y, de repente, se ha producido un vuelco inesperado, con la derrota de las fuerzas de Asad, las oficialistas, y su pérdida de la ciudad de Alepo, la segunda del país, situada al noreste, lejos de Damasco. Alepo fue conquistada en su momento por las tropas de Asad gracias a la cruel intervención de la aviación rusa, que la arrasó en parte con una táctica de bombardeo salvaje y extensiva. Fue, lo que se dice en el argot, alfombrada.
¿Quiénes ha recuperado el control de Alepo? Es una buena pregunta, y la respuesta es múltiple. Las fuerzas que se enfrentan al régimen de Asad son principalmente tres. Por un lado, la oposición siria a la dictadura, que es la que inició las protestas y hostilidades hace ya bastantes años. Tiene un componente mayoritariamente laico. Por otra parte, hay fuerzas del PKK, el partido de los trabajadores del Kurdistán, que se oponen a Asad porque buscan crear su estado propio y una parte de ese territorio ahora lo ocupa Siria. Y en tercer lugar están las fuerzas islamistas suníes, de tendencia extrema o muy extrema. Asad y su régimen son islamistas chiíes, y por tanto han contado con el respaldo de Irán desde el principio y, de paso, de Rusia, socio colaborador de los Ayatolas desde hace tiempo. El islamismo suní extremista en la región llegó a ser mundial y desgraciadamente conocido como DAESH, el infame estado islámico, que alcanzó un gran poder en su momento y, afortunadamente, fue derrotado y casi exterminado. Ese casi ha permitido que algunas milicias islamistas suníes se rearmen y, con el tiempo, vuelvan a contar con peso suficiente como para emprender una nueva guerra de conquista. Ahora se encuadran bajo las siglas HTS, y mantienen el rigorismo islamista, pero se han vuelto algo más pragmáticos. No buscan la instauración de un califato global y, si me apuran, es el régimen de los talibanes afganos el que está en su referente para el caso en el que consigan hacerse con el poder en Siria, o en las zonas en las que puedan llegar a controlar. De todas las milicias que se enfrentan al régimen estos islamistas son los que poseen mayor fuerza, y aunque se niega una y otra vez, es casi seguro que cuentan con un importante apoyo por parte de Turquía, potencia islámica suní que busca debilitar al régimen de Teherán y extender su influencia en la zona. El que los kurdos, enemigos tradicionales de los turcos, sean aliados de los salafistas de HTS no es algo que haya servido para que Ankara deje de apoyarlos, aunque es probable que si las posiciones de la guerra avanzan se de una vuelta de tornas y Turquía promueva acciones de castigo contra el flanco kurdo del avance. En fin, en medio de todo este caos de alianzas, se ha producido el sorpresivo ataque sobre Alepo y el aún más sorprendente desplome de las fuerzas de Asad, que han mostrado ser una chapuza de ejército, incapaz de ofrecer una mínima resistencia. Lo que permitió al dictador Asad en su momento reconquistar la mayor parte del país durante la fase más álgida de la guerra fue el apoyo en tierra de la milicia iraní de Hezbollah y la aviación rusa, pero ahora ambos aliados están en problemas. Tras la tregua pactada en Líbano, Israel ha dejado a Hezbollah echa unos zorros, muy debilitada y desnortada, y va a tener que usar los pocos recursos que le quedan para tratar de sobrevivir. Por su parte, Rusia sigue entretenida en una cruel guerra en el este de Europa, que Putin pensaba que sería un paseo militar y va camino de los tres años de conflicto. Sin sus aliados, el régimen de Asad está en peligro.
¿Es factible pensar que Damasco puede llegar a caer? No lo creo, aunque vaya usted a saber. Antes de que eso se produzca Teherán o Moscú intensificarán todo lo que puedan sus ataques sobre las posiciones enemigas, y de hecho Rusia ya ha empezado a masacrar desde el aire posiciones en Alepo, buscando impedir el avance de las fuerzas que controlan la ciudad. En esa guerra el nivel de crueldad que se alcanzó en su momento dejó anonadados a todos los que la siguieron, con una saña en la destrucción y asesinatos que deja a las ofensivas israelíes en Gaza o Líbano convertidas en poco más que diplomacia. Siria y, probablemente, Sudán, sean ahora los peores lugares sobre la tierra, donde se desarrolla la violencia más cruel y despiadada.
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