miércoles, diciembre 18, 2024

Un asesinato en Moscú

Poco a poco, los ciudadanos de Moscú se han ido enterando de que hay una guerra en el oeste, en Ucrania. No lo han hecho porque familiares, amigos o vecinos hayan sido reclutados para ella, porque el dictador ha abastecido sus tropas con gente proveniente de las provincias más pobres y lejanas, pero con el paso de los meses los drones ucranianos han comenzado a llegar a la capital, el kremlin mismo ha sido objeto de algún ataque y se han producido disturbios en el espacio aéreo de la capital, bloqueando sus aeropuertos, gracias a ataques y sabotajes. La falsamente vendida como operación militar especial no es sino una guerra que aumenta de tamaño cada día y en la que, si Ucrania muere, Rusia se desangra.

Hasta ayer. Un bombazo en un barrio residencial de Moscú despertó a un montón de habitantes de la capital y dejó a no pocos sin cristales en sus ventanas en medio de un gélido amanecer. Al asomarse por las grietas de ellos los vecinos afectados pudieron contemplar una escena cruel. En el suelo, en medio de la nieve, frente al portal del que acababan de salir, yacían los restos amorfos de dos personas, reventadas por la explosión de un dispositivo, que era lo que había causado también la onda expansiva que afectó a sus casas. Había que acercarse bastante al lugar de lo sucedido para descubrir que, junto a los fallecidos, se encontraban los restos de un patinete, lo que luego ha permitido concluir a los investigadores que el atentado, que ante eso estamos, se produjo mediante la colocación de una bomba en ese aparato, el patinete, sin que me haya quedado muy claro si el dispositivo que la hizo estallar estaba controlado a distancia o de manera automática. En todo caso asesinó de manera efectiva a las dos personas que en ese momento salían del edifico a la calle. Uno era un guardaespaldas, cuyo nombre desconozco. El otro era el general Kirillov, uno de los mandamases de la cúpula militar rusa, responsable de las estrategias defensivas relacionadas con la guerra NBQ (nuclear, bacteriológica y química) y, en definitiva, un muy alto cargo del organigrama militar del país. Kirillov ha sido el responsable de, entre otras cosas, el uso de armamento químico en Ucrania, destinado a intoxicar a los soldados que están en las trincheras para forzarlos a salir y que así sean un blanco fácil por parte de los que tratan de acabar con ellos. Estas acciones ya lo tenían señalado entre la inteligencia ucraniana como uno de los objetivos a batir, y cuando se supo que él era la víctima del atentado todas las miradas se dirigieron a Kiev como certero origen de la acción. En efecto, no pasó mucho tiempo y a lo largo de la mañana de ayer las fuentes de inteligencia ucraniana admitieron estar detrás de la operación, sin dar apenas detalles de cómo se había desarrollado, y declararon la legitimidad del ataque en base a las prácticas militares que antes les comentaba que este general había desarrollado en el frente de guerra. Su eliminación se veía desde Kiev como la captura de un trofeo preciado, como la muesca lograda en una cacería cuando se abate a una pieza valiosa. Apenas se sabe nada sobre cómo se ha desarrollado la acción, si se ha producido una infiltración permanente de elementos de inteligencia ucranianos en Moscú, manteniendo un comando estable en la capital, o ha sido una entrada y salida en Rusia para realizar el atentado. Es probable, pero no se sabe, que un acto de este tipo cuente con cierto respaldo local, y es que es sabido que para hacer algo así se requiere un seguimiento de la futura víctima, estudio de sus rutinas, planificación y decisión sobre cómo operar. Obviamente Kirillov estaba vigilado desde hace tiempo, y se había escogido la salida de su casa como la opción más sencilla para matarle, y el uso del patinete como lo más efectivo. El éxito del atentado demuestra una elevada capacidad de acción por parte de la inteligencia ucraniana y, sí, también, una enorme brecha de seguridad en el policiaco estado ruso. Una más.

Este golpe es duro para la imagen del kremlin y la organización militar rusa, que desde ayer sabe que cuenta con un enemigo real en las calles de la ciudad en la que vive y desarrolla su trabajo de criminal planificación militar en Ucrania. Las declaraciones de altos mandos rusos, ni palabra de Putin hasta el momento, mostraban condolencia y ánimo de venganza, con los habituales rictus serios propios de seres fríos, como los que tan bien encarna el antiguo primer ministro Mevdeved. Más allá de las crueles acciones que se pretendan hacer en suelo ucraniano, matando inocentes como respuesta a este atentado, la imagen de una Rusia blindada y un régimen fortificado, inexpugnable, ha vuelto a ser deshecha por la realidad, como las decenas de cristales rajados en el vecindario donde tuvo lugar la explosión.

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