miércoles, diciembre 11, 2024

Irán, de derrota en derrota

La dictadura de Asad en Siria era chií. La familia reinante formaba parte de la minoría alauí, que profesa esa rama del islam, y es por ello por lo que el apoyo que recibía de Irán, la gran teocracia chií, era intenso. Además de por su posición geográfica y por intereses variados, el régimen de Teherán veía a los Asad como unos hermanos en la fe. Cierto es que la dictadura saudí no cargaba demasiado las tintas en temas religiosos. Su reino del terror tenía más que ver con el control del poder político y militar, no tanto por la fe. Asad y demás aparecían en los medios como piadosos, pero siempre vestidos de civiles y sin parafernalia de clérigos a su lado.

Para Irán, mejor dicho, para su régimen, este año está siendo un desastre absoluto, y me da la impresión de que nunca se arrepentirán lo suficiente del movimiento que forzaron a su peón de Hamas el 7 de octubre del año pasado. Desde entonces la sucesión de golpes que ha recibido su estrategia regional ha sido imparable y devastadora. Consciente de que su territorio está rodeado por naciones que no le eran afines, Teherán ha desarrollado con los años una estrategia de proxys, movimientos militares orquestados desde el régimen que actúan en naciones terceras y que son milicias paramilitares fuertemente armadas y entrenadas por Teherán. No hay vinculación orgánica directa con los dirigentes religiosos y militares del gobierno iraní, pero si una comunicación constante con la inteligencia militar y un flujo de dinero y suministros. Hamas y Hezbollah son las fuerzas más conocidas de este tipo, pero en Yemen y en otras naciones existen movimientos similares, con mayor o menor fuerza. En Siria o Irak no le ha hecho falta al régimen realizar operaciones de este tipo porque el devenir de la historia en un caso y el desastre posterior a la intervención de EEUU en otro les ha proporcionado aliados fieles y serviles, de tal manera que el poder que atesoraba Irán era bastante mayor que el relacionado con su ya estratégico y amplio espacio como nación. Pues bien, esta estrategia de tiempo y paciencia se ha derrumbado este año. Israel ha respondido con fiereza inusitada y altas dosis de inteligencia a los ataques de Hamas y, de paso, a las bravatas de Hezbollah, arrasando la franja de Gaza y el sur del Líbano, diezmando ambas organizaciones y reduciéndolas a poco más que sombras de lo que fueron. Los intercambios de salvas realizados directamente entre Irán e Israel han mostrado que los sistemas defensivos hebreos son capaces de mantener a raya las capacidades balísticas persas, y el balance del enfrentamiento entre ambas naciones ha sido un palo para Irán de grandes dimensiones. Y, como remate, su aliado sirio se ha desvanecido en apenas dos semanas de contraofensiva rebelde, dejando Damasco convertida en un posible foco de poder sunita que va a ver a Teherán como un enemigo. Es cierto que a la rama sectaria de ambas confesiones islámicas les une el odio a Israel, y por eso Netanyahu está aprovechando el marasmo de la caída de Asad para atacar con rabia todas las instalaciones militares sirias que pueda, para que no sean usadas en su contra en el futuro, pero la alianza férrea que existió durante décadas entre Teherán y Siria se ha terminado. El territorio sirio, que era campo de entrenamiento de Hezbollah y que servía como retaguardia tras incursiones en Líbano o el norte de Israel ha dejado de ser útil para los intereses iraníes, y la pieza de terreno que suponía Siria como retaguardia ha desaparecido. Irán ha perdido en este año a tres de sus grandes bazas operativas en la región, en un movimiento de derrota difícilmente imaginable, y que ha dejado a todo el mundo descolocado. Los enemigos tradicionales de Irán, sean las monarquías sunitas del golfo, o Israel y EEUU, están que no se lo creen o no saben cómo festejarlo.

Tras esta enorme muestra de debilidad, ¿qué va a hacer el régimen? Una dictadura acorralada es peligrosa, aunque creo que ahora creo que en Teherán domina más el miedo que el deseo de venganza. Ojalá todos estos movimientos sirvieran para que la maldita teocracia de los Ayatolas cayera y la sociedad iraní, una de las más jóvenes, dinámicas e interesantes de la zona, pudiera construir una nación libre y donde los derechos no siguieran pisoteados por las botas y las togas islamistas. Es difícil que eso ocurra, pero cierto es que nunca la dictadura de Irán ha estado en peor posición. Uno de los miedos que hay es el de involución, el de aumento de la represión interna y la búsqueda de una salida, léase armamento nuclear, como garantía de supervivencia. Habrá que estar muy atentos a lo que allí suceda.

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