En medio de esta sensación de colapso institucional y geoestratégico que vivimos, cuando los temores a que algo feo se esté fraguando no dejan de crecer, hay una cosa que también está creciendo y que supone una alegría para millones de españoles, y es el Ibex. El indicador de la bolsa española sube y sube sin que tenga muy claras cuáles son las causas. En lo que llevamos de 2025 su gráfica es similar a la del Angliru u otro de esos puertos míticos del ciclismo con pendientes sin cesar. Empezamos enero en el 11.600 y ahora, dos meses después, estamos casi dos mil puntos por encima, tras cerrar ayer a 13.332. Las ganancias acumuladas en lo que va de año empiezan a dar vértigo.
Si se mira la gráfica del Ibex a largo plazo se puede ver el enorme desierto por el que ha transcurrido la bolsa española. No es si quiera que nos costase más que al resto volver a superar los niveles precovid, que también. Es que desde los máximos históricos de la burbuja nunca habíamos estado tan altos como ahora. La marca de los 13.300 se abandonó en 2008, año que suena a pasado remoto, cuando el derrumbe de Lehman Brothers cambió el mundo. Los máximos absolutos del Ibex se alcanzaron un año antes, en 2007, en el momento álgido de la burbuja inmobiliaria. En torno a octubre de 2007 se superó la barrera del 16.000, y nunca la bolsa española llegó tan lejos. Como sucedió años después con la prima de riesgo, esa variable que algunos han olvidado, pero que con condonaciones trampa pueden hacer que sea necesario volver a recordar, muchos informativos y programas diarios abrían con el fulgor de unas cotizaciones que eran estratosféricas. Ese es un síntoma, dicen los entendidos, de que el final de la subida está ya muy cerca. Unos y otros, tuvieran acciones o no, se beneficiaban de un ascenso de las cotizaciones que engordaba carteras y activos de todo tipo. Desde tan alto la caída fue más dolorosa, y el que diecisiete años después aún no hayamos logrado superar ese registro indica tanto lo sobrecalentada que estaba la economía española en aquel momento como la dimensión y extensión del derrumbe que hemos vivido. Ahora que el Ibex se desmelena, ¿estamos en una situación comparable a la del pasado? Hay ciertos sectores en los que la sensación de burbuja existe, aunque las causas de lo que parece una exuberancia irracional sean distintas. El caso obvio es el de la vivienda, que se puso imposible entonces y también lo está ahora, pero es necesario reiterar que entonces se produjo una burbuja de crédito hipotecario, especialmente de las cajas, tanto a promotores inmobiliarios como a compradores particulares, que fue lo que infló los precios, y el derrumbe de los mismos arrastró a las entidades concesionarias en una espiral de quiebra de ladrillos y financieras. Ahora mismo los precios de las viviendas son imposibles, otra vez, pero no existe ese riego desmadrado de crédito. Más bien lo contrario, los bancos son cicateros a la hora de conceder hipotecas y no hacen locuras. Lo que sí tenemos en España es una sobredemanda de vivienda por aumento de población, por llegada de inmigrantes, por disminución del número de personas por hogar y, por tanto, aumentos de los mismos…. Es decir, hay causas objetivas que incrementan la demanda de vivienda y, en algunos casos, especialmente las compras destinadas a inversión o a residencia de extranjeros, con financiaciones holgadas por parte de quienes adquieren la vivienda, que en muchos casos ni recurren al préstamo hipotecario. La bolsa refleja la coyuntura de un momento de demanda expansiva, de ciclo alcista de consumo y precios, con entradas constantes de turistas que sobrecalientan la economía de, cada vez, más zonas visitables, pero no se si tenemos burbujas. Hay cosas como los niveles de deuda pública que sí están descontrolados, y no parece que las crecientes demandas de gasto en, por ejemplo, defensa, vayan a contribuir a frenarlas, pero en el residencial, el que fue el talón de Aquiles del pasado, no veo una situación equivalente.
La subida de la bolsa, como la del resto de activos, genera lo que se llama el efecto riqueza. Se haya unido uno o no a las ganancias derivadas del ascenso de los índices, tiene la sensación de ser más rico, porque esas acciones que no ha vendido aún valen más que cuanto las compró, o porque el piso en el que reside se ha inflado, y eso estimula el gasto, la confianza en las finanzas personales, esté esta basada en realidades o no. Mucho cuidado, es entonces cuando se pueden cometer los errores más graves. No se si el Ibex va a seguir subiendo o si está cerca de un techo o si Trump lo va a tirar. De momento, llevamos dos meses de fiesta.
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