Seguro que han visto ya alguna de las asombrosas ruedas de prensa que da Trump en el salón oval cuando firma compulsivamente esos decretos o recibe a visitas. Sentado, rodeado de periodistas que le asedian, se pone a contestar una pregunta tras otra en medio del caos y, sin freno alguno, suelta lo que se le ocurre, a veces pensado, otras no, qué más da. La soberbia del poderoso otorga a sus dictados valor de aparente verdad. En las ruedas de prensa organizadas, como la del miércoles tras su entrevista con Benjamín Netanyahu, actúa de la misma manera, convirtiéndose en el creador de espectáculo por excelencia. Disfruta domando el circo que organiza.
La que soltó ese miércoles ante los periodistas de medio mundo es de las gordas, pero me temo que no era una improvisación ni se puede decir que resultase completamente novedosa. Sí era un disparate, y una aberración, pero nada alejado de lo que anida en la mente del personaje. Dijo de manera alta y clara, sin dar lugar a equivocaciones, que Gaza es un lugar inhabitable, una escombrera tras la bárbara actuación del ejército de Israel, que ahí no se puede estar. Que los palestinos que son de allí, cerca de dos millones de personas, deben abandonar ese espacio, y residir permanentemente en otra nación, mencionando a Jordania o Egipto, y que ya se encargará EEUU de reconstruir y gestionar toda la franja, convirtiéndola en una especie de gran resort, un paraíso del turismo, la Riviera llegó a afirmar. A cada una de estas frases los medios, y todos los que lo escuchaban, iban poniendo cara de asombro y sensación de no estar en medio de un salón oficial sino en una gala chistosa carente de humor. Con un balance como el de la guerra no concluido, con más de cuarenta mil palestinos fallecidos y aún israelíes secuestrados en manos de Hamás, con un sufrimiento atroz entre todos los civiles que allí vivían y los que en Israel sufrieron la masacre del 7 de octubre de 2023, Trump considera a Gaza como una extensión del extrarradio de Las Vegas en la que construir chalets, centros comerciales, casinos y, desde luego, una o dos torres con su logo, de tal manera que quede claro no sólo quién manda, sino el negocio que allí puede prosperar. La vida de los palestinos que son de Gaza no le importa en lo más mínimo, sólo hay sitio en su cabeza para las cuentas de una enorme operación inmobiliaria en la que, para más inri, el trabajo de urbanización le saldría gratis, sufragado por el conjunto de los norteamericanos y ejecutado por el ejército del país. Asombroso, si no fuera porque el personaje es perfectamente capaz de tener esa idea en su cabeza y considerarla como la más lógica del mundo. De hecho, este plan no es nuevo. Hace ya varios meses, en la primavera del año pasado, Ashton Kurchner, el marido de Ivanka y “asesor” para la región durante el primer mandato de Trump, expresó esa misma idea, la de Gaza como un futuro destino turístico una vez que la guerra hubiera terminado. Por aquel entonces casi nadie prestó atención a semejante disparate, salvo los más radicales entre los sionistas de Israel, que empezaban a ver como la guerra de Gaza se iba transformando en una masacre en la que las tropas de las IDF estaban laminando barrio a barrio, enclave a enclave, toda la estructura urbana. Desde esa ala extremista se veía como cierta la posibilidad de hacerse con Gaza, de extirpar de una vez a los palestinos de allí, fueran de Hamas o no, de sacarlos a la fuerza a los que quedasen vivos, de liquidar al mayor número posible mientras durasen los combates, y convertir todo el espacio en un erial para, en un futuro, hacer con él lo que se quisiera. ¿Estaba esa idea en la manera en la que Netanyahu ha dirigido la guerra? ¿Era su extensión y dimensiones algo premeditado una vez que el ataque del 7 de octubre obligaba a responder? ¿Había urbanistas israelíes pre diseñando por dónde irían los nuevos bulevares y paseos marítimos, e indicando a las IDF qué bloques derruir? Sólo hacerse estas preguntas estremece, pero la realidad es que no cuesta nada imaginarse a Trump mirando el plano de Gaza y colocando casitas como si del Monopily fuera.
En casi todo el mundo este plan ha sido visto como una aberración, pero dado quién y como lo ha dicho la cosa es bastante más que un juego. Dentro de EEUU también varios republicanos consideran esta idea como absurda, desquiciada, e incluso algunos miembros del gabinete, como el Secretario de Estado Marco rubio han empezado a matizarla, pero albergo pocas dudas con que Trump lo decía muy en serio. Habrá que seguir esto con detalle, pero no descarten que un día de estos tropas norteamericanas desembarquen allí y empiecen a “sacar” a la población. Y de paso, todo el islamismo radical global se frota las manos ante semejantes Trumpadas, que no hacen sino darle excusas para emprender nuevas acciones terroristas.
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