Una de las películas de la temporada es Emilia Pérez, semi musical de origen francés. No la he visto. En ella gran parte del protagonismo recae en el papel que interpreta Karla Sofía Gascón, actriz y trans, que le ha valido numerosas nominaciones, como la del Goya de este fin de semana y el óscar, y ya le ha reportado premios como el recibido en Cannes a la mejor actriz. Allí soltó un discurso combativo relacionado con su experiencia trans, bastante ajeno a las cuestiones cinematográficas, y recibió aplausos y vítores por parte de todo el mundo. En la constelación progresista había nacido una estrella, y además era reconocida por su trabajo profesional.
Ahora mismo Karla Sofía Gascón es una apestada a la que todo el mundo lapida en público con la saña con la que se disfruta derribando estatuas de los pedestales. Alguien hurgó en los mensajes que ella había colgado en redes sociales en el pasado y se encontró con textos que no eran políticamente correctos, en los que se metía con los musulmanes, despotricaba contra las vacunas del Covid y cosas por el estilo. Esto ha supuesto un destrozo para su imagen, especialmente para la galaxia progre, y en estos tiempos en los que la corrección política resulta determinante, su pasado es insoportable. En este caso muchos de los abanderados de esa corrección, que dictan en sus tribunas cómo debemos comportarnos todos los demás en cualquier aspecto de nuestras vidas para ser aceptados, que actúan como los antiguos inquisidores, con igual dogmatismo, aunque ahora sin sotana, se han visto en un brete muy complicado. Por un lado Karla encarna el éxito de los trans, la reconstrucción del género como opción y la expresión de la libertad sexual y emocional que tanto encandila al mundo progre y revienta a carcas tipo voxeros y compañía. Por otro lado, resulta que en ese cuerpo autodeterminado existe una personalidad que tiene y expresa opiniones que en algunos casos podrían ser coreadas en mítines trumpistas, por lo que a esos dictadores de la corrección todo este mejunje les ha debido cortocircuitar las pocas neuronas que tienen, todas ellas sectarias. Finalmente han determinado que Karla debe ser sentenciada y condenada en plaza pública, y sobre ella ha caído el oprobio, la denuncia y el ostracismo. De ser la gran nominada a los premios ha pasado a ser una apestada a la que no se invita a gala alguna, no se menciona, se esconde, se oculta y se avergüenza. El director de la película, un sujeto llamado Jacques Audiard, ha pasado en pocas semanas de alabarla con una desmesura exagerada a acusarla de todos los males, repudiarla y apartarla como si fuera una enfermedad gravemente contagiosa. El comportamiento de Audiard, reconozcámoslo, es de una hipocresía tan inmensa como repugnante. Cuando ella era un activo para su película la utilizó, y cuando la dictadura del pensamiento la ha convertido en tóxica, la repudia. A Audiard lo único que le importa es que la peli que ha hecho triunfe, lo que significa que él triunfe, y si antes eso significaba una cosa y ahora es justo la contraria, pues se justifican ambas opiniones y aquí no pasa nada. Es un nivel de egoísmo despreciable que lo equipara a lo que vemos todos los días en la política. Audiard no es ninguna excepción. Desde el Ministro de no Cultura del desgobierno hasta el último de los famosetes de medio pelo entrevistados en cualquier medio de comunicación, prácticamente todos han pasado de gloriar a Karla a crucificarla, tratando primero de sacar tajada de ella y ahora, por causas inversas, hacer exactamente lo mismo. Es despreciable. ¿Es buena o no la interpretación de Karla en la peli? Eso es lo que se juzga en un premio de cine. No importa para nada la ideología del actor o si el actor antes era actor y ahora actriz. Eso no es relevante, no importa nada. Si se premia el trabajo que se hace sólo cuenta el trabajo que se hace. ¿O no se premia el trabajo? ¿Es su triunfo en Cannes y sus nominaciones una estafa?
Como siempre, volvemos a lo de “no es el qué, sino el quién”. Si Karla hubiera lanzado sus tuits insultantes sobre otro tipo de asuntos, pongamos Ayuso, los que ahora la insultan la alabarían, y no les importaría. La verdad, vivimos en una sociedad infantilizada y bastante de mierda. Me da igual lo que piense Karla Sofía Gascón, me parecerá una maleducada si no respeta la formas al opinar sobre lo que sea, y no me importa en lo más mínimo si antes se acostaba con unas y ahora con unos, o al revés o todo conjuntamente. Si ella es actriz, se le juzga como actriz por cómo interprete, y lo demás es mierda. Y sí, Karla, todos los que te decían querer hace meses ahora te desprecian, porque realmente ninguno te quería, todos te utilizaban. Al menos ahora sabes cuántos de los que te rodean son despreciables y cuántos merecen la pena.
Se me olvidó avisar el viernes que el siguiente artículo del blog será el miércoles 12 de febrero
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