miércoles, febrero 12, 2025

Miniyos trumpistas

Este pasado fin de semana ha tenido lugar en Madrid una reunión de líderes ultranacionalistas europeos. En sí mismo este tipo de actos son paradójicos, dado que los que se reúnen, que aparentan llevarse bien entre ellos, comparten enormes prejuicios frente a todos los que no son parte de la nación a la que representan y consideran superior. Un ultranacionalista español, un voxero, desprecia mucho a los que no son de la España a la que dice amar por encima de todas las cosas, y así nación a nación y extremista a extremista. La mera idea de una internacional ultranacionalista es absurda en todos sus términos.

Pero, sin duda, lo más asombroso de este encuentro es que todos ellos se mostraban admiradores de Trump, el ultranacionalista norteamericano, que desde luego les desprecia a ellos tanto como a todos los que no son de su nación. Casi resulta entrañable ver a todos esos personajes, a cada cual más sectario, reclamando la atención del líder de EEUU, mientras que ese sujeto, en el despacho oval, contempla a Europa, y el resto del mundo, con una cara de desprecio sólo matizada por el rédito que puede sacar de ahí. La victoria del magnate en EEUU ha espoleado a todos esos dirigentes ultras locales que pretenden emular en su nación el éxito logrado por el antaño republicano, hasta el punto de parodiarse a sí mismos y exhibir en sus convenciones lemas que replican al usado en EEUU, en ese mismo inglés, desde formaciones que alaban sus idiomas por encima de todos los demás. Una ultra como LePen, tan gabacha como uno pueda imaginarse, exhibiendo en lema de “Make Europa Great Again” es tan ridículo como incoherente desde su sectario punto de vista. En el fondo, todos estos personajes se tienen que odiar profundamente, y sus políticas son excluyentes. Si gobernaran cada uno de ellos en las naciones en las que residen estarían todo el día a la greña, porque la superioridad manifiesta de cada una de ellas, que es lo que proclaman por encima de todo, choca hasta el absurdo con la realidad de un mundo interconectado. Desde sus posiciones actuales, la mayor parte de ellos fuera de los gobiernos, la respuesta ante los aranceles de Trump es un buen ejemplo. Lo que Donald está haciendo supone un perjuicio claro para las empresas de los países europeos, empezando por el acero y aluminio, y veremos a ver que pasa cuando ponga sus ojos en el sector agroalimentario. En el cónclave ultra no se deja de alabar a un sujeto que va a causar perjuicios claros a las empresas de los países que esos ultras dicen defender sin cesar. Absurdo, estúpido, pero es lo que hay. ¿Alguien en ese cónclave se atrevió a decir que poner un arancel a un producto europeo es lesivo para una empresa europea? En general, ¿alguien en ese cónclave se atrevió a pensar un poco? Lo único bueno que tienen los discursos demagogos es que son fáciles de rebatir, de encontrar sus enormes contradicciones, que los desarman por completo. Lo malo es que los demagogos no atienden a razones y, desde sus posiciones, tachan a todos aquellos que les llevan la contra con todo tipo de insultos, calumnias y falsedades. En esto los pertenecientes a esta internacional ultra no se diferencian en nada de los que hace unos años lideraban las encuestas desde posiciones ideológicas presuntamente opuestas. El pablemos de hace unos años es el Abascal de ahora, un personaje falaz que vive de la bronca y los medios, pero que no representa otra cosa que una posición sectaria ajena a la realidad de los problemas que denuncia (algunos de ellos ciertos) y que promete resolver con presuntas soluciones que no lo son en absoluto. Diríase que el péndulo ha girado y ahora el populismo triunfante ha escondido la hoz y el martillo comunista y se ha pasado al autoritarismo nacionalista que se viste de extrema derecha. En el fondo, si uno hurga un poco, las propuestas son muy similares. Intervención, supresión de derechos, formas violentas, agresivas, recetarios básicos fracasados desde hace muchas décadas y propaganda a mansalva. Basura pura y dura, que encuentra compradores en el mercado de las ideas y los votos, pero basura a fin de cuentas.

Una pregunta a todos los que se reunieron en ese cónclave ¿por qué no invitaron al sedicioso de Puigdemont? Ese personaje siniestro es muy similar a todos ellos. No deja de ser un supremacista que considera a los cuatro que entiende como propios como superiores a los demás, que ve en la ley un mero obstáculo para sus aspiraciones, que puede ser eludida, y que no hay razón ni argumento que le valga ante el destino manifiesto que dice encarnar. Envuelto en otra bandera distinta, el delincuente puigdemoniaco no se diferencia en nada respecto a Abascal, Trump, Wilders y todo el resto de los personajes reunidos en el cónclave. Debió estar

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