Juan Carlos Monedero es un personaje destructivo que pregona una imagen intelectual, vestimentas progres, una idea de la justicia social anclada en el más rancio de los marxismos y una profunda adoración a todas las dictaduras que se vistan de izquierdas pero que no sean sino meros trampantojos a los que poder colar sus servicios de consultoría profesional, muy bien remunerados, por su puesto, porque será izquierdista el personaje según proclama sin cesar, pero factura a lo Shakira, siendo chico, sin límite y sin pagar los impuestos debidos. En su faceta profesional y ética, es alguien a evitar en todo momento.
Ahora resulta que, como lo era su compañero de filas Errejón, también es un personaje de manos largas, un presunto sobón de tres al cuarto y un abusador de su posición de poder para tratar de beneficiarse a todas las mujeres que pueda. Las acusaciones que hemos conocido esta semana repiten el patrón de siempre, el sota caballo y Rey que se asocia con el sujeto repugnante que, desde una posición de dominio, abusa de ella para cobrarse en sexo lo que cree como propio de sí mismo. Errejón, que se movía en círculos más elitistas, supuestamente culturetas y con un aire de intelectualidad, no era sino un vulgar guarro, vestido de niño inteligente. Monedero, que se mueve por zonas más de acción de clase de la izquierda clásica, no es sino un presunto vulgar guarro, vestido de activista y profesor. Ambos son el mismo tipo de personaje, un abusador del que se debe huir en cuanto se pueda, y que a buen seguro han causado desgracia y maldad en los entornos en los que han pululado, e inimaginables pesadillas para ellas, que en su entorno han estado. Todos estos comportamientos se han dado por parte de dirigentes de Pablemos, secta de tres al cuarto montada por el líder supremo Pablo Iglesias, que en esto de comportarse como el gran macho ha sido el más orgulloso y bocazas de todos los que en la política se han movido en España. En todas sus declaraciones se ha deslizado siempre, además de su instinto autoritario, un toque machista y obseso con el sexo que no ha dejado indiferente a casi nadie, pero que se le ha perdonado por lo de siempre, porque lo decía desde una posición ideológica que le amparaba. Iglesias ha consumido parejas en grandes cantidades, y como siempre, nada que objetar al respecto si ha sido siempre por acuerdo mutuo de ambos, pero vistos los comportamientos de los que han sido sus dos grandes lugartenientes en el movimiento que fundaron no hace falta ser el más espabilado del mundo para sospechar que el tercero de los próceres de la nueva, verdadera, pura, auténtica izquierda (añádanle todos los adjetivos falsos que deseen) ha incurrido en comportamientos similares, y que la organización por ellos dirigida los ha encubierto. Este proceso de ocultar las manos largas del líder y silenciar a la víctima ya lo vimos en Restar, cuando se destapó el caso Errejón, y quedó claro que todos los esfuerzos de las muy concienciadas dirigentes de esa formación se dirigieron, en exclusiva, a tapar el escándalo, que no saliera a la luz, a defender al acosador y a que la víctima se callara. Nauseabundo. En el caso de Monedero el patrón, también en esto, se repite. Las primeras denuncias que señalan a este sujeto por tratar de meter mano a compañeras de partido se remontan a 2017, hace no pocos años, y no consta que la formación tomara medida alguna al respecto, sino todo lo contrario. Silencio, ocultación, disimulo, esconder la cabeza, ocultarlo todo, tapar. La misma nauseabunda actitud, y en público pleno respaldo al personaje, que seguía pontificando sus hipocresías ideológicas y cobrando por ellas. Ahora la fábrica de excusas que se uso en Restar se repetirá, punto por punto, con Monedero. Y rostros igualmente pétreos saldrán ante los medios a mentir sin cesar, tratando de salvarse ellos de toda la mierda que han acumulado sin cesar.
¿Y Pablo Iglesias? ¿Cuánto va a tardar en salir alguna a denunciar que el líder supremo es el tercero en discordia? ¿o más bien, el jefe de la banda? A lo mejor me arriesgo mucho al afirmar algo así, y espero equivocarme, porque la inexistencia de un abuso es lo que todos debiéramos desear, pero creo, al 99% de confianza, que alguna saldrá, a pesar de que, en este caso, la presión que haya sufrido ella para callar haya sido proporcional al estalinista liderazgo que ha ejercido ese sujeto en su entorno, y que todavía practica con absoluto descaro. Se vuelve a repetir la hipocresía máxima que nos rodea. No es el qué, sino el quién, y los delitos cometidos por los “guays” parecen ser menos que los cometidos por otros. Y no. Son la misma mierda.
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