Vaya día el de hoy, informativamente hablando. A las 11 de la mañana el juez Gómez Bermúdez, uno de esos calvois famosos donde los haya, leerá al sentencia sobre el atentado del 11M, que probablemente encierre durante muchos años (nunca serán demasiados) a una buen atropa de islamistas, y por la tarde Zapatero acude al Congreso a una sesión de control marcada por el desastre del AVE y sus colaterales efectos en Barcelona y alrededores. ¿Se entregará la cabeza de la ministra Mandatela? Ojala sí, pero intuyo que no.
Y pensando en lo del 11M, la sentencia y el castigo, no quiero terminar las entradas del mes (me cojo puente, bien!!) sin hacer referencia a la entrevista a Jonathan Littell publicada este pasado Sábado en el suplemento Babelia de El País. Con un formato inicial que hacía pensar más en un poso de modelo de Zara o similar, Littell desmenuza, con un aire de prepotencia, chulería y narcisismo bastante elevado., los secretos y entresijos de su primera novela, Las Benévolas, en las que relata la experiencia nazi desde la perspectiva nazi, en la figura ficticia de Maximilien Aue, al parecer un compendio de las virtudes del nazismo militantes. La novela, de enormes dimensiones, ha ganado el premio Goncourt en Francia y ha levantado un profundo revuelo al presentar a semejante sujeto como una persona humana, con sentimientos, desprovista de remordimientos por su labor “profesional”, amante de la música clásica, cultísimo, refinado...y lo preocupante es que ese personaje, querámoslo o no, es humano. Ya desde el título de la entrevista Littell destapa su tesis, que yo comparto desde hace muchos años, de que la cultura no nos protege de nada, y que los nazis no son más que un ejemplo de eso. Lo que ocurre en el fondo es que nos gustaría a todos que en el mundo fuera fácil, sencillo e inmediato poder distinguir donde se encuentra la maldad (Littell niega la mayor al afirmar que el concepto de maldad como tal no existe, y hay discrepo algo) y saber qué personas nos van a hacer el bien y cuales no, pero el mundo real es mucho más complejo, poliédrico y confuso que eso. El criterio habitual, acertado, es que la educación, el nivel cultural y el desarrollo social impiden que la humanidad se suma en el desastre de al guerra o en el horror de la muerte, pero, ¿Qué hacer cuando esa teoría falla? ¿Cómo explicarlo?
Esta novela, y películas recientes como El Hundimiento, muestran a un nazismo alejado del estereotipo de Hollywood, de malos malos frente a buenos buenos. Hitler siente tristeza y abandono en su soledad, en su Cancillería ruinosa, rodeado de espantajos que beben y ríen esperando su muerte a manos de los rusos, pero es quizás esa descripción aún más violenta si cabe, más reveladora de la crueldad que ese régimen abyecto ha producido. Cuando hoy Bermúdez lea la sentencia lo hará ante individuos que nos parecen normales, sencillos o incluso “superinocentes”, pero el mal que han hecho es tan grande como débil y corriente es su aspecto. Hay que leer la novela de Littell.
miércoles, octubre 31, 2007
martes, octubre 30, 2007
Carlos Alsina, un profesional
Barcelona está que se hunde, casi literalmente. Aparecen socavones por todas partes y el descontento popular crece, motivado por una clase política que trata a los ciudadanos como borregos contribuyentes, a los que sólo se les usa para recaudar impuestos pero no para ofrecer servicios. En el desastre catalán todas las administraciones pasadas y presentes, en las que han participado todos los partidos, tiene su parte de culpa, y de cuatro años a esta parte el PSC PSOE, que gobierna Generalitat y Nación, no ha sabido, o no ha podido solucionar nada. Sensación de abandono y desidia por doquier. Hartazgo y cabreo.
¿Y qué debe hacer un comunicador, un periodista, un relator de la actualidad? Describirlo a pie de obra, y eso hizo ayer Carlos Alsina, responsable de la Brújula, en Onda Cero. Con una valentía fuera de lo común, expuesto al riesgo del directo callejero, y más en estos momentos de nervios y frustración, plantó el estudio en la Plaza de España de Barcelona, desde donde parten muchos de los autobuses que circulan con destino a algunas de las localidades que siguen sin servicio de Cercanías. Allí hizo un programa monográfico, entrevistando a esos ciudadanos corrientes, como usted lector y como yo, que sufren a diario las incomodidades, que no organizan motines y que se tiene que levantar a las 6:00 de la mañana para llegar a las 9:00 a su trabajo, que han vuelto a vivir con sus padres o que ya, directamente no saben que hacer, o a esos conductores de autobús, provenientes de toda España y más allá (habló un argentino también) que se pierden en las calles que no conocen pero que allí aguantan, día tras día, viviendo lejos de sus casas. Alsina es, en mi opinión, uno de los mejores “opinadores” que existen en España. Su programa es fresco, alegre y optimista, y en una panorama radiofónico lleno de estridencias, gritos y declaraciones altisonantes que hacen que, o bien uno se vaya a la cama aterrado ante la posibilidad de otra guerra o se quede sedado ante le buenismo presidencial que nos rodea, se agradece el poder oír un voz cálida, irónica, desenfadada, pero con un fondo serio y culto. Alsina hace un programa adulto para una audiencia no sectaria, que puede ser de derechas o de izquierdas o, como mucho más de lo que se cree, apolítica, pero que piensa algo, que razona, y que ve los mensajes, vídeos y campañas de los partidos políticos como ejercicios de onanismo mental dignos de colegiales de baja estofa. Se echaba en falta un programa así, riguroso y desenfadado, en el que te puedas reír y no se trivialice, y ya lleva tres temporadas en el aire.
Y ayer se doctoró en la calle. Varios son los programas que ha hecho en teatros, frente al público, en diversas ciudades, pero reconozco que el esfuerzo y el valor de lo de ayer no es habitual hoy en día. Creo que Carlos Alsina y Pepa Fernández, en RNE, son los dos mejores comunicadores que hay hoy en España. Ella en los social y cultural, y él en lo político. Llevo tres años pasando las noches con Alsina, apagando la radio poco antes de las 24:00 (pena de publicidad) y cómo se disfruta de su labor. Gracias por ella, sigue así y no cambies..... y ánimo y apoyo a los barceloneses y alrededores. No os merecéis nada de esto ni a esos políticos que os (y nos) enfangan en túneles y socavones.
¿Y qué debe hacer un comunicador, un periodista, un relator de la actualidad? Describirlo a pie de obra, y eso hizo ayer Carlos Alsina, responsable de la Brújula, en Onda Cero. Con una valentía fuera de lo común, expuesto al riesgo del directo callejero, y más en estos momentos de nervios y frustración, plantó el estudio en la Plaza de España de Barcelona, desde donde parten muchos de los autobuses que circulan con destino a algunas de las localidades que siguen sin servicio de Cercanías. Allí hizo un programa monográfico, entrevistando a esos ciudadanos corrientes, como usted lector y como yo, que sufren a diario las incomodidades, que no organizan motines y que se tiene que levantar a las 6:00 de la mañana para llegar a las 9:00 a su trabajo, que han vuelto a vivir con sus padres o que ya, directamente no saben que hacer, o a esos conductores de autobús, provenientes de toda España y más allá (habló un argentino también) que se pierden en las calles que no conocen pero que allí aguantan, día tras día, viviendo lejos de sus casas. Alsina es, en mi opinión, uno de los mejores “opinadores” que existen en España. Su programa es fresco, alegre y optimista, y en una panorama radiofónico lleno de estridencias, gritos y declaraciones altisonantes que hacen que, o bien uno se vaya a la cama aterrado ante la posibilidad de otra guerra o se quede sedado ante le buenismo presidencial que nos rodea, se agradece el poder oír un voz cálida, irónica, desenfadada, pero con un fondo serio y culto. Alsina hace un programa adulto para una audiencia no sectaria, que puede ser de derechas o de izquierdas o, como mucho más de lo que se cree, apolítica, pero que piensa algo, que razona, y que ve los mensajes, vídeos y campañas de los partidos políticos como ejercicios de onanismo mental dignos de colegiales de baja estofa. Se echaba en falta un programa así, riguroso y desenfadado, en el que te puedas reír y no se trivialice, y ya lleva tres temporadas en el aire.
Y ayer se doctoró en la calle. Varios son los programas que ha hecho en teatros, frente al público, en diversas ciudades, pero reconozco que el esfuerzo y el valor de lo de ayer no es habitual hoy en día. Creo que Carlos Alsina y Pepa Fernández, en RNE, son los dos mejores comunicadores que hay hoy en España. Ella en los social y cultural, y él en lo político. Llevo tres años pasando las noches con Alsina, apagando la radio poco antes de las 24:00 (pena de publicidad) y cómo se disfruta de su labor. Gracias por ella, sigue así y no cambies..... y ánimo y apoyo a los barceloneses y alrededores. No os merecéis nada de esto ni a esos políticos que os (y nos) enfangan en túneles y socavones.
lunes, octubre 29, 2007
Cuestión de probabilidad
Veamos, magos de las matemáticas, el ingenio y las cábalas. Afilen sus lápices, calienten sus bolígrafos y extiendan las hojas blancas sobre la mesa. En una ciudad como Madrid, de tres millones de almas censadas, otras muchas residentes pero no censadas, como la mía, y otras residentes, no censadas y que no constan en ningún lado, ni aquí ni en sus teóricos países de nacimiento, ¿qué probabilidad hay de encontrarse a una conocida en el metro? ¿Y lo que es aún más, encontrarse a dos por separado?
Pues no se lo que saldrá, pero el Sábado debí hacer la primitiva, porque seguro que me hubiese tocado. Fui por la tarde noche al nuevo Ikea del nuevo ensanche de Vallecas, a comprar unas pocas cosas, y cómo estaba el Ikea, rebosante de gente por todas partes, y ya repleto de adornos navideños, cosa que me enfadó, porque esto de que la Navidad empiece tan pronto es cargante. Tras cenar en el barato pero agradable restaurante sueco, comprar algunos bártulos y una de esas bolsa azules horteras para poder llevármelos a casa, comencé el regreso en metro. Estaba esperando en la estación de Pacífico, intercambio de la línea 1 a la 6, en el andén de esta última, cuando me fijé que al lado mío había una chica que me sonaba mucho de cara, de verla por el Ministerio. Al subirme al vagón caí cerca de ella, y se lo comenté, y efectivamente trabaja en el complejo, bastantes plantas debajo mío. Qué casualidad, que pequeño es esto, y cosas así, y yo sin poder saludar ni expresarme bien dado el bolsón (no de Bilbo) que llevaba encima. Dos paradas después yo me tenía que bajar, para hacer el último intercambio que ya me dejaría en la línea de mi casa. Había en el fondo del vagón unas chicas haciendo mucho ruido, en lo que tenía todo el aspecto de ser una despedida de soltera, y nos reímos del escándalo que estaban montando. Llegué a mi parada, me despedí y baje camino a las abarrotadas escaleras, sobre todo de gente joven, que empezaba ya su noche loca de juerga, e iba pensando para mis adentros en lo difícil que es a veces ver a alguien y lo complicado que resulta coincidir con un conocido, y mira por donde, me acaba de suceder, qué cosas más raras, verdad??
Hago el intercambio y, con mi querida bolsa azul, esperando que llegue mi metro, miro al andén de enfrente, y allí veo a una chica que sí que conozco, que trabaja en la planta superior a la mía, y con la que me llevo bien. Y yo ya empiezo a pensar que una cámara me sigue, un programa de televisión de encuentros y coincidencias ha convencido a algunos amigos para ir poniéndose en mi camino para ver mis reacciones. No puede ser, dos en 20 minutos... Saludé a mi amiga desde el otro lado de las vías, efusivamente, pero no pude decirle porqué gesticulaba tanto ni tenía esa expresión de asombro al mirarla. Dudo que me hubiese creído.
Pues no se lo que saldrá, pero el Sábado debí hacer la primitiva, porque seguro que me hubiese tocado. Fui por la tarde noche al nuevo Ikea del nuevo ensanche de Vallecas, a comprar unas pocas cosas, y cómo estaba el Ikea, rebosante de gente por todas partes, y ya repleto de adornos navideños, cosa que me enfadó, porque esto de que la Navidad empiece tan pronto es cargante. Tras cenar en el barato pero agradable restaurante sueco, comprar algunos bártulos y una de esas bolsa azules horteras para poder llevármelos a casa, comencé el regreso en metro. Estaba esperando en la estación de Pacífico, intercambio de la línea 1 a la 6, en el andén de esta última, cuando me fijé que al lado mío había una chica que me sonaba mucho de cara, de verla por el Ministerio. Al subirme al vagón caí cerca de ella, y se lo comenté, y efectivamente trabaja en el complejo, bastantes plantas debajo mío. Qué casualidad, que pequeño es esto, y cosas así, y yo sin poder saludar ni expresarme bien dado el bolsón (no de Bilbo) que llevaba encima. Dos paradas después yo me tenía que bajar, para hacer el último intercambio que ya me dejaría en la línea de mi casa. Había en el fondo del vagón unas chicas haciendo mucho ruido, en lo que tenía todo el aspecto de ser una despedida de soltera, y nos reímos del escándalo que estaban montando. Llegué a mi parada, me despedí y baje camino a las abarrotadas escaleras, sobre todo de gente joven, que empezaba ya su noche loca de juerga, e iba pensando para mis adentros en lo difícil que es a veces ver a alguien y lo complicado que resulta coincidir con un conocido, y mira por donde, me acaba de suceder, qué cosas más raras, verdad??
Hago el intercambio y, con mi querida bolsa azul, esperando que llegue mi metro, miro al andén de enfrente, y allí veo a una chica que sí que conozco, que trabaja en la planta superior a la mía, y con la que me llevo bien. Y yo ya empiezo a pensar que una cámara me sigue, un programa de televisión de encuentros y coincidencias ha convencido a algunos amigos para ir poniéndose en mi camino para ver mis reacciones. No puede ser, dos en 20 minutos... Saludé a mi amiga desde el otro lado de las vías, efusivamente, pero no pude decirle porqué gesticulaba tanto ni tenía esa expresión de asombro al mirarla. Dudo que me hubiese creído.
viernes, octubre 26, 2007
Gore recibe su premio
En plena polémica sobre el clima, su cambio y demás, Albert Gore recibe hoy el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Yo, el año 2000, era un Gorista convencido, y deseaba que ganase a un tal George W. Bush, cuyo único mérito era ser el hijo del expresidente George Bush. Las papeletas de Florida y los señores que allí contaban, lupa en mano, los extraños agujeros de las papeletas “mariposa”, derrotaron a Gore, Bush se hizo presidente, y el candidato demócrata, patricio americano donde los haya, se quedó a las puertas de la gloria. ¿Qué hacer ahora, se debió preguntar el derrotado Gore?
Si algo ha demostrado Gore es que es americano. Inasequible al desaliento, optimista y nunca dado por vencido, el americano se rehace, se reinventa ante la adversidad, y quizás de ahí venga su éxito en los negocios y en al vida. A algunos nos hubiera entrado una depresión, o quizás simplemente nos quejaríamos asistiendo a extrañas tertulias de programas de televisión y entrevistas varias, pero Gore decidió rehacer su personaje, y empezó la batalla del cambio climático, que le ha proporcionado popularidad mundial, un Príncipe de Asturias y, toma ya, un Nóbel de la Paz. La pregunta sería ¿Sabe Gore de lo que habla cuando pronostica catástrofes por doquier? Como ayer afirmé me da la impresión de que no, pero es cierto que su labor de altavoz mediático puede contribuir a que la gente reflexione sobre sus extraños y poco saludables hábitos de vida. Cogemos el coche para hacer 300 metros hasta el kiosco de los periódicos, 200 de ellos atascados, y eso no es bueno ni para el coche, nosotros y el medio ambiente, provoque un cambio climático o no. Lo cierto es que el concepto, falso, de cambio climático ha cuajado, se usa por doquier, lo soluciona todo, y empieza a generar situaciones interesadas vestidas con el dorado y santo ropaje del ecologismo, la religión de la nueva era. Así, ayer Nicolas Sarkozy, el hiperactivo presidente francés, propuso gravar los productos provenientes de países que no hayan firmado el protocolo de Kyoto, para penalizarles por ser excesivamente contaminantes. Muy loable, bonito, y políticamente de lo más correcto. La bandera ecologista ondea sobre el palacio del Elíseo, y los gabachos avanzan por los Campos de Marte limpiando el aire y el mundo. Vale, pero, ¿hace esto Sarkozy por ecologismo? Me apuesto lo que se a que no.
Veamos, ¿Quién se ha proclamado esta semana como primer país exportador del mundo, superando a Alemania? China. ¿De qué otro país, fuera de la UE, claro, importa montones de cosas Francia? Sí, de los Estados Unidos. ¿Han firmado estos dos países el protocolo de Kyoto? NO. Vaya, vaya, a ver si va a ser que Sarkozy lo que está proponiendo es una medida tan antigua e ineficaz como un impuesto de entrada para defender a las empresas francesas de los competidores, pero envuelto en la moderna bandera del ecologismo, para que nadie proteste y le acuse de proteccionista.... Como diría un compatriota del galo, tiene vista este Sarkozy!!!
Si algo ha demostrado Gore es que es americano. Inasequible al desaliento, optimista y nunca dado por vencido, el americano se rehace, se reinventa ante la adversidad, y quizás de ahí venga su éxito en los negocios y en al vida. A algunos nos hubiera entrado una depresión, o quizás simplemente nos quejaríamos asistiendo a extrañas tertulias de programas de televisión y entrevistas varias, pero Gore decidió rehacer su personaje, y empezó la batalla del cambio climático, que le ha proporcionado popularidad mundial, un Príncipe de Asturias y, toma ya, un Nóbel de la Paz. La pregunta sería ¿Sabe Gore de lo que habla cuando pronostica catástrofes por doquier? Como ayer afirmé me da la impresión de que no, pero es cierto que su labor de altavoz mediático puede contribuir a que la gente reflexione sobre sus extraños y poco saludables hábitos de vida. Cogemos el coche para hacer 300 metros hasta el kiosco de los periódicos, 200 de ellos atascados, y eso no es bueno ni para el coche, nosotros y el medio ambiente, provoque un cambio climático o no. Lo cierto es que el concepto, falso, de cambio climático ha cuajado, se usa por doquier, lo soluciona todo, y empieza a generar situaciones interesadas vestidas con el dorado y santo ropaje del ecologismo, la religión de la nueva era. Así, ayer Nicolas Sarkozy, el hiperactivo presidente francés, propuso gravar los productos provenientes de países que no hayan firmado el protocolo de Kyoto, para penalizarles por ser excesivamente contaminantes. Muy loable, bonito, y políticamente de lo más correcto. La bandera ecologista ondea sobre el palacio del Elíseo, y los gabachos avanzan por los Campos de Marte limpiando el aire y el mundo. Vale, pero, ¿hace esto Sarkozy por ecologismo? Me apuesto lo que se a que no.
Veamos, ¿Quién se ha proclamado esta semana como primer país exportador del mundo, superando a Alemania? China. ¿De qué otro país, fuera de la UE, claro, importa montones de cosas Francia? Sí, de los Estados Unidos. ¿Han firmado estos dos países el protocolo de Kyoto? NO. Vaya, vaya, a ver si va a ser que Sarkozy lo que está proponiendo es una medida tan antigua e ineficaz como un impuesto de entrada para defender a las empresas francesas de los competidores, pero envuelto en la moderna bandera del ecologismo, para que nadie proteste y le acuse de proteccionista.... Como diría un compatriota del galo, tiene vista este Sarkozy!!!
jueves, octubre 25, 2007
Mi primo el meteorólogo
Menuda la que se ha organizado con las declaraciones de Mariano Rajoy al respecto del espeso asunto del cambio climático, en las que afirmaba que él no sabe mucho de eso, pero se escudaba en que su primo sí. Al parecer el famoso primo, que rivaliza ya con el de Zumosol, es un catedrático de física de una universidad sevillana, por lo que tampoco es un iletrado. Al instante todo el mundo ha caído sobre Rajoy, acusándole de frívolo, desnortado, inculto e, incluso, negacionista, término que hasta ahora sólo se usaba para calificar a aquellos que combaten la teoría Darviniana de la selección natural
Rajoy ha metido pata y se ha equivocado hasta el fondo, tanto por lo que dijo por cómo lo dijo. Repantigado en la silla, con una pose de “este asunto ni me va ni me viene” daba una imagen despreocupada, apática y muy poco seria. En lo que dijo, respecto a que si no se sabe cual va a ser el tiempo hoy difícilmente se va a saber lo que hará en trescientos años, demostró una muy escasa cultura científica, pero en esto no es el único, porque como el resto de políticos españoles, la opinión pública en general, no sólo la española, e incluso el mismísimo San Gore, se produce una total confusión entre asuntos tan distintos como el tiempo (lo que hará a corto plazo, lloverá mañana o no, etc) y el clima, que es la evolución meteorológica en el largo plazo, y que se define por tener unas características (temperatura medias, lluvias, regímenes de viento, etc) estables, fruto de una tendencia de cientos de años. Hoy puede llover (en Madrid parece que no) y el 25 de Octubre de 2507 puede que llueva en Madrid (o no) pero el clima en esos dos momentos del tiempo puede ser distinto. Esta confusión, importante, está en la base del debate que sobre el concepto del cambio climático y el calentamiento global se desarrolla en muchos equipos científicos, pero no entre los políticos, que han encontrado en esto un banderín de enganche electoral dulce y sabroso. El tiempo, el clima, y todas sus vertientes, son uno de los asuntos técnicamente más complejos que existen. Es un sistema no lineal y caótico por definición y, como en la economía, todas nuestras leyes físicas, definidas para un bonito y sencillo mundo lineal y Newtoniano, chocan contra unos sucesos que se nos escapan. Yo creo que no estamos ante un proceso de cambio climático, y si es así, no veremos su resultados hasta dentro de muchas décadas, por lo que me da la impresión de que ninguno de los ahora presentes está en riesgo por ese supuesto cataclismo que se nos avecina.
Pero, y esto lo digo siempre, hubiera o no ese supuesto cambio, quemar petróleo en los coches, que se obtiene pagando un dineral a dictaduras arábigas y otros regímenes igualmente execrables, es uno de los mayores suicidios morales y económicos que puede haber. Este pasado Martes la capa de contaminación que cubría Madrid era enorme, y eso lo estábamos respirando todos, y causa muertes contantes y sonantes cada año, no en base a predicciones futuras, sino a cánceres presentes. ¿Qué opinan Rajoy y Zapatero de eso? ¿Y Albert Gore? Porque actuar sobre esto sí afectaría a nuestros bolsillos a muy corto plazo, y eso no es tan bonito, verdad, políticos de nuestros amores?
Rajoy ha metido pata y se ha equivocado hasta el fondo, tanto por lo que dijo por cómo lo dijo. Repantigado en la silla, con una pose de “este asunto ni me va ni me viene” daba una imagen despreocupada, apática y muy poco seria. En lo que dijo, respecto a que si no se sabe cual va a ser el tiempo hoy difícilmente se va a saber lo que hará en trescientos años, demostró una muy escasa cultura científica, pero en esto no es el único, porque como el resto de políticos españoles, la opinión pública en general, no sólo la española, e incluso el mismísimo San Gore, se produce una total confusión entre asuntos tan distintos como el tiempo (lo que hará a corto plazo, lloverá mañana o no, etc) y el clima, que es la evolución meteorológica en el largo plazo, y que se define por tener unas características (temperatura medias, lluvias, regímenes de viento, etc) estables, fruto de una tendencia de cientos de años. Hoy puede llover (en Madrid parece que no) y el 25 de Octubre de 2507 puede que llueva en Madrid (o no) pero el clima en esos dos momentos del tiempo puede ser distinto. Esta confusión, importante, está en la base del debate que sobre el concepto del cambio climático y el calentamiento global se desarrolla en muchos equipos científicos, pero no entre los políticos, que han encontrado en esto un banderín de enganche electoral dulce y sabroso. El tiempo, el clima, y todas sus vertientes, son uno de los asuntos técnicamente más complejos que existen. Es un sistema no lineal y caótico por definición y, como en la economía, todas nuestras leyes físicas, definidas para un bonito y sencillo mundo lineal y Newtoniano, chocan contra unos sucesos que se nos escapan. Yo creo que no estamos ante un proceso de cambio climático, y si es así, no veremos su resultados hasta dentro de muchas décadas, por lo que me da la impresión de que ninguno de los ahora presentes está en riesgo por ese supuesto cataclismo que se nos avecina.
Pero, y esto lo digo siempre, hubiera o no ese supuesto cambio, quemar petróleo en los coches, que se obtiene pagando un dineral a dictaduras arábigas y otros regímenes igualmente execrables, es uno de los mayores suicidios morales y económicos que puede haber. Este pasado Martes la capa de contaminación que cubría Madrid era enorme, y eso lo estábamos respirando todos, y causa muertes contantes y sonantes cada año, no en base a predicciones futuras, sino a cánceres presentes. ¿Qué opinan Rajoy y Zapatero de eso? ¿Y Albert Gore? Porque actuar sobre esto sí afectaría a nuestros bolsillos a muy corto plazo, y eso no es tan bonito, verdad, políticos de nuestros amores?
miércoles, octubre 24, 2007
Extraños en un tren
Esta semana los trenes son noticia, y no precisamente por nada bueno. Al desastre de las obras del AVE en Barcelona, por el que cientos de miles de ciudadanos sufren penurias cada día y por el que ningún político del gobierno central o la Generalitat tendrá la mínima vergüenza de largarse a su casa para no volver más, se han sumado las imágenes de la agresión racista cometida por un salvaje en un tren, también en Barcelona (ya es casualidad, para un convoy que funciona...) y que han dejado a la opinión pública bastante impactada, aunque aún debiera estarlo más, creo yo.
El sujeto, que se llama Sergi Xavier Martín Martínez, en unas declaraciones que, lejos de exculparle, le complementan de manera absoluta, ha dicho cosas del tipo “No sé lo que pasó, iba borracho y punto” y ""Se me ha ido la olla pero mucho". Todo un ejemplo de argumentación y solidez intelectual. Seguro que sus familiares dicen que es un chico muy majo y agradable, y que esto “sólo es una trastada” o algo por el estilo, pero las imágenes muestran a alguien muy seguro de sí mismo, que no se tambalea, ni oscila, y que tiene todo el aspecto de estar contando por el móvil a sus amigos la “hazaña” que está cometiendo, él, el más chulo del barrio, el más fuerte. Como muestra de cómo funciona este país, sus trenes y su justicia, la fiscalía no se personó en la causa inicial, y el pajarito está ahora en libertad sin cargos. Ahora, tras el escándalo, el Ministerio Fiscal ha dicho que va a ser implacable, pero podía haberlo sido hace unos o dos días, en vez de estar mirando al techo o haciendo otras cosas más inconfesables. Sin embargo quiero seguir fijándome en las imágenes, porque hay una cosa que me asombra y asusta considerablemente. En ellas, mientras la joven ecuatoriana ve aterrada como ese sujeto se ensaña cada vez más, se aprecia a la derecha de la imagen de otra joven que asiste impertérrita a todo la escena, desarrollada toda ella en un vagón que, por lo demás, está completamente vacío. Ayer en algunas tertulias y artículos se denunciaba que esto demuestra de la insolidaria sociedad en la que vivimos, en al que cada uno pasa de los demás, y cosas por el estilo. Reflexiones ciertas, sí, pero que en este caso exhalan más moralina que realidad, porque si habitualmente la masa actúa amparada en el anonimato, como una horda muchas veces, es en la soledad donde se demuestra la valentía (o el miedo) de cada uno de nosotros, y aquí la debilidad aflora por todas partes.
Es decir, preguntémonos cada uno, sinceramente ¿qué hubiese hecho yo, sólo, en esa situación? ¿Hubiera defendido a quien lo necesitaba y actuado contra el malvado? ¿O me habría quedado quieto, probablemente asustado, deseando que aquello pasase sin que yo recibiera golpe alguno? Yo, haciéndome ayer esta pregunta, me contestaba que, con un alto grado de probabilidad, me hubiera acobardado, me habría sentido atemorizado y me hubiese quedado sentado en la silla como la acompañante de la imagen. Ojala en ese momento me saliera la vena de héroe, de ciudadano en este caso, pero tengo muchas dudas. Y eso no es moralina, es el miedo, que alienta a esta gentuza a actuar, y que sólo una justicia rígida y dura puede controlar, y garantizar a los ciudadanos temerosos la seguridad. Vaya papeleta.
El sujeto, que se llama Sergi Xavier Martín Martínez, en unas declaraciones que, lejos de exculparle, le complementan de manera absoluta, ha dicho cosas del tipo “No sé lo que pasó, iba borracho y punto” y ""Se me ha ido la olla pero mucho". Todo un ejemplo de argumentación y solidez intelectual. Seguro que sus familiares dicen que es un chico muy majo y agradable, y que esto “sólo es una trastada” o algo por el estilo, pero las imágenes muestran a alguien muy seguro de sí mismo, que no se tambalea, ni oscila, y que tiene todo el aspecto de estar contando por el móvil a sus amigos la “hazaña” que está cometiendo, él, el más chulo del barrio, el más fuerte. Como muestra de cómo funciona este país, sus trenes y su justicia, la fiscalía no se personó en la causa inicial, y el pajarito está ahora en libertad sin cargos. Ahora, tras el escándalo, el Ministerio Fiscal ha dicho que va a ser implacable, pero podía haberlo sido hace unos o dos días, en vez de estar mirando al techo o haciendo otras cosas más inconfesables. Sin embargo quiero seguir fijándome en las imágenes, porque hay una cosa que me asombra y asusta considerablemente. En ellas, mientras la joven ecuatoriana ve aterrada como ese sujeto se ensaña cada vez más, se aprecia a la derecha de la imagen de otra joven que asiste impertérrita a todo la escena, desarrollada toda ella en un vagón que, por lo demás, está completamente vacío. Ayer en algunas tertulias y artículos se denunciaba que esto demuestra de la insolidaria sociedad en la que vivimos, en al que cada uno pasa de los demás, y cosas por el estilo. Reflexiones ciertas, sí, pero que en este caso exhalan más moralina que realidad, porque si habitualmente la masa actúa amparada en el anonimato, como una horda muchas veces, es en la soledad donde se demuestra la valentía (o el miedo) de cada uno de nosotros, y aquí la debilidad aflora por todas partes.
Es decir, preguntémonos cada uno, sinceramente ¿qué hubiese hecho yo, sólo, en esa situación? ¿Hubiera defendido a quien lo necesitaba y actuado contra el malvado? ¿O me habría quedado quieto, probablemente asustado, deseando que aquello pasase sin que yo recibiera golpe alguno? Yo, haciéndome ayer esta pregunta, me contestaba que, con un alto grado de probabilidad, me hubiera acobardado, me habría sentido atemorizado y me hubiese quedado sentado en la silla como la acompañante de la imagen. Ojala en ese momento me saliera la vena de héroe, de ciudadano en este caso, pero tengo muchas dudas. Y eso no es moralina, es el miedo, que alienta a esta gentuza a actuar, y que sólo una justicia rígida y dura puede controlar, y garantizar a los ciudadanos temerosos la seguridad. Vaya papeleta.
martes, octubre 23, 2007
Arte, diseño y emociones (para EAVdP)
Ayer por la tarde, en compañía de una buena amiga, visité una exposición fotográfica en el Museo Reina Sofía, museo más conocido últimamente por la controversia que causa la posición de sus directoras y su gestión cultural que por la labor estrictamente expositiva. La exposición es bonita, aunque ambos echamos en falta que aquellas imágenes que reflejaban paisaje so edificios no estuviesen localizadas, impidiendo así poder hacerse uno a la idea de que lugar era el retratado, cual es su contexto, y si alguna vez nos habíamos situado en él o no.
Tras ver los cuadros fuimos a la cafetería del muso para tomar algo, y como no podía ser menos tratándose de un museo de arte moderno, la cafetería era muy de diseño vanguardista, de esos que a uno no le dejan indiferente, aunque si te piden describirlo te quedas un poco cortado. Muchos colorines, cristales y mesas extrañas en un edificio situado en la parte lateral de la ampliación de Jean Nouvell, ampliación que, como yo señalé, no ha sido publicitada ni en fotos ni en cartelería casi en ningún lado. ¿Por qué esa falta de marketing, de ganas de vender? Seguro que de tratarse de ese mismo edifico en, por ejemplo, París o Kuala Lumpur se habría convertido ya en un referente, en una imagen familiar de fotografías, anuncios, etc. Quizás lo que ocurre, aunque de esto se poco la verdad, es que los museos de arte moderno se enfrentan a un enorme problema, y es que, en general (y es mi opinión) las obras de arte calificadas como “modernas” no logran emocionar al espectador. Uno ve un Velázquez, o un Monet, o un Tizinao, y se siente interpelado por el cuadro, le surge un sentimiento, más o menos intenso, pero algo. Al ver a Warhol o a Rotko muchas veces surge esa idea de “eso podría hacerlo hasta yo” o similares, habitualmente repetidas a los sobrinos o a los hijos (depende de la edad del interpelado). Y eso quizás porque al emoción que recibe el espectador de al obra no es suficiente. De esta forma, los museos pierden parte de su atractivo, y han encontrado como solucione el convertirse ellos mismos en piezas de diseño, en objetos de exhibición. Es el llamado efecto Guggenheim, que con su sede de Bilbao como referente a extendido la moda de los museos (y en general, edificios públicos y privados de gran volumen) como elementos icónicos. Todo el mundo quiere su Guggenheim, toda ciudad lucha por logar algo así, y eso es difícil, y se corre el riesgo de banalizar no sólo el interior sino, a la larga, al propia sede del museo. ¿Cuál será la imagen del Guggenheim dentro de cien años? ¿Seguirá gustando? ¿Será un clásico o se considerará como una horterada típica de aquella época?
En fin, la verdad es que todo esto es muy interesante, pero ayer con mi amiga hablé poco de estética y filosofía, y sí mucho de asuntos más prosaicos, laborales y, desde luego, poco relacionados con el arte y la “emoción”. Sin embargo, al contrario que las obras que no emocionan o los edificios que se ahuecan, ayer pude comprobar como una mente despierta y vitalista es capaz de irradiar optimismo, alegría y ganas, y que ante una personalidad que sabe lo que quiera, que conoce lo que aspira y siente lo que le rodea, el resto del mundo no es más que un ramillete de oportunidades ante sus pies. En definitiva, una buena y muy completa tarde en el museo.
Tras ver los cuadros fuimos a la cafetería del muso para tomar algo, y como no podía ser menos tratándose de un museo de arte moderno, la cafetería era muy de diseño vanguardista, de esos que a uno no le dejan indiferente, aunque si te piden describirlo te quedas un poco cortado. Muchos colorines, cristales y mesas extrañas en un edificio situado en la parte lateral de la ampliación de Jean Nouvell, ampliación que, como yo señalé, no ha sido publicitada ni en fotos ni en cartelería casi en ningún lado. ¿Por qué esa falta de marketing, de ganas de vender? Seguro que de tratarse de ese mismo edifico en, por ejemplo, París o Kuala Lumpur se habría convertido ya en un referente, en una imagen familiar de fotografías, anuncios, etc. Quizás lo que ocurre, aunque de esto se poco la verdad, es que los museos de arte moderno se enfrentan a un enorme problema, y es que, en general (y es mi opinión) las obras de arte calificadas como “modernas” no logran emocionar al espectador. Uno ve un Velázquez, o un Monet, o un Tizinao, y se siente interpelado por el cuadro, le surge un sentimiento, más o menos intenso, pero algo. Al ver a Warhol o a Rotko muchas veces surge esa idea de “eso podría hacerlo hasta yo” o similares, habitualmente repetidas a los sobrinos o a los hijos (depende de la edad del interpelado). Y eso quizás porque al emoción que recibe el espectador de al obra no es suficiente. De esta forma, los museos pierden parte de su atractivo, y han encontrado como solucione el convertirse ellos mismos en piezas de diseño, en objetos de exhibición. Es el llamado efecto Guggenheim, que con su sede de Bilbao como referente a extendido la moda de los museos (y en general, edificios públicos y privados de gran volumen) como elementos icónicos. Todo el mundo quiere su Guggenheim, toda ciudad lucha por logar algo así, y eso es difícil, y se corre el riesgo de banalizar no sólo el interior sino, a la larga, al propia sede del museo. ¿Cuál será la imagen del Guggenheim dentro de cien años? ¿Seguirá gustando? ¿Será un clásico o se considerará como una horterada típica de aquella época?
En fin, la verdad es que todo esto es muy interesante, pero ayer con mi amiga hablé poco de estética y filosofía, y sí mucho de asuntos más prosaicos, laborales y, desde luego, poco relacionados con el arte y la “emoción”. Sin embargo, al contrario que las obras que no emocionan o los edificios que se ahuecan, ayer pude comprobar como una mente despierta y vitalista es capaz de irradiar optimismo, alegría y ganas, y que ante una personalidad que sabe lo que quiera, que conoce lo que aspira y siente lo que le rodea, el resto del mundo no es más que un ramillete de oportunidades ante sus pies. En definitiva, una buena y muy completa tarde en el museo.
lunes, octubre 22, 2007
Otro polvorín
Como teníamos pocas zonas conflictivas en el mundo, no pasa nada por otra más, verdad? El Kurdistán, esa franja de tierra difícil de delimitar, que bordea Irak, Irán y Turquía amenaza con convertirse en el escenario de otro conflicto, aunque siendo sinceros este tiene poco de sorpresivo, porque las escaramuzas entre el ejercito turco y los miembros del PKK, que así se denomina el partido independentista kurdo, vienen de lejos, y el terrorismo kurdo en Turquí aún más. Lo malo es que todo esto ha cerrado lo que podríamos llamar “la semana turca horribilis”
Semana que, hasta ayer, había alcanzado su punto culminante el Jueves, con la condena expresa de la Cámara de representantes de Estados Unidos al genocidio que los turcos cometieron sobre los armenios en la I Guerra Mundial. Pese a que fue el antiguo imperio otomano el causante de la masacre, el actual gobierno turco deja de restarle importancia, impidiendo que se use el término genocidio para algo que, según el consenso de los historiadores, sí lo fue. Esto ha deteriorado las relaciones con los americanos, vitales para unos y otros por la vecindad de Turquía con el polvorín de Irak y el pasillo aéreo que proporciona a los aviones americanos. Por su parte contar con el apoyo de EE.UU. es un gran aval para el gobierno de Ankara en su proyección internacional, y en sus reivindicaciones, entre las que se incluye el ansiado ingreso en la Unión Europea. Sin embargo, la reciente elección de Abdula Gul como primer ministro, dado su carácter proislámico, ha deteriorado las relaciones del país con sus socios occidentales, y ahora estalla el asunto kurdo, en una región plagada de enfrentamientos políticos y religiosos, yacimientos petrolíferos y de gas, oleoductos trazados, en construcción o proyectados, y, en general, una colusión de intereses que pueden hacer imposible lograr una situación de estabilidad a largo plazo. Mal panorama para Turquía, que puede involucrarse en una especie de guerra contra los separatistas kurdos (ayer murieron más de diez soldados turcos y ya sabemos como se las gasta el ejército allí) y ni me imagino las consecuencias que todo esto puede tener en eso que llamamos Irak. Si ahora el centro y sur del país son escenarios de atentados continuos y están desgobernados, una revuelta en el norte puede hacer saltar el país del todo, en una especie de señal de tonto el último, o mejor, sálvese quién pueda.
Y es una pena, porque Turquía posee una historia fascinante. Siempre a caballo entre occidente y oriente, ha tendido puentes que han unido los dos mundos, y no solo figurativamente. Estambul, la ciudad fronteriza, es un puente físico que salva el estrecho del Bósforo, frontera natural de Europa por ese flanco. Aunque otros libros del autor no me han gustado, recomiendo a los interesados que lean “Estambul: ciudad y recuerdos” de Orhan Pamuk, todo un canto de amor a su ciudad desde su infancia hasta hoy, y un relato de las dificultades que supone vivir entre esos dos mundos, con su violencia, sus retos y sus pasiones.
Semana que, hasta ayer, había alcanzado su punto culminante el Jueves, con la condena expresa de la Cámara de representantes de Estados Unidos al genocidio que los turcos cometieron sobre los armenios en la I Guerra Mundial. Pese a que fue el antiguo imperio otomano el causante de la masacre, el actual gobierno turco deja de restarle importancia, impidiendo que se use el término genocidio para algo que, según el consenso de los historiadores, sí lo fue. Esto ha deteriorado las relaciones con los americanos, vitales para unos y otros por la vecindad de Turquía con el polvorín de Irak y el pasillo aéreo que proporciona a los aviones americanos. Por su parte contar con el apoyo de EE.UU. es un gran aval para el gobierno de Ankara en su proyección internacional, y en sus reivindicaciones, entre las que se incluye el ansiado ingreso en la Unión Europea. Sin embargo, la reciente elección de Abdula Gul como primer ministro, dado su carácter proislámico, ha deteriorado las relaciones del país con sus socios occidentales, y ahora estalla el asunto kurdo, en una región plagada de enfrentamientos políticos y religiosos, yacimientos petrolíferos y de gas, oleoductos trazados, en construcción o proyectados, y, en general, una colusión de intereses que pueden hacer imposible lograr una situación de estabilidad a largo plazo. Mal panorama para Turquía, que puede involucrarse en una especie de guerra contra los separatistas kurdos (ayer murieron más de diez soldados turcos y ya sabemos como se las gasta el ejército allí) y ni me imagino las consecuencias que todo esto puede tener en eso que llamamos Irak. Si ahora el centro y sur del país son escenarios de atentados continuos y están desgobernados, una revuelta en el norte puede hacer saltar el país del todo, en una especie de señal de tonto el último, o mejor, sálvese quién pueda.
Y es una pena, porque Turquía posee una historia fascinante. Siempre a caballo entre occidente y oriente, ha tendido puentes que han unido los dos mundos, y no solo figurativamente. Estambul, la ciudad fronteriza, es un puente físico que salva el estrecho del Bósforo, frontera natural de Europa por ese flanco. Aunque otros libros del autor no me han gustado, recomiendo a los interesados que lean “Estambul: ciudad y recuerdos” de Orhan Pamuk, todo un canto de amor a su ciudad desde su infancia hasta hoy, y un relato de las dificultades que supone vivir entre esos dos mundos, con su violencia, sus retos y sus pasiones.
viernes, octubre 19, 2007
Los duelistas
Este Domingo es el día del calvo de la tele, que ya no es el de la lotería, sino Lobato, el de Tele5. Por la tarde, cuando el sol se oculte en España e Inglaterra, todos mirarán a Brasil, y no a sus playas, para ver como acaba el campeonato del mundo de Fórmula 1. Alonso vs Hamilton, Hamilton vs Alonso, y los aficionados enfervorizados gritando desde sus casa cada curva, cada parada de reportaje y todos con el corazón en un puño por saber quién ganará el mundial más reñido, sucio y antideportivo que se recuerda en este deporte para minorías.
Menuda la que se ha organizado con esto. De creer que el campeonato estaba ganado por Alonso hemos pasado a una extraña situación en la que un desconocido, Luís Hamilton, inglés, como el equipo Mclaren, se ha convertido en la niña mimada del equipo y, con unos jueces que no le han penalizado en exceso, mucha suerte, algunas ayudas extradeportivas y, no lo neguemos, muy buena conducción, ha llegado a liderar el campeonato del mundo a falta de la última carrera, a la que Hamilton llega con 107 puntos y Alonso con 103. Pero ya se sabe que, pese a que no logro entenderlo, lo del deporte levanta pasiones ardorosas. La lucha entre los dos, y las acusaciones de favoritismo a Mclaren a favor del piloto inglés, las declaraciones cruzadas de unos y otros, las acusaciones de espionaje y demás han degenerado en una bronca monumental que se extiende por los despachos y sedes empresariales. El Santander ha pagado 60 millones de euros por cuatro años de patrocinio a la escudería, y no le gusta la actitud de Ron Dennis, cabeza visible del equipo, y lo llamó a principios de semana a la central, en Boadilla del Monte, para exigirle que cesara este espectáculo que empieza a notarse en sus cuentas, al darse de baja algunos clientes. Vodafone España, empresa inglesa para más señas, también está notando esta polémica en sus carnes, y en cada uno de los países se crucifica al rival contrario, acusándole de todo, y se loa al propio de una manera algo infantil y palurda. Recuerdo en el hotel de Bruselas como la BBC World alababa a Hamilton sin cesar y acusaba a Alonso de lo que aquí se le achaca al piloto inglés. Por otra la imaginación patria no cesa, y esta web es un buen ejemplo de ello...
Personalmente prefiero que gane Alonso, pero si lo hace Hamilton no me iba a dar un disgusto. Siendo sinceros, el chico es bueno, y pilota muy bien, y es un crío, y admitamos que no estaría donde está si no fuese bueno, le hubieran ayudado o no. Lo más divertido sería que, uno con otro, se eliminases y Raikonnen, el eterno tapado, el Carlos Saínz finlandés, que conduce de maravilla y casi siempre, cuando está a punto de ganar se le rompe el coche, se llevase el gato al agua, cosa que puede suceder perfectamente. Quizás incluso fuera un resultado con más justicia poética. Los niños pierden y los serios adultos ganan. La solución, el Domingo.
Menuda la que se ha organizado con esto. De creer que el campeonato estaba ganado por Alonso hemos pasado a una extraña situación en la que un desconocido, Luís Hamilton, inglés, como el equipo Mclaren, se ha convertido en la niña mimada del equipo y, con unos jueces que no le han penalizado en exceso, mucha suerte, algunas ayudas extradeportivas y, no lo neguemos, muy buena conducción, ha llegado a liderar el campeonato del mundo a falta de la última carrera, a la que Hamilton llega con 107 puntos y Alonso con 103. Pero ya se sabe que, pese a que no logro entenderlo, lo del deporte levanta pasiones ardorosas. La lucha entre los dos, y las acusaciones de favoritismo a Mclaren a favor del piloto inglés, las declaraciones cruzadas de unos y otros, las acusaciones de espionaje y demás han degenerado en una bronca monumental que se extiende por los despachos y sedes empresariales. El Santander ha pagado 60 millones de euros por cuatro años de patrocinio a la escudería, y no le gusta la actitud de Ron Dennis, cabeza visible del equipo, y lo llamó a principios de semana a la central, en Boadilla del Monte, para exigirle que cesara este espectáculo que empieza a notarse en sus cuentas, al darse de baja algunos clientes. Vodafone España, empresa inglesa para más señas, también está notando esta polémica en sus carnes, y en cada uno de los países se crucifica al rival contrario, acusándole de todo, y se loa al propio de una manera algo infantil y palurda. Recuerdo en el hotel de Bruselas como la BBC World alababa a Hamilton sin cesar y acusaba a Alonso de lo que aquí se le achaca al piloto inglés. Por otra la imaginación patria no cesa, y esta web es un buen ejemplo de ello...
Personalmente prefiero que gane Alonso, pero si lo hace Hamilton no me iba a dar un disgusto. Siendo sinceros, el chico es bueno, y pilota muy bien, y es un crío, y admitamos que no estaría donde está si no fuese bueno, le hubieran ayudado o no. Lo más divertido sería que, uno con otro, se eliminases y Raikonnen, el eterno tapado, el Carlos Saínz finlandés, que conduce de maravilla y casi siempre, cuando está a punto de ganar se le rompe el coche, se llevase el gato al agua, cosa que puede suceder perfectamente. Quizás incluso fuera un resultado con más justicia poética. Los niños pierden y los serios adultos ganan. La solución, el Domingo.
jueves, octubre 18, 2007
Planeta amañado
La verdad es que este asunto del premio Planeta no me importa demasiado, aunque sí es un síntoma revelador de hasta que punto degenera la catadura moral de nuestra sociedad. El segundo premio literario mejor dotado del mundo, 600.000 euros, sólo por debajo del Nóbel, y su ganador y finalistas son conocidos por todo el mundo uno o dos días antes de que se produzcan las “votaciones del jurado” reunido en una macrocena barcelonesa, en la que los cientos de asistentes esperan expectantes, y aguardan la “sorpresa” del resultado. Un asunto algo chistoso, bufo y, desde luego, bastante hipócrita.
El finalista de este año ha sido Boris Izaguirre, y el título de ganador se lo ha llevado Juan José Millás, con lo que ya tenemos la pareja que Planeta va a girar por todo el país en la campaña de promoción que sigue a esta gala (en el caso de Boris esto ya suena a poligamia). Y mira que a mi todo esto me extraña, porque Planeta es una editorial enorme, muy poderosa, y que tiene una imagen de seriedad tras años de ejercicio de la familia Lara. ¿Cómo en su premio se presta a hacer semejante paripé? Se preguntaba ayer Javier Pérez de Albéniz en su blog como es posible que todo este montaje no suscite críticas mordaces entre el mundo cultural español, y creo que se responde maravillosamente, sugiriendo que por la pasta calla el pez, y que si se revienta el tinglado habrá autores que no podrán cobrar tan suculento premio y muchos otros que se verán penalizados a la hora de publicar en un sello editorial que garantiza muchas venta, y que posee medios de comunicación poderosos (Antena3, Onda Cero, etc) como para ocultar figuras literarias y de cualquier otro tipo. En fin, una historia de vodevil, que lo mejor es tomárselo a guasa, y justo eso es lo que hicieron en La Brújula, de Onda Cero, este pasado Martes. Varios contertulios, entre ellos David Gistau y Elena Vallvey, se tomaban a chirigota la seriedad con la que Carlos Alsina, el genial presentador del programa, conectaba cada media hora con Barcelona para ver como iban las votaciones. Los dos periodistas dijeron desde las 22:10 quién iba a ganar y ser el finalista, a lo que Alsina respondía irónicamente diciendo que esos eran los rumores que más se oían, pero que pudiera haber sorpresas “como son habituales en estos premios” y claro, las risitas dominaban todo el estudio de radio.
A las 23:30 ya se sabían de que iba cada una de las novelas premiadas, y las quinielas acertaron de pleno. Lo más divertido es que al iniciar la lectura de los titulares de la prensa del día siguiente, tanto El País como La Vanguardia (y esta última con editorial incluido) ya traían los nombres del ganador y el finalista, impreso sen tinta de rotativa media hora antes de conocerse el secretísimo fallo del jurado. Antes esto el cachondeo ya era general. Y a las 23:45, cuando se anunció el 2º premio de Boris y luego el de Millás la “sorpresa” era absoluta. “No me lo puedo creer, es imposible, jamás lo hubiera supuesto” clamaba Gistau con voz afectada.....
El finalista de este año ha sido Boris Izaguirre, y el título de ganador se lo ha llevado Juan José Millás, con lo que ya tenemos la pareja que Planeta va a girar por todo el país en la campaña de promoción que sigue a esta gala (en el caso de Boris esto ya suena a poligamia). Y mira que a mi todo esto me extraña, porque Planeta es una editorial enorme, muy poderosa, y que tiene una imagen de seriedad tras años de ejercicio de la familia Lara. ¿Cómo en su premio se presta a hacer semejante paripé? Se preguntaba ayer Javier Pérez de Albéniz en su blog como es posible que todo este montaje no suscite críticas mordaces entre el mundo cultural español, y creo que se responde maravillosamente, sugiriendo que por la pasta calla el pez, y que si se revienta el tinglado habrá autores que no podrán cobrar tan suculento premio y muchos otros que se verán penalizados a la hora de publicar en un sello editorial que garantiza muchas venta, y que posee medios de comunicación poderosos (Antena3, Onda Cero, etc) como para ocultar figuras literarias y de cualquier otro tipo. En fin, una historia de vodevil, que lo mejor es tomárselo a guasa, y justo eso es lo que hicieron en La Brújula, de Onda Cero, este pasado Martes. Varios contertulios, entre ellos David Gistau y Elena Vallvey, se tomaban a chirigota la seriedad con la que Carlos Alsina, el genial presentador del programa, conectaba cada media hora con Barcelona para ver como iban las votaciones. Los dos periodistas dijeron desde las 22:10 quién iba a ganar y ser el finalista, a lo que Alsina respondía irónicamente diciendo que esos eran los rumores que más se oían, pero que pudiera haber sorpresas “como son habituales en estos premios” y claro, las risitas dominaban todo el estudio de radio.
A las 23:30 ya se sabían de que iba cada una de las novelas premiadas, y las quinielas acertaron de pleno. Lo más divertido es que al iniciar la lectura de los titulares de la prensa del día siguiente, tanto El País como La Vanguardia (y esta última con editorial incluido) ya traían los nombres del ganador y el finalista, impreso sen tinta de rotativa media hora antes de conocerse el secretísimo fallo del jurado. Antes esto el cachondeo ya era general. Y a las 23:45, cuando se anunció el 2º premio de Boris y luego el de Millás la “sorpresa” era absoluta. “No me lo puedo creer, es imposible, jamás lo hubiera supuesto” clamaba Gistau con voz afectada.....
miércoles, octubre 17, 2007
7.000 años
Lo siento en el alma, lectores, pero hoy me toca hablar de............ Ibarretxe. Supongo que al escribir esto, si alguien lo lee, huirá espantado, corriendo hacia la puerta más cercana, y como en las viñetas de los Simpson, se oirá arrancar un coche y unas ruedas chirriantes, síntoma de huída lo más velozmente posible, pero no queda más remedio que hacerlo, y no es lo que más me apetezca, pero son los designios de la actualidad, aunque esto suena a historia mil veces vista, y de hecho es una repetición de lo de hace ya tres años.
Ibarrtexe es muchas cosas, y se le pueden llamar otra tantas, pero por encima de todo es un pesado. Inasequible al desaliento, y siempre con su Raca Raca inmortalizado ya por Peridis, parece no darse cuenta de que su obstinación a ninguna parte y su empeño en sacar adelante su famoso plan no sirven nada más que para crispar a la gente, dividir a todo el mundo, crear otro problema artificial a la montaña de problemas reales y ficticios que sufrimos y dar la imagen de que la iluminación y el onanismo político son rentables. También es cierto que esta puede ser la única vía por la que Juanjo consiga hacerse con parte del control del PNV y así lograr presentarse como Lehendakari nuevamente (qué pesadilla!!!) a las próximas elecciones, y la verdad es que en ese plano no le va mal el negocio, porque uno de sus detractores internos, Imaz, lo deja, y con esa baja el protagonismo de Ibarretexe como bandera del PNV crece. La cuestión es que, sea por una causa o por la otra, ahí sigue el tío dando la plasta con su idea, y con un grado de obcecación y de falta de realismo digno de estudio psiquiátrico. Ayer mismo, tras recibir un contundente NO por parte de Zapatero, salía Ibarretxe diciendo que sigue adelante con su plan, y que esto es sólo la primera etapa de un camino ya prolongado y estudiado. Todo ello con una aire de mesianismo e iluminación digno de una causa apostólica perdida. En cierto modo la rueda de prensa de ayer me recordaba la escena final de “Con faldas y a lo loco”, memorable película de Billy Wilder, en la que Joe E. Brown, haciendo de Osgood no deja de proponer planes de boda a una rubia esplendorosa en una lancha, rubia que, tras poner excusas baratas, se quita la peluca y, con la varonil voz de Jack Lemon, abronca a Osgood diciendo “Soy un hombre”, a lo que este responde “Nadie es perfecto”, incapaz de renunciar a sus planes y sueños.
Pues así parece ser Ibarrtexe. Si la realidad te impide lograr algo, obvia la realidad, créate una especie de mundo Matrix proclámate presidente y a volar, jeje. Lo que más risa me da es que ayer Ibarretxe volvió a repetir eso de que los vascos son (somos) un pueblo con 7.000 años de antigüedad. Pásmate. Ya sabía que en Elorrio hay viejecitos, pero tanto.... la verdad es que ayer ZP tuvo que sufrir lo suyo. ¿De qué puede hablar dos horas con Ibarretxe? Llevó Juanjo el árbol genealógico desde Moisés hasta un primo suyo en Arrankudiaga para explicarle al presidente lo de los 7.000 años?. Asombroso.
Ibarrtexe es muchas cosas, y se le pueden llamar otra tantas, pero por encima de todo es un pesado. Inasequible al desaliento, y siempre con su Raca Raca inmortalizado ya por Peridis, parece no darse cuenta de que su obstinación a ninguna parte y su empeño en sacar adelante su famoso plan no sirven nada más que para crispar a la gente, dividir a todo el mundo, crear otro problema artificial a la montaña de problemas reales y ficticios que sufrimos y dar la imagen de que la iluminación y el onanismo político son rentables. También es cierto que esta puede ser la única vía por la que Juanjo consiga hacerse con parte del control del PNV y así lograr presentarse como Lehendakari nuevamente (qué pesadilla!!!) a las próximas elecciones, y la verdad es que en ese plano no le va mal el negocio, porque uno de sus detractores internos, Imaz, lo deja, y con esa baja el protagonismo de Ibarretexe como bandera del PNV crece. La cuestión es que, sea por una causa o por la otra, ahí sigue el tío dando la plasta con su idea, y con un grado de obcecación y de falta de realismo digno de estudio psiquiátrico. Ayer mismo, tras recibir un contundente NO por parte de Zapatero, salía Ibarretxe diciendo que sigue adelante con su plan, y que esto es sólo la primera etapa de un camino ya prolongado y estudiado. Todo ello con una aire de mesianismo e iluminación digno de una causa apostólica perdida. En cierto modo la rueda de prensa de ayer me recordaba la escena final de “Con faldas y a lo loco”, memorable película de Billy Wilder, en la que Joe E. Brown, haciendo de Osgood no deja de proponer planes de boda a una rubia esplendorosa en una lancha, rubia que, tras poner excusas baratas, se quita la peluca y, con la varonil voz de Jack Lemon, abronca a Osgood diciendo “Soy un hombre”, a lo que este responde “Nadie es perfecto”, incapaz de renunciar a sus planes y sueños.
Pues así parece ser Ibarrtexe. Si la realidad te impide lograr algo, obvia la realidad, créate una especie de mundo Matrix proclámate presidente y a volar, jeje. Lo que más risa me da es que ayer Ibarretxe volvió a repetir eso de que los vascos son (somos) un pueblo con 7.000 años de antigüedad. Pásmate. Ya sabía que en Elorrio hay viejecitos, pero tanto.... la verdad es que ayer ZP tuvo que sufrir lo suyo. ¿De qué puede hablar dos horas con Ibarretxe? Llevó Juanjo el árbol genealógico desde Moisés hasta un primo suyo en Arrankudiaga para explicarle al presidente lo de los 7.000 años?. Asombroso.
martes, octubre 16, 2007
Ciencia Ficción?????
Este pasado Domingo, en la revista EPS de El País venía un interesante reportaje que especulaba con la posibilidad de qué sucedería en el mundo si, de repente, los humanos desapareciésemos. Todos, nadie vivo desde hoy por la mañana. Esta fantasiosa hipótesis genera un escenario de pesadilla en el que, de una manera inexorable, la civilización humana se derrumba poco a poco, destruida por una naturaleza que no cesa, que corroe nuestras obras, monumentos y señas de identidad, y las convierte en polvo, las reduce a la nada, borrando todo nuestro presente en unos pocos cientos de años.
Y reconozco que esta idea me ha pasado algunas veces por la cabeza, tanto en Elorrio como en Madrid, aunque es cierto que me parecía más fácil de imaginar en un entorno como Elorrio. En Madrid me pregunto a veces que pasaría con el metro, los edificios, las torres, los puentes, si la gente se fuera, nadie los usase y aún menos los cuidase. Sin embargo, dado el clima que tiene esta ciudad, se me hace difícil imaginarla cubierta de bosques y de follaje colgando de los edificios. En Elorrio, rodeado de bosques, y con lo que llueve, la idea de que el monte colonice todo es bastante más realista. De hecho, cuando suelo hacer el paseo de San Agustín llego hasta el puente que da acceso a Elix, una pequeña empresa, y antes de darme la vuelta, me apoyo en una pequeña y cutre barandilla oxidada, que suelo contribuir a que cada vez esté en pero estado. Sí, si le das unos golpes se caen fragmentos oxidados, ya deshechos, sobre el habitualmente exiguo cauce que pasa bajo el puente, y no es aventurado suponer que, en pocos años, si nadie cambia la barandilla, se derrumbará el todo. Una vez hace años pensé eso, y me imaginé todo San Agustín en estado salvaje, lleno de malezas y el almacén central de Eroski cubierto de hiedras y musgo, producto de su abandono, y tampoco soy muy imaginativo, porque el apeadero de la línea del tren Durango Elorrio, cerrada en 1975, sufrió ese destino, y hasta que fue derruido para construir la depuradora, fue pasto del monte, y era imposible adentrarse en medio del zarzal que lo cubría. He visto caseríos, molinos y caminos invadidos por la vegetación, y es duro ver como año a año pierden algunas piedras, y caen. De ahí en adelante imaginar ese escenario para todo el pueblo, o el mundo, es algo posible. Lo novedoso del artículo es la escala temporal. El vacío humano para siempre.
Y en ese punto en el que la variable tiempo juega sin límites nuestra imaginación se destruye, incapaz de asimilar los efectos de los cientos, miles, millones de años. Sin hablar siquiera de eras, mire el lector ahora por su ventana y piense, de lo que ve, qué existía hace mil años, el 16 de Octubre de 1007, y que puede haber dentro de otros mil, en octubre de 3007. Aún actuando los humanos, es muy probable que no se parezca en nada a lo que ahora vemos, y lo que me parece peor, no podremos ni llegar a soñarlo, porque no lo vamos a ver ninguno de nosotros. Nuestra ventana temporal es tan estrecha, tan corta.... Leer el artículo, es increíble el vértigo que produce.
Y reconozco que esta idea me ha pasado algunas veces por la cabeza, tanto en Elorrio como en Madrid, aunque es cierto que me parecía más fácil de imaginar en un entorno como Elorrio. En Madrid me pregunto a veces que pasaría con el metro, los edificios, las torres, los puentes, si la gente se fuera, nadie los usase y aún menos los cuidase. Sin embargo, dado el clima que tiene esta ciudad, se me hace difícil imaginarla cubierta de bosques y de follaje colgando de los edificios. En Elorrio, rodeado de bosques, y con lo que llueve, la idea de que el monte colonice todo es bastante más realista. De hecho, cuando suelo hacer el paseo de San Agustín llego hasta el puente que da acceso a Elix, una pequeña empresa, y antes de darme la vuelta, me apoyo en una pequeña y cutre barandilla oxidada, que suelo contribuir a que cada vez esté en pero estado. Sí, si le das unos golpes se caen fragmentos oxidados, ya deshechos, sobre el habitualmente exiguo cauce que pasa bajo el puente, y no es aventurado suponer que, en pocos años, si nadie cambia la barandilla, se derrumbará el todo. Una vez hace años pensé eso, y me imaginé todo San Agustín en estado salvaje, lleno de malezas y el almacén central de Eroski cubierto de hiedras y musgo, producto de su abandono, y tampoco soy muy imaginativo, porque el apeadero de la línea del tren Durango Elorrio, cerrada en 1975, sufrió ese destino, y hasta que fue derruido para construir la depuradora, fue pasto del monte, y era imposible adentrarse en medio del zarzal que lo cubría. He visto caseríos, molinos y caminos invadidos por la vegetación, y es duro ver como año a año pierden algunas piedras, y caen. De ahí en adelante imaginar ese escenario para todo el pueblo, o el mundo, es algo posible. Lo novedoso del artículo es la escala temporal. El vacío humano para siempre.
Y en ese punto en el que la variable tiempo juega sin límites nuestra imaginación se destruye, incapaz de asimilar los efectos de los cientos, miles, millones de años. Sin hablar siquiera de eras, mire el lector ahora por su ventana y piense, de lo que ve, qué existía hace mil años, el 16 de Octubre de 1007, y que puede haber dentro de otros mil, en octubre de 3007. Aún actuando los humanos, es muy probable que no se parezca en nada a lo que ahora vemos, y lo que me parece peor, no podremos ni llegar a soñarlo, porque no lo vamos a ver ninguno de nosotros. Nuestra ventana temporal es tan estrecha, tan corta.... Leer el artículo, es increíble el vértigo que produce.
lunes, octubre 15, 2007
Empieza a refrescar de noche
Sí, se acabó lo que se daba, las terrazas empiezan a declinar de noche porque la temperatura cae con ganas una vez que se pone el sol, cosa que hace cada vez antes. Quizás haya sido este puente de Octubre el último de terrazas por todas partes en Madrid antes del invierno, porque ha hecho tan bueno de día que animaba a sentarse a la fresca, o al sol indirecto. Por ello, este Viernes me decidí a pasear por la noche y sentarme en una de ellas, para aprovechar los últimos coletazos de esa sana y bonita tradición de la mesa callejera.
Estaba allí sentado cuando parecieron un grupo de tunos y, juntando tres mesas, se pusieron muy cerca de mi, pudiendo verles tocar y oír muy bien, quizá demasiado. Cosa rara esto de los tunos, un gran amigo mío perteneció a una tuna en su época, pero esa ha sido mi única vinculación con ese movimiento, y no deja de parecerme una cosa un poco extraña, con las ropas que llevan, que les dan ese aspecto de recién salidos de una novela de espadachines de, por lo menos, el siglo XVIII. Estos que pude ver tocaban bien, y por lo que entendí eran de Badajoz, aunque no se si es que estudiaban allí o provenían de la ciudad. Empezaron con temas serios pero acabaron degenerando en canciones de gasolinera, como, literalmente, “Me despido como decía Unamuno, como decía Unamuno, no serás una tía completa hasta que no te folle un tuno “. Bueno, como refrescaba lo suyo me levanté y me fui a casa. La noche del Sábado, visto que hacía aún más fresco que el Viernes, decidí tomar algo a cubierto, y acabé en un Starbucks, con un enorme, aunque caro, café, y un libro, y casi tirado en un sofá, que hubo suerte y pude pillarlo. Pero esta vez también tuve algo de animación nocturna, aunque de otro tipo. A mi derecha había un grupo de veinteañeros, cuatro chicas y un chico que estaban hablando tranquilamente y, cada uno en sus brazos, acunaban unas muñecas. No pude evitar fijarme en la escena. Uno de los chicos era novio de una de ellas, o al menos como tal le besaba y miraba, siendo ella junto con otra amiga dos chicas muy gordas. Les acompañaban otras dos, una pequeñita y otra muy alta y delgada, que aún lo parecía más contraste con las amigas. Las muñecas no eran tipo Barbie ni Bratz. Más bien parecían media góticas, pero tampoco muy exageradas. Si eran grandotas, más altas que una CPU de ordenador, de cabeza grande ojos saltones y largos y tersos cabellos de distintos colores, que ellas cuidaban y atusaban con mimo.
La chica gorda que no tenía novio sacó de su bolso un juego de cepillos y peines y, con un cariño de madre, no dejaba de quitarle ojo a su muñeca, de pelo negro liso, que llegaba hasta la cintura de la figura, y delicadamente le peinaba, y le limpiaba con pasión. Era una escena muy cándida, aunque algo surrealista. Hubo un momento en que la chica se abstrajo completamente de la conversación de sus amigas, centrada como estaba en la niña de sus ojos, y le tuvieron que llamar para sacarla del ensimismamiento. La verdad es que todas tenían una cara de felicidad completa, aunque en este caso no me atrevo a achacarlo a un precoz instinto maternal.
Estaba allí sentado cuando parecieron un grupo de tunos y, juntando tres mesas, se pusieron muy cerca de mi, pudiendo verles tocar y oír muy bien, quizá demasiado. Cosa rara esto de los tunos, un gran amigo mío perteneció a una tuna en su época, pero esa ha sido mi única vinculación con ese movimiento, y no deja de parecerme una cosa un poco extraña, con las ropas que llevan, que les dan ese aspecto de recién salidos de una novela de espadachines de, por lo menos, el siglo XVIII. Estos que pude ver tocaban bien, y por lo que entendí eran de Badajoz, aunque no se si es que estudiaban allí o provenían de la ciudad. Empezaron con temas serios pero acabaron degenerando en canciones de gasolinera, como, literalmente, “Me despido como decía Unamuno, como decía Unamuno, no serás una tía completa hasta que no te folle un tuno “. Bueno, como refrescaba lo suyo me levanté y me fui a casa. La noche del Sábado, visto que hacía aún más fresco que el Viernes, decidí tomar algo a cubierto, y acabé en un Starbucks, con un enorme, aunque caro, café, y un libro, y casi tirado en un sofá, que hubo suerte y pude pillarlo. Pero esta vez también tuve algo de animación nocturna, aunque de otro tipo. A mi derecha había un grupo de veinteañeros, cuatro chicas y un chico que estaban hablando tranquilamente y, cada uno en sus brazos, acunaban unas muñecas. No pude evitar fijarme en la escena. Uno de los chicos era novio de una de ellas, o al menos como tal le besaba y miraba, siendo ella junto con otra amiga dos chicas muy gordas. Les acompañaban otras dos, una pequeñita y otra muy alta y delgada, que aún lo parecía más contraste con las amigas. Las muñecas no eran tipo Barbie ni Bratz. Más bien parecían media góticas, pero tampoco muy exageradas. Si eran grandotas, más altas que una CPU de ordenador, de cabeza grande ojos saltones y largos y tersos cabellos de distintos colores, que ellas cuidaban y atusaban con mimo.
La chica gorda que no tenía novio sacó de su bolso un juego de cepillos y peines y, con un cariño de madre, no dejaba de quitarle ojo a su muñeca, de pelo negro liso, que llegaba hasta la cintura de la figura, y delicadamente le peinaba, y le limpiaba con pasión. Era una escena muy cándida, aunque algo surrealista. Hubo un momento en que la chica se abstrajo completamente de la conversación de sus amigas, centrada como estaba en la niña de sus ojos, y le tuvieron que llamar para sacarla del ensimismamiento. La verdad es que todas tenían una cara de felicidad completa, aunque en este caso no me atrevo a achacarlo a un precoz instinto maternal.
jueves, octubre 11, 2007
Otra revolución de colores
La noticia que acaparó los titulares de la semana pasada fue la revuelta de Birmania, país al que en España es muy fácil que se asocie con el grupo musical “Objetivo Birmania” de la época de la movida. Ahora que se ha puesto de moda bautizar las revoluciones, tras casos como el del terciopelo Checoslovaco o el naranja de Ucrania, en esta ocasión The Economist eligió el bonito nombre de la “revolución del azafrán” para calificar a unas revueltas de monjes budistas que llenaban las pantallas de las televisiones, y que desde luego en el CNN y la BBC News, las cadenas que más veía en el hotel belga, eran omnipresentes,
¿Qué sabemos de Birmania? Pues yo la verdad es que muy poco. Es un país lejano, oscuro y opaco, y que encima oficialmente ya no se llama Birmania (para algo que se podía afirmar) sino Myanmar, que supongo será un término autóctono o algo así. Lo cierto es que el país lleva varias décadas bajo el yugo de una horrible dictadura comunista, que encarcela opositores, detiene a al gente, elimina libertades y está hundiendo económicamente al país, situado paradójicamente en una de las zonas de mayor crecimiento económico del planeta, al lado de China. El general que lleva a cabo está gran labor por su país se llama Than Shwe, un sujeto de 74 años que lleva al frente del país desde 1992, y que según dicen los expertos representa al ala dura del ejército birmano. En el lado de la oposición destaca la figura de Aung San Suu Kyi, mujer menuda, escuálida, a la que le fue otorgado el Nóbel de la Paz hace ya varios años, y que lleva muchos viviendo en un permanente arresto domiciliario impuesto por el régimen. Su figura se ha visto estas semanas en los medios, recibiendo al visita del delegado especial de las Naciones Unidas, pero sus declaraciones siguen ocultas y su presencia pública se reduce a dispersas fotografías, muestra inequívoca de cómo se las gasta la dictadura de ese país. La popularidad que ha adquirido el movimiento de protesta birmano se debe, creo yo, a la inédita y curiosa imagen de los monjes budistas protestando por las calles de la capital Rangún (que, ya de paso, ahora se llama Yongón). Las escenas en las que cientos de monjes desfilaban bajo una fuerte lluvia, protestando en silencio, o rezando unos cánticos, eran para un occidental como yo algo extraño, lejano y, porqué no decirlo, oriental. ¿Se imagina alguien en Europa una protesta de los curas o los pastores protestantes en contra de una dictadura o a favor de los que sufren el terrorismo? Sí, quizás sea mucho pedir....
Luego las escenas de las manifestaciones fueron sustituidas por imágenes de templos budistas en los que el ejército había entrado a detener, torturar y, probablemente en muchos casos, acabar con la vida de algunos opositores. Zapatillas rotas, tablillas esparcidas y, en general, objetos pobres y vetustos se esparcían desordenados por el suelo de las habitaciones y pasillos de los monasterios. Eso y la represión en las calles indignó al mundo, y se sucedieron las protestas y las condenas. Sólo han pasado dos semanas desde entonces, y ceo que los birmanos siguen viviendo igual de mal. ¿Tan rápido nos hemos olvidado de ellos?
¿Qué sabemos de Birmania? Pues yo la verdad es que muy poco. Es un país lejano, oscuro y opaco, y que encima oficialmente ya no se llama Birmania (para algo que se podía afirmar) sino Myanmar, que supongo será un término autóctono o algo así. Lo cierto es que el país lleva varias décadas bajo el yugo de una horrible dictadura comunista, que encarcela opositores, detiene a al gente, elimina libertades y está hundiendo económicamente al país, situado paradójicamente en una de las zonas de mayor crecimiento económico del planeta, al lado de China. El general que lleva a cabo está gran labor por su país se llama Than Shwe, un sujeto de 74 años que lleva al frente del país desde 1992, y que según dicen los expertos representa al ala dura del ejército birmano. En el lado de la oposición destaca la figura de Aung San Suu Kyi, mujer menuda, escuálida, a la que le fue otorgado el Nóbel de la Paz hace ya varios años, y que lleva muchos viviendo en un permanente arresto domiciliario impuesto por el régimen. Su figura se ha visto estas semanas en los medios, recibiendo al visita del delegado especial de las Naciones Unidas, pero sus declaraciones siguen ocultas y su presencia pública se reduce a dispersas fotografías, muestra inequívoca de cómo se las gasta la dictadura de ese país. La popularidad que ha adquirido el movimiento de protesta birmano se debe, creo yo, a la inédita y curiosa imagen de los monjes budistas protestando por las calles de la capital Rangún (que, ya de paso, ahora se llama Yongón). Las escenas en las que cientos de monjes desfilaban bajo una fuerte lluvia, protestando en silencio, o rezando unos cánticos, eran para un occidental como yo algo extraño, lejano y, porqué no decirlo, oriental. ¿Se imagina alguien en Europa una protesta de los curas o los pastores protestantes en contra de una dictadura o a favor de los que sufren el terrorismo? Sí, quizás sea mucho pedir....
Luego las escenas de las manifestaciones fueron sustituidas por imágenes de templos budistas en los que el ejército había entrado a detener, torturar y, probablemente en muchos casos, acabar con la vida de algunos opositores. Zapatillas rotas, tablillas esparcidas y, en general, objetos pobres y vetustos se esparcían desordenados por el suelo de las habitaciones y pasillos de los monasterios. Eso y la represión en las calles indignó al mundo, y se sucedieron las protestas y las condenas. Sólo han pasado dos semanas desde entonces, y ceo que los birmanos siguen viviendo igual de mal. ¿Tan rápido nos hemos olvidado de ellos?
miércoles, octubre 10, 2007
Botellas en el mar
Correos nunca me ha fallado..... que recuerde, aunque no deja de ser peliagudo decir esto, porque Correos y las corridas de toros son de los pocos servicios que conozco que para nombrarlos necesitan unos términos cargados de simbolismo sexual y que, curiosamente, no generan indignación entre las mentes bienpensantes (que bueno es tenerla un poco mala...). Pues bien, hasta ahora no había tenido problemas, salvo que a veces las cartas no me llegan al buzón de Elorrio, pero eso no es culpa del cartero, sino de los inútiles del Ayuntamiento que cambia de número mi portal cada cuatro años y no señaliza calle alguna.
Pero esta vez si que ha hecho algo extraño. En el BVB, Bello Viaje Belga, y sin ánimo de hacer publicidad bancaria, escribí poco más de veinte tarjetas postales, la mayoría de ellas destinadas a Elorrio y Madrid, pero había bastante reparto, como en la lotería de Navidad, a Burgos, Vitoria, Bilbao, etc. Las escribí desde el Sábado 22 al Jueves 27 de Septiembre desde cinco ciudades distintas, y ayer, 9 de Octubre, llegaron las primeras a sus destinatarios. ¿Dónde han estado las tarjetas todo este tiempo? ¿En qué lugar se extraviaron? No lo se, misterio absoluto, y eso que, recordando el asunto de la confianza de ayer, cuando uno deposita sus envíos en los buzones, y más si son raros, desea plenamente que a partir de ahí todo vaya como debe. Dado que han venido volando no me extrañaría que la saca con las cartas acabase perdida en un aeropuerto, desclasificada y mareada entre las cintas, junto con otras decenas, cientos de maletas que se extravían cada día en esos cementerios de objetos que añoramos que son los aeropuertos. Espero que poco a poco acaben en los buzones en los que deben estar, y que puedan abrirse, los buzones, porque ahí también he tenido anécdota de retorno de vacaciones. Resulta que en mi ausencia han pintado la escalera de la casa, sucia y desconchada tras unas obras, y han cambiado los buzones, y al llegar el Domingo la llave que abría el mío ya no servía para nada. En fin, me dije, iré donde la presidenta y le pediré al nueva, pero el Domingo ella no apareció por su casa. La noche del Lunes la encontré, y me dio el juego, pero con tan mala suerte que, ordenados, mi buzón es el número 6, y la llave nueva correspondía al 9, por lo que me quedé nuevamente a las puertas.
Ayer por fin logré hacerme con una pequeña, reluciente y operativa llave, y pude sacar todo lo acumulado durante dos semanas y dos días de ausencia. La cosecha es decepcionante, la verdad. Montañas de publicidad como un “spam” papelero sin fin, y facturas :-(( muchas facturas, incluyendo la correspondiente a la actualización de la hipoteca, :-((((( que no por esperada es menos dolorosa. Casi era mejor seguir sin llave y no descubrir el contenido de la caja de los horrores, vivir en el desconocimiento, en la caverna, pero bueno, ya logré sacar al oso... y muerde!!
Pero esta vez si que ha hecho algo extraño. En el BVB, Bello Viaje Belga, y sin ánimo de hacer publicidad bancaria, escribí poco más de veinte tarjetas postales, la mayoría de ellas destinadas a Elorrio y Madrid, pero había bastante reparto, como en la lotería de Navidad, a Burgos, Vitoria, Bilbao, etc. Las escribí desde el Sábado 22 al Jueves 27 de Septiembre desde cinco ciudades distintas, y ayer, 9 de Octubre, llegaron las primeras a sus destinatarios. ¿Dónde han estado las tarjetas todo este tiempo? ¿En qué lugar se extraviaron? No lo se, misterio absoluto, y eso que, recordando el asunto de la confianza de ayer, cuando uno deposita sus envíos en los buzones, y más si son raros, desea plenamente que a partir de ahí todo vaya como debe. Dado que han venido volando no me extrañaría que la saca con las cartas acabase perdida en un aeropuerto, desclasificada y mareada entre las cintas, junto con otras decenas, cientos de maletas que se extravían cada día en esos cementerios de objetos que añoramos que son los aeropuertos. Espero que poco a poco acaben en los buzones en los que deben estar, y que puedan abrirse, los buzones, porque ahí también he tenido anécdota de retorno de vacaciones. Resulta que en mi ausencia han pintado la escalera de la casa, sucia y desconchada tras unas obras, y han cambiado los buzones, y al llegar el Domingo la llave que abría el mío ya no servía para nada. En fin, me dije, iré donde la presidenta y le pediré al nueva, pero el Domingo ella no apareció por su casa. La noche del Lunes la encontré, y me dio el juego, pero con tan mala suerte que, ordenados, mi buzón es el número 6, y la llave nueva correspondía al 9, por lo que me quedé nuevamente a las puertas.
Ayer por fin logré hacerme con una pequeña, reluciente y operativa llave, y pude sacar todo lo acumulado durante dos semanas y dos días de ausencia. La cosecha es decepcionante, la verdad. Montañas de publicidad como un “spam” papelero sin fin, y facturas :-(( muchas facturas, incluyendo la correspondiente a la actualización de la hipoteca, :-((((( que no por esperada es menos dolorosa. Casi era mejor seguir sin llave y no descubrir el contenido de la caja de los horrores, vivir en el desconocimiento, en la caverna, pero bueno, ya logré sacar al oso... y muerde!!
martes, octubre 09, 2007
Cuestión de confianza
Es curioso, pero muchas de las cosas que hacemos habitualmente se basan en la confianza absoluta que poseemos en las demás personas, y en el trabajo que desempeñan. Si cogemos una bici y pedaleamos con fuerza nos fiamos de quién la ha hecho, pensando que no se va a romper una de esas finas y estilizadas ruedas, y si nos subimos a un tren o a un avión nos dejamos plenamente, confiados la mayoría, en las manos de aquellos que gobiernan esos aparatos. Nos tiramos y nos fiamos de que alguien nos recogerá.
A medida que aumenta la confianza de la sociedad en sus miembros se pueden ir relajando las barreras y controles que se autoimpone, y pude que lo del metro de Bruselas sea un gran ejemplo de todo esto. Cuando entré en él al primera vez ví unas máquinas para cancelar el billete, muy similares en su formato a las que se usan en el Bizkaibus, pero no vi ni tronos ni barreras de entrada que se abrieran al meter la tarjeta. Únicamente una línea roja pintada en el suelo avisaba que era obligatoria cruzarla habiendo validado el billete previamente. Esto me sorprendió, pero supuse que sería a la salida cuando me encontraría con la barrera. Mi sorpresa fue enorme al ver como al llegar a mi destino no había ningún tipo de obstáculo, sólo uan tímida línea roja pintada en el suelo. Visto lo visto, e imbuido de las costumbres nacionales, hice una burrada de viajes en metro sin pagar casi ninguno, porque encima no es que hubiese demasiados vigilantes revisando a los viajeros (de hecho sólo ví un día a empleados del metro, pero parecían estar revisando algún problema técnico en una estación, no otra cosa). Y claro, luego me puse a pensar que si en Madrid hay gente que salta los tornos con una agilidad portentosa, con un estilo anterior al de Dick Fosbury (y luego en salto de altura no ganamos nada, incomprensible) me imaginaba que sucedería si decidimos quitar tornos, canceladoras y demás en las estaciones de Madrid, Barcelona, Bilbao, etc, y pintamos líneas en el suelo. Intuyo que en pocas semanas las empresas municipales correspondientes quebrarían sin remedio, porque aquí nadie pagaría el billete. Y eso es otro punto importante, porque en Bruselas Sí había gente que lo pagaba, e incluso se organizaban colas en las máquinas y algunos perdían trenes por estar en ellas. Era una muestra de civismo y de cumplimiento de la norma, y de confianza en ella, impresionante.
¿Quiere decir todo esto que aquí no nos fiamos de la gente? Pues puede ser que sí, aunque de todo hay. Desde luego el grado de picaresca nacional desborda los ingenuos límites que se usan en Europa continental, y sería interesante saber porqué esto es así, y porqué la historia ha generado este comportamiento. ¿Poso de la secuencia de gobiernos incompetentes que hemos sufrido desde el pleistoceno inferior? ¿Media de supervivencia de la población ante los abusos del poder? ¿Morro puro y duro? No lo se, pero es algo que no deja de llamarme la atención cada vez que, menos de lo que debiera, salgo fuera de España.
A medida que aumenta la confianza de la sociedad en sus miembros se pueden ir relajando las barreras y controles que se autoimpone, y pude que lo del metro de Bruselas sea un gran ejemplo de todo esto. Cuando entré en él al primera vez ví unas máquinas para cancelar el billete, muy similares en su formato a las que se usan en el Bizkaibus, pero no vi ni tronos ni barreras de entrada que se abrieran al meter la tarjeta. Únicamente una línea roja pintada en el suelo avisaba que era obligatoria cruzarla habiendo validado el billete previamente. Esto me sorprendió, pero supuse que sería a la salida cuando me encontraría con la barrera. Mi sorpresa fue enorme al ver como al llegar a mi destino no había ningún tipo de obstáculo, sólo uan tímida línea roja pintada en el suelo. Visto lo visto, e imbuido de las costumbres nacionales, hice una burrada de viajes en metro sin pagar casi ninguno, porque encima no es que hubiese demasiados vigilantes revisando a los viajeros (de hecho sólo ví un día a empleados del metro, pero parecían estar revisando algún problema técnico en una estación, no otra cosa). Y claro, luego me puse a pensar que si en Madrid hay gente que salta los tornos con una agilidad portentosa, con un estilo anterior al de Dick Fosbury (y luego en salto de altura no ganamos nada, incomprensible) me imaginaba que sucedería si decidimos quitar tornos, canceladoras y demás en las estaciones de Madrid, Barcelona, Bilbao, etc, y pintamos líneas en el suelo. Intuyo que en pocas semanas las empresas municipales correspondientes quebrarían sin remedio, porque aquí nadie pagaría el billete. Y eso es otro punto importante, porque en Bruselas Sí había gente que lo pagaba, e incluso se organizaban colas en las máquinas y algunos perdían trenes por estar en ellas. Era una muestra de civismo y de cumplimiento de la norma, y de confianza en ella, impresionante.
¿Quiere decir todo esto que aquí no nos fiamos de la gente? Pues puede ser que sí, aunque de todo hay. Desde luego el grado de picaresca nacional desborda los ingenuos límites que se usan en Europa continental, y sería interesante saber porqué esto es así, y porqué la historia ha generado este comportamiento. ¿Poso de la secuencia de gobiernos incompetentes que hemos sufrido desde el pleistoceno inferior? ¿Media de supervivencia de la población ante los abusos del poder? ¿Morro puro y duro? No lo se, pero es algo que no deja de llamarme la atención cada vez que, menos de lo que debiera, salgo fuera de España.
lunes, octubre 08, 2007
Miradas en un tren
La vuelta de vacaciones a veces es muy dura, ya tendré hoy la oportunidad de comprobarlo... La verdad es que de mi estancia en Bélgica durante las vacaciones podría hacer decenas de entradas, porque muchas son las cosas que he visto, bonitas e interesantes, pero para no saturar con el tema, y como la actualidad corre más deprisa cada día y soy un esclavo de ella, me limitaré a contar una pseudo anécdota bastante ñoña, pero que me resultó interesante en el momento en el que se produjo.
El Domingo 23 de Septiembre fui a Gante, un sitio precioso que merece ser visitado, desde luego, y para ir y volver cogí uno de esos fenomenales trenes belgas que surcan raudos y puntuales el país. A al vuelta me subí al vagón y a mi derecha estaban cuatro chicas jóvenes, preciosas, pijas y ruidosas en grado sumo, que venían ya montadas en el tren. En una de esas áreas distribuidas mediante pares de asientos enfrentados con una mesita en medio, tenían su mesa llena de ropa, bolsas de patatas fritas, pulseras y otro montón de trastos, y andaban jugando con sus móviles y cámaras digitales pasándoselo muy bien. Allí me senté, y enfrente mío se colocó una chica que no tendría más de quince dieciséis años, aunque aviso que soy malo para poner edades. Era rubia, de pelo largo y liso, y tenía unos ojos azules de una profundidad y belleza que no se describir. La cara era preciosa, típica de muñeca. Pues bien, mi vecina de enfrente sacó unos apuntes para estudiar en el trayecto, entre ellos unas partituras, y empezó a solfear por lo bajito, pero era incapaz, porque con el estruendo que armaban nuestras vecinitas era imposible concentrarse. Cada dos por tres les dirigía una mirada al grupo de chicas que ansío saber que es lo que quería decir, pero a parte del enojo que reflejaba su rostro por no poder hacer lo que preveía en el viaje, detecté cierta envidia en sus ojos. Esas chicas eran mayores, insolentes, sí, pero independientes, llevaban una vida muy distinta a al suya en aquel momento, y creo que era tanto la envidia como el resquemor lo que mi vecina sufría.
De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, y hacíamos el típico gesto de hastío, de “qué pesadas son estas” que parece se dice igual con la cabeza y los ojos en español, inglés, francés y flamenco. Pero yo quería decirle algo, asegurarle que era una chica preciosa, muchísimo más que las otras cuatro, que tenía un rostro que en unos años haría encandilar a muchos hombres, y que aprendiera de las vecinas para ver lo que es comportarse mal, que no se dejase arrastrar por la masa, que estudiase y fuera una belleza con sentido y cabeza. Pero, ay, el ridículo a veces es grande y mi inglés siempre es pequeño, y no le dije nada, y me quedé con ganas cuando el tren llego a Bruselas y nos bajamos ella y yo, y las pijas siguieron en sus asientos.
El Domingo 23 de Septiembre fui a Gante, un sitio precioso que merece ser visitado, desde luego, y para ir y volver cogí uno de esos fenomenales trenes belgas que surcan raudos y puntuales el país. A al vuelta me subí al vagón y a mi derecha estaban cuatro chicas jóvenes, preciosas, pijas y ruidosas en grado sumo, que venían ya montadas en el tren. En una de esas áreas distribuidas mediante pares de asientos enfrentados con una mesita en medio, tenían su mesa llena de ropa, bolsas de patatas fritas, pulseras y otro montón de trastos, y andaban jugando con sus móviles y cámaras digitales pasándoselo muy bien. Allí me senté, y enfrente mío se colocó una chica que no tendría más de quince dieciséis años, aunque aviso que soy malo para poner edades. Era rubia, de pelo largo y liso, y tenía unos ojos azules de una profundidad y belleza que no se describir. La cara era preciosa, típica de muñeca. Pues bien, mi vecina de enfrente sacó unos apuntes para estudiar en el trayecto, entre ellos unas partituras, y empezó a solfear por lo bajito, pero era incapaz, porque con el estruendo que armaban nuestras vecinitas era imposible concentrarse. Cada dos por tres les dirigía una mirada al grupo de chicas que ansío saber que es lo que quería decir, pero a parte del enojo que reflejaba su rostro por no poder hacer lo que preveía en el viaje, detecté cierta envidia en sus ojos. Esas chicas eran mayores, insolentes, sí, pero independientes, llevaban una vida muy distinta a al suya en aquel momento, y creo que era tanto la envidia como el resquemor lo que mi vecina sufría.
De vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, y hacíamos el típico gesto de hastío, de “qué pesadas son estas” que parece se dice igual con la cabeza y los ojos en español, inglés, francés y flamenco. Pero yo quería decirle algo, asegurarle que era una chica preciosa, muchísimo más que las otras cuatro, que tenía un rostro que en unos años haría encandilar a muchos hombres, y que aprendiera de las vecinas para ver lo que es comportarse mal, que no se dejase arrastrar por la masa, que estudiase y fuera una belleza con sentido y cabeza. Pero, ay, el ridículo a veces es grande y mi inglés siempre es pequeño, y no le dije nada, y me quedé con ganas cuando el tren llego a Bruselas y nos bajamos ella y yo, y las pijas siguieron en sus asientos.
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