Este pasado Domingo, en la revista EPS de El País venía un interesante reportaje que especulaba con la posibilidad de qué sucedería en el mundo si, de repente, los humanos desapareciésemos. Todos, nadie vivo desde hoy por la mañana. Esta fantasiosa hipótesis genera un escenario de pesadilla en el que, de una manera inexorable, la civilización humana se derrumba poco a poco, destruida por una naturaleza que no cesa, que corroe nuestras obras, monumentos y señas de identidad, y las convierte en polvo, las reduce a la nada, borrando todo nuestro presente en unos pocos cientos de años.
Y reconozco que esta idea me ha pasado algunas veces por la cabeza, tanto en Elorrio como en Madrid, aunque es cierto que me parecía más fácil de imaginar en un entorno como Elorrio. En Madrid me pregunto a veces que pasaría con el metro, los edificios, las torres, los puentes, si la gente se fuera, nadie los usase y aún menos los cuidase. Sin embargo, dado el clima que tiene esta ciudad, se me hace difícil imaginarla cubierta de bosques y de follaje colgando de los edificios. En Elorrio, rodeado de bosques, y con lo que llueve, la idea de que el monte colonice todo es bastante más realista. De hecho, cuando suelo hacer el paseo de San Agustín llego hasta el puente que da acceso a Elix, una pequeña empresa, y antes de darme la vuelta, me apoyo en una pequeña y cutre barandilla oxidada, que suelo contribuir a que cada vez esté en pero estado. Sí, si le das unos golpes se caen fragmentos oxidados, ya deshechos, sobre el habitualmente exiguo cauce que pasa bajo el puente, y no es aventurado suponer que, en pocos años, si nadie cambia la barandilla, se derrumbará el todo. Una vez hace años pensé eso, y me imaginé todo San Agustín en estado salvaje, lleno de malezas y el almacén central de Eroski cubierto de hiedras y musgo, producto de su abandono, y tampoco soy muy imaginativo, porque el apeadero de la línea del tren Durango Elorrio, cerrada en 1975, sufrió ese destino, y hasta que fue derruido para construir la depuradora, fue pasto del monte, y era imposible adentrarse en medio del zarzal que lo cubría. He visto caseríos, molinos y caminos invadidos por la vegetación, y es duro ver como año a año pierden algunas piedras, y caen. De ahí en adelante imaginar ese escenario para todo el pueblo, o el mundo, es algo posible. Lo novedoso del artículo es la escala temporal. El vacío humano para siempre.
Y en ese punto en el que la variable tiempo juega sin límites nuestra imaginación se destruye, incapaz de asimilar los efectos de los cientos, miles, millones de años. Sin hablar siquiera de eras, mire el lector ahora por su ventana y piense, de lo que ve, qué existía hace mil años, el 16 de Octubre de 1007, y que puede haber dentro de otros mil, en octubre de 3007. Aún actuando los humanos, es muy probable que no se parezca en nada a lo que ahora vemos, y lo que me parece peor, no podremos ni llegar a soñarlo, porque no lo vamos a ver ninguno de nosotros. Nuestra ventana temporal es tan estrecha, tan corta.... Leer el artículo, es increíble el vértigo que produce.
1 comentario:
Lo que confirma mi opinión.La vida es maravillosa. Aunque no continuemos sobre la tierra (o si) continuará desarrollándose de una manera u otra avanzando.
Incluso llegar más allá. Si vivimos solamente durante un espacio tan corto aprovechemoslo. Seamos felices y sobre todo hagamos felices a los demás
Al final la vida es muy sencilla simplemente radica en eso.
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