La verdad es que este asunto del premio Planeta no me importa demasiado, aunque sí es un síntoma revelador de hasta que punto degenera la catadura moral de nuestra sociedad. El segundo premio literario mejor dotado del mundo, 600.000 euros, sólo por debajo del Nóbel, y su ganador y finalistas son conocidos por todo el mundo uno o dos días antes de que se produzcan las “votaciones del jurado” reunido en una macrocena barcelonesa, en la que los cientos de asistentes esperan expectantes, y aguardan la “sorpresa” del resultado. Un asunto algo chistoso, bufo y, desde luego, bastante hipócrita.
El finalista de este año ha sido Boris Izaguirre, y el título de ganador se lo ha llevado Juan José Millás, con lo que ya tenemos la pareja que Planeta va a girar por todo el país en la campaña de promoción que sigue a esta gala (en el caso de Boris esto ya suena a poligamia). Y mira que a mi todo esto me extraña, porque Planeta es una editorial enorme, muy poderosa, y que tiene una imagen de seriedad tras años de ejercicio de la familia Lara. ¿Cómo en su premio se presta a hacer semejante paripé? Se preguntaba ayer Javier Pérez de Albéniz en su blog como es posible que todo este montaje no suscite críticas mordaces entre el mundo cultural español, y creo que se responde maravillosamente, sugiriendo que por la pasta calla el pez, y que si se revienta el tinglado habrá autores que no podrán cobrar tan suculento premio y muchos otros que se verán penalizados a la hora de publicar en un sello editorial que garantiza muchas venta, y que posee medios de comunicación poderosos (Antena3, Onda Cero, etc) como para ocultar figuras literarias y de cualquier otro tipo. En fin, una historia de vodevil, que lo mejor es tomárselo a guasa, y justo eso es lo que hicieron en La Brújula, de Onda Cero, este pasado Martes. Varios contertulios, entre ellos David Gistau y Elena Vallvey, se tomaban a chirigota la seriedad con la que Carlos Alsina, el genial presentador del programa, conectaba cada media hora con Barcelona para ver como iban las votaciones. Los dos periodistas dijeron desde las 22:10 quién iba a ganar y ser el finalista, a lo que Alsina respondía irónicamente diciendo que esos eran los rumores que más se oían, pero que pudiera haber sorpresas “como son habituales en estos premios” y claro, las risitas dominaban todo el estudio de radio.
A las 23:30 ya se sabían de que iba cada una de las novelas premiadas, y las quinielas acertaron de pleno. Lo más divertido es que al iniciar la lectura de los titulares de la prensa del día siguiente, tanto El País como La Vanguardia (y esta última con editorial incluido) ya traían los nombres del ganador y el finalista, impreso sen tinta de rotativa media hora antes de conocerse el secretísimo fallo del jurado. Antes esto el cachondeo ya era general. Y a las 23:45, cuando se anunció el 2º premio de Boris y luego el de Millás la “sorpresa” era absoluta. “No me lo puedo creer, es imposible, jamás lo hubiera supuesto” clamaba Gistau con voz afectada.....
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