Como teníamos pocas zonas conflictivas en el mundo, no pasa nada por otra más, verdad? El Kurdistán, esa franja de tierra difícil de delimitar, que bordea Irak, Irán y Turquía amenaza con convertirse en el escenario de otro conflicto, aunque siendo sinceros este tiene poco de sorpresivo, porque las escaramuzas entre el ejercito turco y los miembros del PKK, que así se denomina el partido independentista kurdo, vienen de lejos, y el terrorismo kurdo en Turquí aún más. Lo malo es que todo esto ha cerrado lo que podríamos llamar “la semana turca horribilis”
Semana que, hasta ayer, había alcanzado su punto culminante el Jueves, con la condena expresa de la Cámara de representantes de Estados Unidos al genocidio que los turcos cometieron sobre los armenios en la I Guerra Mundial. Pese a que fue el antiguo imperio otomano el causante de la masacre, el actual gobierno turco deja de restarle importancia, impidiendo que se use el término genocidio para algo que, según el consenso de los historiadores, sí lo fue. Esto ha deteriorado las relaciones con los americanos, vitales para unos y otros por la vecindad de Turquía con el polvorín de Irak y el pasillo aéreo que proporciona a los aviones americanos. Por su parte contar con el apoyo de EE.UU. es un gran aval para el gobierno de Ankara en su proyección internacional, y en sus reivindicaciones, entre las que se incluye el ansiado ingreso en la Unión Europea. Sin embargo, la reciente elección de Abdula Gul como primer ministro, dado su carácter proislámico, ha deteriorado las relaciones del país con sus socios occidentales, y ahora estalla el asunto kurdo, en una región plagada de enfrentamientos políticos y religiosos, yacimientos petrolíferos y de gas, oleoductos trazados, en construcción o proyectados, y, en general, una colusión de intereses que pueden hacer imposible lograr una situación de estabilidad a largo plazo. Mal panorama para Turquía, que puede involucrarse en una especie de guerra contra los separatistas kurdos (ayer murieron más de diez soldados turcos y ya sabemos como se las gasta el ejército allí) y ni me imagino las consecuencias que todo esto puede tener en eso que llamamos Irak. Si ahora el centro y sur del país son escenarios de atentados continuos y están desgobernados, una revuelta en el norte puede hacer saltar el país del todo, en una especie de señal de tonto el último, o mejor, sálvese quién pueda.
Y es una pena, porque Turquía posee una historia fascinante. Siempre a caballo entre occidente y oriente, ha tendido puentes que han unido los dos mundos, y no solo figurativamente. Estambul, la ciudad fronteriza, es un puente físico que salva el estrecho del Bósforo, frontera natural de Europa por ese flanco. Aunque otros libros del autor no me han gustado, recomiendo a los interesados que lean “Estambul: ciudad y recuerdos” de Orhan Pamuk, todo un canto de amor a su ciudad desde su infancia hasta hoy, y un relato de las dificultades que supone vivir entre esos dos mundos, con su violencia, sus retos y sus pasiones.
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