Definitivamente, y como no podía ser de otra manera, la crisis financiera se extiende como una mancha de aceite, contaminándolo todo y extendiendo su efectos y destrozos por todas partes. Ayer fue otro día de nervios en las bolsas, con caídas fuertes en Asia y Europa, y una remontada final de Wall Street que me suena a falsa y hueca. Y todo tras un fin de semana en el que hemos vivido el derrumbe, la muerte de uno de los gigantes del olimpo financiero mundial. Una de esas cosas que no suceden, que no pueden ser, ha ocurrido, y aunque fuera sólo por eso esta crisis ya está en la historia.
Pese a que tiene casi un siglo de existencia, a mucha gente el nombre de Bear Stearns a lo mejor no le dice demasiado. Esta entidad es, o mejor era, uno de los mayores bancos financieros del mundo. Nombres como Merryl Lynch, Morgan Stanley o Goldman Sachs quizás sí sean más conocidos. Pues en segunda fila, tras esos monstruos, están otros dinosaurios enormes como Lehman Brothers o Bear Stearns. Todas estas entidades financieras están en el ojo del huracán por la crisis, que de las hipotecas se está trasladando al siguiente eslabón de al cadena, los bancos y demás agentes del mundo de las finanzas. Ver la gráfica de la cotización de Bear Stearns en el SP500 es desolador. En octubre del año pasado, ni hace seis meses, su valor estaba en torno a los 100 dólares, y pese a que ya apuntaba una bajada clara, seguía siendo un título en el que confiar, ya que “una empresa de estas no quiebra nunca”. Pues mira por donde se ha estrellado. Este Viernes, el 14 de Marzo, los títulos se desplomaban, y JP Morgan, de acuerdo con la Reserva Federal norteamericana (su banco central) acordó comprar Bear por el precio de 2 dólares la acción. ¡¡¡¡¡2 dólares!!!! El Viernes el banco valía en bolsa 3.500 millones de euros, y JP lo compró el fin de semana por 240 millones. Pluf!!!!!!! Evaporado como si fuese una mota de polvo, o un diente de león al que se le sopla un poco y se deshace. Cuando el Domingo y ayer leía noticias al respecto, después de los rumores que surgieron ya el Viernes, no sabía que pensar. Es imposible, me decía, “una empresa de estas no quiebra nunca” me repetía a mi mismo como si fuese un mantra tranquilizador. Tras ver que era cierto empezaba a entrarme una cierta congoja, porque si Bear ha caído por lo que ha caído, es decir, por la mala gestión financiera, por arriesgar demasiado, por meter dinero donde no debía y porque el mercado siempre penaliza los excesos, la pregunta obvia es ¿Quién será el siguiente? ¿Están muchos bancos y entidades financieras en una situación de quiebra similar? ¿Sirven de algo las medidas tomadas ayer por la Reserva Federal y el gobierno de EE.UU? ¿o son sólo una muestra de la gravedad de la crisis y del nerviosismo que cunde en las esferas políticas?
Y podría enumerar varios cientos de preguntas más, pero entonces el susto no se me iría del cuerpo. De momento estas cifras, estas caídas y desplomes ya se han llevado la tranquilidad de dos grupos de personas. Por un lado los accionistas de Bear Stearns, que se han arruinado de golpe como en un casino, y me temo que lo han perdido todo. Por otro lado están los empleados de la entidad, que se enfrentan a un futuro oscuro, con el desempleo muy cerca de su puerta. Me acuerdo especialmente de una buena amiga mía, MPL, que trabaja en el Cannanry Wharf, Londres, en las oficinas de Bear Stearns en Inglaterra. Ánimo y suerte, saldrás adelante porque eres buena y lo vales, no como tus jefes, que han dejado que todo esto ocurra.
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