No se me ocurren muchas palabras mejores para definir lo que viví ayer. Se celebra esta semana en Madrid el MIT Global Startup Workshop 2008, un encuentro organizado por el afamado Instituto Tecnológico de Massachussets, dedicado a la innovación, los emprendedores y el fortalecimiento de todos estos parámetros en la sociedad y economía moderna. La Dirección en la que trabajo había recibido invitaciones para asistir al encuentro, y en compañía de dos funcionarios allí nos plantamos ayer, a primera hora de la mañana, en el moderno y nuevo edificio del Caixa Forum, en pleno Paseo del Prado.
Vistos los formularios y las inscripciones algo me hacía suponer lo que pasaría, y es que el encuentro era muy anglosajón e internacional. Vamos, sólo en inglés, todas las conferencias eran en guiri, y mi nivel no es suficiente como para desentrañar charlas de ese nivel. Los dos compañeros que venían conmigo directamente no sabían inglés, por lo que tras el final de la charla inaugural, en medio de su estupefacción al ver como se desarrollaba todo aquello, se fueron, y allí me quedé yo sólo, que decidí aguantar toda la mañana con la esperanza de aprender algo e intentar sacar un provecho a aquel encuentro. Asistí a tres seminarios, y creo que logré entender un 20% de lo que allí se decía. Y la sensación que me quedó era de frustración absoluta. Frustrado estaba no sólo por no entender bien, qué vergüenza que a estas alturas de la vida uno sepa hacer caso de todo y esté desarbolado antes dos frases seguida y atropelladas en inglés, y mayor desazón al comprobar que el nivel que tenían aquellas charlas era enorme. Los ponentes y asistentes, procedentes de todo el mundo, aunque en su mayoría del mundo anglosajón y asiático, no leían papeles, ni se agarraban a dos frases dichas machacona y repetitivamente, no. Hablaban, versaban y desarrollaban discursos sobre un tema que conocían perfectamente. La dinámica de las sesiones también era muy distinta a la habitual por aquí. El moderador, que ejercía como tal, tenía un guión de cinco o seis grandes puntos sobre el tema que se trataba en la ponencia, desarrollaba cada uno de ellos y luego, los otros cuatro ponentes tenían que dar su opinión al respecto, estableciéndose muchas veces un diálogo entre ellos y el público asistente, joven, inquieto y ávido de hacer preguntas. Todo lo contrario de la habitual parrafada hispana de conferenciante encantado de haberse conocido, y el mudo auditorio que nunca pregunta nada, y sólo ansía irse.
Pero bueno, todo esto se desarrollaba mientras yo estaba allí más sólo que la una, no conocía absolutamente a nadie (por las tarjetas que llevábamos colgando los españoles no llegábamos ni al 10%) y me sentía totalmente desubicado, fuera de lugar. En el buffet de la comida acabé en una pequeña mesa con algunos representantes del Ministerio de Economía de Portugal y una chilena, que no se que cargo tenía, y al decir que yo trabajaba en el Ministerio de Economía de España empezaron a pedirme mi opinión autorizada sobre algunos temas de la actualidad económica. Y yo, mirando al techo, dudaba de donde estaba y que decir. Lo malo es que acabé convenciéndoles de mis ideas y opinión al respecto, pero ya les dije que yo no era el portavoz más autorizado del Ministerio al respecto...... alucinante.
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