miércoles, marzo 12, 2008

Protesto, señoría!!!! (para ZCC)

Ayer por la mañana, por motivos que ahora no vienen al caso, tuve mi primera experiencia en un juicio. En compañía de otras personas, personados todos en la misma causa, asistimos a un juzgado de lo social, y estuvimos presentes en la sala mientras que nuestro abogado exponía nuestras demandas y la abogada de la otra parte intentaba rebatirlas, todo ello en una sala pequeña y en presencia de una jueza que, como el resto del personal, llevaba una toga negra y algo similar a unos visillos de ganchillo en las mangas. Pese a que duro tres cuartos de hora fue todo un momento.

Me asombra el rendimiento y rentabilidad que han sacado los americanos a las películas e historias de juicios. Todos hemos disfrutado como enanos de esas escenas donde el abogado o el fiscal intentan camelarse a un juzgado formado por variopintas personas. Internamente aplaudimos o abucheamos sus argumentos, dependiendo de en que bando militemos (normalmente en el del abogado, enfrentado casi siempre al oscuro fiscal, depravado y carente de compasión). Como casi todo en al vida, la realidad judicial resulta ser bastante más prosaica y árida de lo que la pintan. Empezando porque aquí no hay jurados salvo para algunas causas, y desde luego no para pequeñas asuntos como los que se dilucidaron ayer. Suelo decir a los amigos que conozco que trabajan en este mundo judicial que su labor es muy sórdida, tanto por el hecho de tratar asuntos turbios y tristes, como pueden ser robos, maltratos, asesinatos y otros delitos igualmente repulsivos, como por el hecho de que, para un profano en la materia como es mi caso, introducirse en el mundo legal es como coger el tren de la bruja y meterse en el túnel del terror. Te agarras a un vagón, sea el abogado o el procurado, y de ahí en adelante ya no puedes hacer nada para evitar lo que se te viene, y nunca podrás explicarte porque sucede una cosa u otra. Un lenguaje farragoso y oscuro, un ritual de vestimenta y procedimiento que sólo la religión supera, y una seriedad absoluta presiden todo este negociado. Ayer nosotros, pese a ser parte personada en el acto, no dijimos nada de nada. Ni nuestro abogado ni el de la otra parte nos preguntaron lo más mínimo, por lo que nos ahorramos el trago de tener que declarar en una sala pequeña, pero con un ambiente que imponía. Personalmente no me da miedo hablar en público, pero ayer no me encontraba nada cómodo. Era un ambiente extraño, ajeno a lo que conozco, y que no me inspiraba demasiada confianza. Sin embargo, una vez transcurrida la sesión, salimos de allí con la percepción de que la causa nos podría ser favorable, aunque ya se sabe que en caso de ganar la otra parte puede interponer un recurso y volvemos a dar otra vuelta en el túnel del terror antes mencionado.

De lo que si me reafirmé ayer, y recalco el acierto que tuve en su momento, es el no haber estudiado la carrera de Derecho. No me gusta el Derecho, no lo entiendo ni lo comprendo. Un buen amigo mío es un apasionado del mismo, incluso lo estudió, y se brega todos los días a los funcionarios y jueces de la localidad donde trabaja para sacarse, con mucho trabajo, unos escasos cuartos. Me parece admirable, pero entiendo tanto su trabajo y lo que hace como cuando veo un cuadro modernista. Se me escapa su labor, pero no por ello puedo dejar de apoyarle y darle ánimos, porque todos los días, cuando se levanta por la mañana, se introduce en un mundo sórdido en el que el mal acecha, y él solo tiene unas oscuras leyes para poder defenderse.

1 comentario:

MMO dijo...

Ya me contarás que hacías en un juicio siendo además parte..ya sabes mi email :-P

Saludos