Parece que estos han sido para mi los días del Caixa Forum. Si el hueves estuve allí en el congreso cuyos detalles ya relaté el viernes, este Sábado volví a ir, aunque esta vez por un motivo lúdico, ya que se trataba de visitar la exposición que, proveniente de la galería de los Uffizi, tiene lugar en ese nuevo recinto cultural con motivo de su inauguración. De paso me di una vuelta por todo el edificio, que es el primero del equipo de los arquitectos suizos Herzog & De Meuron en Madrid, afamados en todo el mundo y autores, como última obra famosa, del estadio olímpico de Pekín.
En esto de los edificios se ha desatado desde hace años una carrera por quién es el que elabora el icono preciso para una ciudad o una institución. La búsqueda del arquitecto estrella y del proyecto rupturista se ha exacerbado, y todo se debe al llamado “efecto Bilbao”, dado el auge que supuso para esa ciudad, con fama de industrial, sucia y gris, la construcción del extraño edificio que, obra de Frank Ghery, aloja la sede del museo Guggenheim. Reconozco que, de mientras se construía la borde de la ría, y yo estudiaba la carrera en Bilbao, dudaba mucho del éxito de aquella idea, me parecía la típica bilbainada, pero he de reconocer que estaba muy equivocado, el museo ha sido un éxito y ha puesto el nombre y la imagen de Bilbao e el mapa. Y ahora todas las ciudades quieren eso, buscando el edificio más grande, más espectacular y, como no, el más caro. Uno de los responsables de esta fiebre es Tomas Krens, director del complejo Guggenheim, que ahora se embarca en el proyecto de un macromuseo en Abu Dabi. Tal y como se expresa en la entrevista que publicaba ayer El País, Krens no reniega de su estilo y formato de proyecto, y amenaza con dejar el museo de Bilbao convertido en una pequeña maqueta comparado con el mastodonte que Ghery proyecta en la costa del golfo pérsico. Siendo malvados, podríamos decir que si Ghery construyo el muso de Bilbao inspirado en los restos de su papelera una vez volcada, esta vez su musa resulta ser el resultado de fotografiar una montaña de escombros, dadas sus dimensiones y formas. Lo que Krens no llega a explicar convenientemente es la, a mi juicio, desolada imagen de vacío que asola a estos museos. Sí, enormes, gigantescos, impactantes.... pero vacíos. Todo continente, pero muy poco contenido. Algo similar ocurre con la Tate Modern de Londres cuya remodelación, obra también de Herzog & De Meuron, ha sido uno de los mayores proyectos de revitalización urbana de la capital británica. Pues bien, a gente va a la Tate, le parece inmensa su sala de turbinas, porque lo es, pero a mi al menos la grandeza de esa sala me deja tan absorto que me es igual lo que en ella esté expuesto. De hecho parece que realmente no es necesario que haya nada. Y eso es un problema para un museo, donde lo valiosos, sobre todo, debe estar dentro.
En el caso del Caixa Forum, de dimensiones mucho más reducidas, el ejercicio de ambición de diseño no es tan marcado. El edificio es operativo y cumple sus funciones, dentro de una estructura moderna que salvaguarda parte de las fachadas de ladrillo del edificio original, una subestación eléctrica incendiada hace cuatro años. La escalera central merece la pena ser vista desde arriba, con un ya incipiente estanque de los deseos en el patio inferior. Y si quieren una pega, la cafetería ,que está muy bien, se rodea de paneles de acero roñado con celosías muy de diseño, pero que impiden, otra vez, disponer de una cafetería con vistas de altura en Madrid, esta vez con el jardín del Retiro como fondo. Una oportunidad desaoprovechada.
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