jueves, marzo 27, 2008

El final de Harry Potter

Tras habérmelo leído en inglés, hace una semana devoré la versión castellana del séptimo y último libro de la saga de Harry Potter. No tenía intenciones de anticiparme con la edición inglesa, pero un muy buena amiga me “tentó” dejándome un ejemplar, y claro, no pude negarme. Leer 600 páginas en inglés para mi es como andar arrastrando una pesada piedra por un camino de grava, así que lanzarme a la edición española ha sido como corre con un deportivo por una autopista. De hecho leí tres cuartas partes del mismo en el viaje en autobús de Madrid a Bilbao de hace una semana.

Si alguien lo ha leído el libro, que está muy bien, y no desea saber como acaba que no siga esta entrada de hoy, porque desvelo el misterio. Y es que al final Harry triunfa plenamente, aunque puede quedar al duda de si ese triunfo le cuesta la vida o no. La verdad es que no se la cuesta, sobrevive y llega a la madurez felizmente casado y con una respetable tropa de hijos, pero hay un momento cerca del final, en el capítulo 34, que según al autora es la clave de toda la historia, en el que Potter asume su muerte y sacrificio por el bien común. Vislumbra el plan que entre Dumbledore, Snape y, también, Voldemort, han trazado y que se cierne como él de manera inexorable. Esa asunción de su sacrificio es de lo más bonito de los siete libros, porque es el momento en el que Potter ejerce realmente de héroe. No se quién dijo que un héroe no es aquel que nunca tiene miedo, sino el que lo tiene cinco minutos más tarde que el resto. En ese punto Potter descubre que ya la ayuda de sus amigos no le basta, no es suficiente, y que es él mismo en persona quien debe sacrificarse. A escala, es el mismo paso que da Frodo en El Señor de los Anillos el final del libro segundo, tomo primero. Descubre que soporta una carga que sólo el puede eliminar, y que arrastrar a sus fieles en su destino es llevarles a una muerte segura e inútil. A diferencia de Potter, Frodo descubre esto muy pronto en el conjunto de la historia, y de ahí que su abnegación, sufrimiento, y pena a pagar en el futuro, sean mucho mayores, pero creo sinceramente que existe un curioso vínculo entre ese Frodo que se aleja de Rauros y Harry acercándose al bosque prohibido de Hogwarts . Ambos se enfrentan a su destino y se olvidan de si mismos, se preparan mentalmente para la inmolación y todo en aras del bien común. Seguramente alguno dirá que esto ya está escrito en los Evangelios, donde un hombre se sacrifica y logra expiar los pecados del mundo con su muerte. Pues sí, creo que subyace el mismo significado, salvando claro está las distancias entre el personaje histórico de Jesús y los imaginarios de Harry y Frodo.

Todavía podría preguntar alguno qué que es lo que finalmente salva a Harry. A parte de varitas, conjuros, hechizos y giros argumentales de interés, hay una cosa por encima de todo, y es tan trivial, ñoña y cursi que, pese a ser lo más importante que tenemos, no la apreciamos. A Harry lo salva el amor. El amor que sus padres depositaron en él, el amor de los que le rodean y le animan, el amor que, invisible pero poderoso, trenza sobre el unas indetectables cadenas que, como cota de malla, le protegen de quienes desean destruirlo. El libro muestra que el amor es lo más poderoso del mundo, como ya lo dijo Jesús hace 2.000 años. Qué bonito, qué cierto.... y que poco lo llevamos a la práctica.

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