El Viernes fue otro día muy negro para los mercados. La bolsa se pegó un sopapo considerable, cayó más de un 3%. En medio de rumores sobre las últimas pruebas de misiles efectuadas por Irán el petróleo se decidió a dar un paseo por la estratosfera de los 147 dólares, y un conjunto de entidades aseguradoras de hipotecas en Estados Unidos hablaron abiertamente de quiebra, cosa que puede que le ocurra a al española Martinsa-Fadesa, que el Viernes perdió, en un día, un tercio de su valor. Vaya con la crisis que no lo era, y que amenaza con convertirse en un huracán sin control.
Como desde aquí he criticado mucho al gobierno de España por su ineficacia e indolencia ante el problema, crítica que veo ahora justificada por las encuestas, analicemos por un momento el penoso papel desarrollado en toda esta historia por los organismos económicos internacionales, que parecen tener mucho de internacional, la atrofia propia de un gran organismo y una escasa capacidad de análisis económico. Si exceptuamos al Banco Central Europeo y a la Reserva Federal de EEUU, que son bancos centrales con estatus firme y legal en su territorio de jurisdicción, tenemos una montaña de organismos supranacionales que “velan y vigilan” pro el buen funcionamiento de la economía. Muchos dependen de la ONU, como la FAO o la OIT, y otros no, como el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el Club de Roma, la OCDE, y otro montón de siglas que a muchos no les dirán nada. En todo caso estamos hablando de cientos, miles de profesionales, técnicos, funcionarios, analistas, que no han visto venir lo que se ha generado en estos años, y que si lo han hecho, o no han sabido hacerle frente, o no han podido, o no les han dejado. La verdad es que no se cual de las tres opciones me produce un desagrado mayor. Creo que durante unos años hemos vivido en un mundo de jauja, en el que la mención de riesgos sistémicos, como la escalada de los precios de la vivienda y su burbuja, eran motivo de crucifixión. Agoreros, aves de carroña, y cosas similares eran los pensamientos de las voces oficiales de la economía mundial ante denuncias preventivas, que al final se han mostrado ciertas. Uno de los pocos economistas que he visto yo que haya publicado algún estudio relacionado con el asunto, y pronunciando las palabras tabú hace bastante tiempo es Ricardo Verges, pero es de esperar que ni a él ni a otros, que sin duda los habrá, que han hablado de estos temas se les haya hecho caso, como a esos visionaros que, en las películas de catástrofes, suelen denunciar que no estamos preparados para cuando llegue el terremoto, o la inundación, o se queme el rascacielos. Efectivamente, cuando se produce el infortunio no estamos preparados, y la gente muere como hormigas en el edificio o se despanzurra en carreteras que se convierten en chicle por las fuerzas naturales, no sin unas siempre interesantes escenas amorosas intercaladas por el camino. Las autoridades, incrédulas en un principio, se muestran compungidas ante lo que pasa, y prometen tomar nota para que eso o vuelva a suceder. Como la mayor parte de protagonistas suelen morir en medio del desastre estas películas no tiene segunda parte, por lo que nunca sabemos si realmente se ha tomado las medidas adecuada para que no se produzca nuevamente otro desastre.
La realidad, visto lo visto, no dista mucho de este guión. Salvo que en el mundo real no hay escenas de amor carnosos, ni nada que se lo parezca, los agoreros no son escuchados, y encima parece que las autoridades tampoco se ponen a trabajar. Sin ir más lejos, la semana pasada tuvo lugar al cumbre del G8, un grupo de mandatarios de naciones ricas y poderosas, aunque algunas no son ni lo uno ni lo otro. En medio de este caos económico, financiero y de recursos, energéticos y alimentarios, cual fue el resultado de la cumbre?? Una cena de 19 platos!!!, que hizo bien en criticar Zapatero. Pues nada, espero que les aprovechase el menú, pero si eso es gobernar la economía internacional, creo que me cogeré un cohete rumbo a Marte...
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