Uno de los grandes protagonistas de este fin de semana ha sido “Police”. Swing y sus chicos han dado una vuelta acelerada a España que empezó el Jueves en Valencia, continuó el Viernes en Bilbao y acabó el Sábado en Madrid. Es curioso como treinta años después las canciones míticas de la banda, que yo oí de adolescente y ya estaban un poco pasadas, retornan con una fuerza de la que carecen temas de hoy en día, pegadizos y bailables, pero sin duda destinados a perecer en el pozo de al memoria musical. De mientras, “Roxeanne” o “Every breath you take” y otros tantos seguirán ahí por muchos años.
Es interesante notar que las actuaciones de Bilbao y Madrid se enmarcaron dentro de festivales de verano, el BBK life festival y el Rock en Río respectivamente. Se ha puesto de moda montar un festival rock cada año en todas partes, y hay auténticas batallas por conseguir que los grupos de moda acudan, lo que genera subastas de contratos al alza y necesidad de llenar los graderíos de público consumidor de música (y de todo lo que allí se venda, claro). Y todo esto a la vez que las ventas de música se hunden, quizás heridas de muerte por Internet, que ha cambiado el negocio de una manera imparable, por mucho que les pese a grupos de interés como la SGAE y lobbies afines. De hecho los “artistas” obtiene más dinero de estas actuaciones en directo que de al promoción y venta de unos discos en los que las productoras y distribuidoras son las que se llevan la mayor parte del pastel económico. De hay que grupos como “Police” y otras bandas de igual o mayor veteranía se hayan reagrupado y “olvidado viejas rencillas” por arte de los suculentos ingresos que van a obtener por estas actuaciones. Y es que en el fondo no hay pelea ni eterna discusión que no se apacigüe con un buen puñado de euros. Además de todos es sabido lo caro que resulta llevar un tren de vida como el que siguen los músicos, que ya se sabe que cuesta mucho mantener los vicios. Me da que, por ejemplo, Amy Winehouse se “esnifa” un suculento porcentaje de todo lo que ingresa con sus canciones y conciertos, lo que por otra parte no hace más que continuar esa extraña, lamentable, pero siempre atrayente figura del cantante malo, lleno de vicios, que los explota en público, y que hace crecer el morbo y ansiedad de una audiencia enfervorizada, que acude a los conciertos más con la curiosidad de saber que va a hacer esta vez el artista, o si va a estar en condiciones de aparecer, que de oír tocar sus canciones favoritas. Además en muchos de estos conciertos lo que prima es la juerga y la diversión, lo que está muy bien, pero a veces el componente musical pasa a muy segundo plano. Hay grupos que en directo suenan muy mal, porque en estudio hasta yo canto de maravilla, y pese al habitual estado de embriaguez en el que se encuentra en público, es posible distinguir si lo que hay delante es un grupo o una pequeña estafa, aunque bueno, a ciertas horas de la noche y en buena compañía tampoco importa demasiado quien esté tocando, verdad??
Y de mientras tanto la proliferación de festivales empieza a generar secuelas negativas para ellos mismos. Aún parece seguir en los juzgados la batalla por los derechos del Viña Rock, no sin antes haber visto como la franquicia de Rock in Río se ha instalado en Madrid, cosa algo curiosa. Supongo que como en todo, en unos años llegará la racionalidad, y sobrevivirán los festivales más fuertes (léanse los que recauden más dinero, o saquen más a sus patrocinadores) pero hasta entonces, cada fin de semana de verano tenemos un festival, por lo que mucho ánimo, y si alguien querer empezar la gira, ya puede gastar todas sus fuerzas (y ahorros) en una campa de verano, frente al escenario.
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