Ayer, por primera vez desde hace muchos años, hice un examen de verdad. Quizás desde tercero de inglés de la escuela de idiomas, en 2000, o desde los tiempos de la carrera, no me enfrentaba a una prueba ni a un ambiente como el de la tensión y los nervios antes de entrar en el aula. Supongo que así estábamos los cerca de trescientos que nos enfrentábamos a la primera prueba de la Oposición de Diplomados de Estadística del INE, que hicimos ayer el primer examen en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Complutense, en una tarde de calor sofocante.
La verdad es que allí había mucha más gente que esos doscientos ochenta matriculados, porque muchos acudían con amigos, acompañantes variados, e incluso padres. Había bastantes que estaban o bien con su padre o madre, e incluso con ambos... Pocos éramos los que estábamos solos, pero no era mi caso el único. Eso sí, por lo que pude fijarme yo era el que menos cosas llevaba encima. De hecho, quitando el libro que estaba leyendo (normalito, por cierto) y un bolígrafo, documentación cartera y el móvil, no llevaba nada. Estaba casi desnudo, mientras muchos paseaban antes de entrar en el aula repasando hojas, esquemas y mirando por última vez tablas de contrastes y fórmulas enormes de significado oscuro. En este caso, como en la época de la universidad, y creo que más por vagancia y comodidad, no llevaba nada encima, porque luego hay que acarrear con ello todo el tiempo. Además, si no te ha dado tiempo e mirarte algo no lo vas a arreglar cinco minutos antes, me temo. Así llegaron las 16:00 y nos empezaron a llamar por orden alfabético, entrando así en un aula de examen de dimensiones gigantescas, que ahora veo con googlearth que tiene cien metros de largo clavados. Cada uno tenía una mesa inclinada, imitando a un tablero de dibujo, pero de fija, y un taburete elevado, bastante cutre, sin respaldo, aunque como había que tirarse sobre la mesa tampoco hubiese sido de demasiada utilidad. Tardamos más de media hora en llenar la sala, y a eso de las 16:45 empezamos el examen, con un tiempo límite hasta las 19:50. Eran 10 problemas, a rellenar cada uno en una hoja sellada e independiente. Tras un vistazo rápido, empecé por los que me parecían más sencillos, que al final no lo fueron tanto, y seguí por los más difíciles, que algunos lo eran y otros no. Pese al calor y al cansancio que llevaba acumulado en el cuerpo, no tuve ganas de ir al baño ni me sentí agotado durante todo el tiempo disponible, que agoté. A partir de la primera media hora uno se podía ir si quería, y en la zona donde yo estaba, adelante del todo, segunda fila, no hubo baja alguna, aunque si me pareció que alguien desertaba por atrás, aunque el fondo de la sala para mi era realmente inabarcable. Poco a poco fui avanzando en el examen y al llegar al hora de entregarlo el bolígrafo casi se me escapaba de las manos. Metía las hojas en el sobre y se lo di a uno de los cuidadores, y me sentí tan liberado del agobio y la tensión que he tenido estos últimos días con el examen y otras cosas que tuve que apoyarme en una mesa para no caerme allí mismo.
Bien, ¿y qué tal me ha salido? Dado que no he ido a ninguna academia, he estado trabajando hasta la mañana de ese mismo día, duermo de pena desde hace un mes (pero de lo habitual en mi, que ya es decir) y que me lo he estudiado todo por mi cuenta, y sin la motivación necesaria para triunfar, lo menos que puedo decir es que el examen me pareció asequible. Si esto fuese como en la carrera, que con un 5 apruebas, creo que sí he aprobado, pero aquí la nota de corte la marca el número de plazas y lo que hagan el resto. Si a todo el mundo le ha salido bien, de poco me sirve que yo haya tenido una buena impresión, pero sí la tuve, eso es cierto, y me quedo con eso. El resultado oficial, dentro de un mes.
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