miércoles, julio 02, 2008

Un paseo nada aleatorio

¿Somos libres en nuestras vidas? ¿Hacemos lo que queremos o vivimos presas del destino, que no s esclaviza cruel y silenciosamente? Preguntas como estas tiene un enorme calado y no es mi objetivo responderlas aquí (si lo supiese tampoco estaría aquí en este momento :-) ) pero viene bien esta reflexión para comentar un estudio publicado en prensa hace unas semanas que me llamó mucho la atención, y del que hasta hoy no he podido escribir. Y es que, en esencia, parece que nuestras rutinas empiezan a ser medibles y cuantificables, y el resultado es algo sorprendente (y decepcionante, si me apuran)

Resulta que gracias a un estudio efectuado en una amplia muestra de población, siguiendo la señal que emitían sus teléfonos móviles, se ha llegado a determinar que en la mayor parte de los casos
no abandonamos una zona que se encuentra circunscrita en un radio de diez kilómetros respecto a nuestro punto de residencia. Además, repetimos y repetimos continuamente los desplazamientos un día tras otro, como máquinas perfectamente programadas, de tal manera que, afirma el estudio, un breve análisis temporal permite determinar con gran precisión cual va a ser la pauta y rutina de cada una de las personas en lo referente a sus desplazamientos. Curioso, verdad? Lo cierto es que el estudio tiene “trampa”, creo yo, porque está claro que al menos entre semana la mayor parte de nosotros, afortunados que trabajamos (y más en estos tiempos de crisis) debemos acudir a nuestros empleos y volver a casa día tras día, y sea en transporte público, privado o ambos, el recorrido suele ser habitualmente el mismo. Lo que si es cierto es que el hombre, como animal de costumbre, se impone rutinas y manías, y creo que todos nos levantamos a la hora que ya hemos considerado como habitual, realizamos un paseo por casa muy parecido al de todos los días y, por ejemplo en el metro o en el autobús, nos gusta ponernos donde ya nos hemos acostumbrado, en nuestro sitio. También sucede en la escuela o Universidad, donde el sitio que, aleatoriamente escogemos el primer día, va a ser, con una elevada probabilidad, nuestra residencia todo el curso. En el caso concreto del transporte público, recuerdo los años en los que iba a la Universidad, o a trabajar a Bilbao desde Elorrio, y al final el 80% del autobús a esas indecentes horas mañaneras estaba habitualmente compuesto por las mismas personas, que nos sentábamos casi siempre en los mismos sitios, que no estaban reservados, pero lo parecían. Pensando en estos asuntos a veces me daban ganas de organizar una “revolución” consistente en alterar mi propia posición en el autobús cuando subía la mismo, sentándome en un lugar muy distinto al habitual. De hacerlo, se iniciaría un proceso en cadena en el que alguno de los “habituales” no encontraría su sitio y se desplazaría, y así progresivamente el autobús se hubiese “revuelto” respecto a su situación inicial, alcanzando lo que podríamos definir como un nuevo equilibrio. La prueba de fuego de ese experimento sería hacer ese juego varias veces, observar nuevas distribuciones de personas y, llegado un momento, volver a la posición inicial, y ver si el personal retornaba por su cuenta a los sitios de los que partía. La verdad es que no llegué a hacerlo nunca, pero lo pensé, eso es cierto.

Lo que no aclara el estudio, y saberlo me parece de lo más interesante, es si estas pautas repetitivas y previsibles se dan también el fin de semana, en el que teóricamente gozamos de una mayor libertar de decisión y de movimiento. De extenderse el patrón de conducta a los días de ocio sí que estaríamos ante un estudio que muestra algo a debatir, porque cómo podríamos explicar la existencia de esas rutinas en nuestro tiempo de ocio? ¿O acaso es precisamente esa rutina, esa previsibilidad, la que a mucha gente le otorga un estado de tranquilidad y relajo? Conozco a bastante gente que creo que se sale de este patrón repetitivo, con unas vidas que rebosan inquietud, movimiento e intensidad pero, son realmente las menos? ¿Cómo evoluciona ese comportamiento con los años? ¿y con la situación sentimental? Pues sí que da juego el estudio este.

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