.. y un montón de huesos, con algo de pellejo alrededor. Qué bien describía esa canción de Radio Futura la sensación que se le queda a uno en el cuerpo en días como el de ayer, cuando el termómetro supera incluso esa barrera, coquetea con los cuarenta, y el cielo se convierte en una extraña pasta amarillenta, mezcla de aire, polvo en suspensión y contaminación, convirtiéndose en la tapadera perfecta bajo la que se cuecen las personas (nosotros, yo). Que parecemos pequeños y humildes granos de arroz en una paella donde supongo que los tropezones serán los coches y edificios, que parecen deshacerse en el caldo en que se convierte la ciudad.
Es finales de Julio, la época más calurosa el año, y tras una primavera rara, potente y maravillosa, el verano, aunque tarde, ha llegado, al menos al centro y sur de España. En el norte siguen con una extraña tónica de días grises, oscuros y fríos, salteados con esporádicas y extrañas jornadas en las que el termómetro quiere recordar a sus habitantes que es verano, como sucedió ayer en Bilbao, por ejemplo. Lo malo que tiene estos días son.... las noches. Hace calor cuando se mete el sol, y suelo decir en plan broma que la ciudad se queda como fosforito después de haber sido irradiada durante tantas horas. Progresivamente las casas se calientan y la noche no trae el refresco deseado. Se tumba uno en bañador sobre las sábanas e intenta dormirse, pero la sensación de calor no se va, y no me refiero aquí a lo acalorado que pueda estar uno en la cama, no, sino al bochorno del ambiente. 00:30, 1:00, 1:30.... el reloj avanza poco a poco, y sea por el calor, las preocupaciones o por la crisis financiera no me duermo. Y llega un momento en que dejo de ver el despertador (o sueño que ya no está) y al poco suena y me levanto. Hago cuentas y me sale otra noche en la que he dormido tres horas o menos, y milagrosamente sigo como si nada. Esto no puede ser bueno, me digo, pero me fijo en el metro y todo el mundo lleva cara de ojeras, de no haber dormido, y de no tener sueño. Prefiero pensar que es por el calor, y que no son sus preocupaciones personales las que les impiden dormir por la noche, pero a saber. Salgo de mi parada, llego a la oficina, miro por la ventana y aquí vuelve a extra el azul radiante, que ahora por la mañana, antes de ser golpeado por el mazo solar, logra mantener el tono, aunque de manera tímida. A medida que pase el día irá perdiendo ese azul, y retomará el amarillo de ayer, salvo que aparezca un viento que proteja al cielo y le limpie, cure sus heridas y le haga brillar como sólo a veces es capaz de hacerlo en esta ciudad. Me temo que hasta que eso ocurra, y no es previsible que pase hoy ni en los días próximos, los cielos velazqueños se cogerán unas vacaciones, y el terral del desierto, o de los secarrales que rodean Madrid, que son un buen sinónimo, será el dominador de la ciudad, el mejor indicador de que estamos en lo más intenso del verano.
Mañana es fiesta en Madrid, y me pillo una semana de vacaciones, para descansar un poco, porque estoy realmente agotado y necesito unos días para no hacer casi nada, así que, salvo gran sorpresa, no habrá entradas nuevas hasta el Lunes 3 de Agosto. A los que os vayáis de vacaciones, disfrutarlas plenamente y que os sirvan de consuelo y reparo, que falta nos hace a todos. Al resto, que nos quedamos por aquí, pues nada, a pasarlo tan bien como podamos, y que descansemos mucho mucho. Ser felices.
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