Este invierno está siendo de verdad. Tras unos años en los que por Enero y Febrero apenas era necesario ponerse la chaqueta gorda unos días contados, este año nos está trayendo temperaturas gélidas, las propias de la época, y desde hace bastante. En general creo que 2008 ha sido un año meteorológicamente muy intenso, con fuertes precipitaciones, primavera y otoño muy bruscas, y momentos de explosión atmosférica por doquier. Uno veía el tiempo en al tele y era como asistir a la evolución de la bolsa, porque ibas de susto en susto. Intensidad asegurada.
Y por ahora 2009 ha decidido seguir por el mismo camino. Hoy nuevamente estamos en prealerta en Madrid por posibles nevadas. Pueden caer hasta 3 centímetros en el área metropolitana y más de 10 en la sierra. Vista la que se organizó el Viernes me temo que la AEMET ha decidido comunicar que va a nevar día sí y día también, dado su relativo fracaso predictivo, que puede hacer que sea Marta López o algún otro presentador de los informativos meteorológicos los que sean acusados del desastre, dado que ni el Ayuntamiento, ni la Comunidad ni el Ministerio de Fomento se sienten culpables de nada, ricos ellos. Lo cierto es que en mi situación la nevada del viernes era un regalo. En la oficina, trabajando, con un ventanal sobre Madrid, sin coche y sin necesidad de coger transporte por carretera, sabiendo que el metro funciona, ver caer los copos era precioso. Arremolinados, jugando con los edificios que forman el complejo, enloquecidos antes de llegar al suelo, los fragmentos de nieve creaban una estampa preciosa, y muy rara. Una ciudad como estas nevada adquiere una dimensión extraña. Todos nos imaginamos una campa nevada, unos árboles o una vereda, y el resultado es precioso, como puede verse en las fotos que muchas personas están sacando de esos parajes y las envían a las televisiones y medios de comunicación en general. Pero una ciudad nevada es algo distinto, más raro, y no se si más bonito o no, pero desde luego impactante. Al efecto visual se le debe sumar el sonoro, porque la nieve es un magnífico aislante acústico, absorbe el sonido, y “limpia” de ruidos una ciudad como esta, en la que el sonido del tráfico y otros incordios está permanentemente instalado en el ambiente. La sume en una especie de sopor bello, mágico, la adormece, y crea estampas psicodélicas. Ver como el tráfico se para poco a poco en las avenidas pro al acumulación de al nieve, las calles se detienen y el flujo de personas en las aceras se hace cada vez más intermitente es señal de que algo raro pasa, de que la nieve empieza a ganar su partida a la vida real, y de que vienen horas extrañas, raras, y también difíciles. No les voy a engañar, el Viernes las calles de Madrid tenían una imagen de invierno neoyorquino muy interesante......
Todo esto, repito, visto desde mi ventana. Si te tocaba coger un vuelo, un tren o ir en coche la perspectiva cambia radicalmente, ves que lo bucólico se transforma en incordio, o en simple peligro, y te sientes indefenso ante los acontecimientos. Por eso, como mejor se disfruta de este frío que hiela todo y de las ventiscas de nieve es desde dentro de un buen refugio, con una cristalera y un buen café o chocolate caliente (o lo que ustedes deseen) en la mano, porque lo cierto es que, como dice el anuncio, a nadie le gusta pasar frío. Abríguense.
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