No se si han salido a la calle. Si no es necesario que lo hagan pueden quedarse tranquilamente en casa, tomando un desayuno caliente y mirando por la ventana como un ligero viento convierte en aún más insoportable el frío que hace ahí fuera. Pueden ver desde su ventana a los incautos que, obligados por las circunstancias, abandonan la protección del hogar y se adentran en el crudo invierno, saltando de isla de calor en isla, en busca de otro lugar con calefacción que les acoja, porque sí, hace mucho frío.
Pero consuélese, que podía ser peor. Si aquí sufrimos una ola invernal, en centroeuropa llevan ya varios días bajo un manto blanco y una fuerte ventisca, todo ello aderezado con la llamada guerra del gas, que hace que las casas no sean precisamente le mejor refugio ante las inclemencias. Las denuncias rusas de robo de gas por parte de Ucrania en su red de gaseoductos han provocado un corte del suministro del monopolio estatal ruso Gazprom a toda Europa del Este, y las consecuencias ya se sienten (y padecen) en muchos países. Son varias las causas que originan este problema, empezando por el deseo ruso de controlar a Ucrania, muy prooccidental, y de paso mantener algo sometidos a los paíeses que en su día estuvieron bajo su órbita. De paso, Rusia manda un mensaje a la Unión Europea, dejándole claro que depende de los pozos eslavos para calentarse, y que debe comportarse con la “amiga Rusia” como un socio colaborador y fiel, mirando para otro lado por ejemplo cuando el ejército de Putin decida atacar una díscola república que se declara en rebeldía, como así sucedió en verano con Georgia. La Unión Europea ha anunciado el envío de observadores a Ucrania para verificar si realmente los robos de gas denunciados por Rusia son ciertos, y en todo caso ha declarado que tomará medidas contra Rusia de seguir así las cosas, declaración que sin duda ha suscitado carcajadas profundas y sonoras en el Kremlin. En este caso la Unión se lo tiene merecido, porque conscientemente ha apostado por una política de dependencia energética de un socio nada fiable. No se ustedes, pero yo no estaría muy a gusto en una reunión en al que tuviera que firmar algo con un personaje como Putin, con esa cara de haber acabado con sus padres hace apenas un cuarto de hora. Si uno opta por ponerse una soga al cuello, como ha hecho Europa con los contratos rusos, no es de extrañar que el dueño de la correa esté tentado a tirar de ella para obtener réditos, ventajas, o meras satisfacciones que se cubren con la pleitesía y sumisión del sometido. El que este escenario de chantaje coincida con una potente ola de frío sólo añade algo más de crueldad a los hechos, y debiera avergonzar con la mayor fuerza posible a los responsables energéticos de la Unión, y en este caso con especial fuerza a los de Alemania, principal país de la misma, gran socio del monopolio estatal rusos, y enorme valedor de los intereses eslavos en Europa. No olvidemos que, entre otras cosas, Gergard Schroeder, tras dejar la cancillería alemana, entró a trabajar para...... Gazprom.
¿Como solucionamos esto?. De manera inmediata, para reanudar el suministro, no queda otra que bajarse los pantalones ante Rusia y hacer todo lo que ella quiera, pero debemos tener claro que si no desarrollamos una política de independencia energética en la Unión, estos episodios serán cada vez más frecuentes, intensos y peligrosos. El desarrollo de la energía nuclear y las renovables debe ser una prioridad política en todos los gobiernos, pese a los recelos que pueda haber en la opinión pública. Si alguien pregunta a los congelaos búlgaros hoy si prefieren el “bello” gaseoducto ruso o la “repulsiva” central nuclear de su país o los “antiestéticos” molinos de viento de su montaña seguro que la respuesta sería inmediata, verdad??
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