Tenía pensado hoy hablar sobre el papel del gobierno Bush en la política económica, de cara a al relevo presidencial que está teniendo lugar en Washington, pero la visita de un matrimonio amigo formado por BLL y EHS, y la excursión que nos dimos por la exposición de Star Wars que a día de hoy se puede visitar en la sala que el Canal de Isabel II tiene en Plaza de Castilla bien merece un comentario, y es que nos lo pasamos tan bien en la comida y luego en la muestra que logramos una tarde de Sábado realmente deliciosa, y ansío las fotos de mi amigo tanto como Han Solo salir de la carbonita en el Episodio VI.
Star Wars, o La guerra de las Galaxias en su versión española, es un mundo en sí. Hay gente, como yo, a la que le gustan mucho las películas y otros que no las soportan, hay un escaso grupo de indiferentes, pero todo el mundo admite que el impacto que el universo generado por George Lucas ha tenido en la sociedad moderna es inmenso. Y lo cierto es que la idea base de la historia no es muy nueva. En esencia se trata del auge y caída de un caballero y su redención por parte de su hijo, un argumento muy trillado en folletines, novelas de caballería e historias mitológicas antiguas. Sin embargo Lucas crea un mundo complejo, lleno de seres interesantes, personajes atrayentes, buenos muy buenos y, sobre todo, malos muy malos. Es ese reverso tenebroso de la fuerza uno de las ideas que más ha calado en el imaginario. Todos usamos la expresión de “pasarse al lado oscuro” y la entendemos perfectamente, cuando nos referimos a nuestros jefes, novias o excelsos compañeros y amigos. Darth Vader, el malo malísimo de la saga, es un malo impagable, que mete miedo, y si la grandeza de una película se basa en gran parte en el atractivo y poder que ejerce el malo, Star Wars está entre las mejores de la historia. A todo esto hay que sumarle unos personajes secundarios que logran la excelencia, especialmente en la trilogía clásica (Episodios IV a VI), unos efectos visuales sorprendentes, que no han perdido nada de su grandeza, y han logrado que las películas antiguas, vistas ahora, no desmerezcan en lo más mínimo, ni puedan ser consideradas como anticuadas. Diseño, vestuarios, producción, todo está cuidado al detalle, gracias al trabajo de un montón de profesionales que se embarcaron en esta locura con la ilusión que sólo puede tener un niño, y que genera las mayores grandezas posibles. Y encima de todo esto, va John Williams y crea una banda sonora total, perfecta, soberbia. Me sigo emocionando como el primer día cuando veo las letras amarillas sobre fondo estelar y la fanfarria de arranque pensada por el maestro atrona en la sala, o en donde sea. Fue una idea original el dotar de música “clásica” a una película de ciencia ficción, pude que Lucas se inspirase en el éxito del 2001 de Kubrick, pero el acierto es total.
Así, el Sábado, el éxito de la visita estaba garantizado, y en una enorme sala ambientada como el interior de una corbeta rebelde del episodio IV, uno puede ver modelos, maquetas, storyboards y decenas de objetos usados realmente en la filmación de las películas. Críos, mayores, matrimonios, grupos de amigos, despistados... Todos estábamos llenos de ilusión viendo aquella muestra, en la que era obligatorio sacar fotos, cosa que BLL llevó a cabo ante mi falta de cámara. En serio, les guste este mundo o no, vayan a verla, y qué la fuerza les acompañe....
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