Entramos hoy en la segunda semana de combates encarnizados en la franja de Gaza. Si el verano estuvo marcado por el taque ruso sobre Georgia, una guerra más en el Caúcaso, estas navidades de la crisis han estado, lógicamente, monopolizadas por todo lo que sucede en esa estrecha tira de tierra rodeada de mar y desierto, en al que se hacinan casi dos millones de personas, y en al que parece que la violencia reina sin fin, venga esta de donde venga. Si yo viviera allí, aunque es difícil usar el término “vivir” en esas condiciones, hace tiempo que me hubiese largado a cualquier otro lado.
El ataque israelí está siendo muy duro. Pese a su tecnología, es imposible que los objetivos que se ha propuesto destruir el Tsahal, el ejército hebreo, no conlleven víctimas civiles, y no debiéramos escandalizarnos hipócritamente, porque estamos asistiendo a una guerra televisada, y las guerras son así. Crueles, duras, despiadadas, y tan humanas como que son uno de los productos más característicos de nuestra ruin especie. Al lanzamiento de misiles por parte de Hamas contra la ciudades hebreas Israel ha respondido con tropas de asalto, carros de combate y cazas en el cielo. Se le acusa de desproporción, y material y numéricamente es cierto, pero no creo que Israel tuviese una opción mejor que la de atacar. Otra cosa es que haciéndolo como lo está llevando a cabo tiene elevadas posibilidades de acabar como en la guerra contra Hezbola de verano de 2006, arrasando parte del territorio pero sin acabar con el problema de raíz y sin ganar realmente la guerra. En este sentido Hamas ha sido más listo. Como no le importa lo más mínimo el sufrimiento de la población civil de Gaza, rehén en última instancia del movimiento islamista, ha conseguido poner rabioso a Israel y ha provocado su entrada en tromba, poniendo a niños y civiles en la primera línea de fuego y llevándose el gato al agua de la opinión pública internacional. Ha agitado el capote y el toro ha embestido hasta más allá de la barrera. Ahora mismo no hay opinión pública en el mundo que respalde la acción israelí, y es imposible hacerlo viendo las imágenes que llenan nuestros televisores todos los días. Hamas ya ha ganado la batalla mediática, esa cruenta guerra virtual que se juega todos los días en el salón de las casas occidentales, y que decide mucho más que los estrategas y los mariscales de campo sobre el rumbo de los acontecimientos en el campo de batalla. En otro de los efectos contraproducentes provocados por la invasión, Hamas ha ascendido a la categoría de actor político en la zona, cosa que principalmente irrita a la Autoridad Nacional Palestina, su principal enemigo pese a lo que parezca, y a Egipto, vecino de Gaza, y nada contento por tener a un grupo islamista amparado por Irán y Siria metiendo las narices en su cada vez más convulso territorio. El ataque ha transformado a Hamas de movimiento terrorista a inocente grupo de resistentes ante la brutalidad israelí. Valiente resultado.....
Y lo peor es que día a día la situación de al población de Gaza empeora, si ello es posible. Mujeres, niños, miles de personas inocentes mueren o quedan heridas en medio de escombros, en un paisaje fantasmal, horroroso. ¿Cuántos años llevamos viendo imágenes similares en esa zona del mundo? ¿Y cuántas nos quedan por ver? ¿Cuáles serán las venganzas que esto provoque? ¿Y sus respuestas? y...... conozco a más de uno que dice que lo mejor sería dejar que todos se maten entre ellos y nos dejen tranquilos, y poco a poco parece que eso es lo que buscan. Qué panorama más deprimente.
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