miércoles, enero 28, 2009

Los elementos desatados (para DAG)

El invierno de 2008 – 2009 va camino de no poder ser olvidado en muchos años. Si hasta ahora habíamos tenido nevadas frecuentes, copiosas y reiteradas, incluyendo el episodio de nieve madrileño y su colapso, la tormenta desatada en la tarde noche del viernes 23, que afectó a todo el norte de España y a la costa mediterránea ha sido el colofón de la tarta, con una guinda en forma de amenaza de inundaciones en Bilbao ayer mismo que al parecer se quedó sólo en un susto, pero de los grandes.

Y todo esto me ha pillado arriba, en medio de unos días de vacaciones relajadas en los que, por si alguien tenía alguna duda, ha hecho mal tiempo. Ya cuando llegué la noche del viernes 23 llovía sin cesar desde antes de Somosierra hasta el mismo Elorrio. Curiosamente sólo amainó un poco en la zona de Lerma, donde hace el descanso el autobús. Ya de noche, y en medio de las alertas que se oían por la radio y las llamadas de ciudadanos asustados, especialmente de la costa gallega, se desató el vendaval. Cuando me levanté el sábado pro la mañana caían algunas gotas, y soplaban ráfagas de viento sueltas, pero parecía que lo más duro había pasado. Cogí el coche para hacer recados y entonces pude comprobar que la noche había sido movida. Parte del pueblo estaba sin luz, no era el caso afortunadamente de mi barrio, con tiendas cerradas y el supermercado local igualmente clausurado. Así, me fui hasta el hipermercado sito en Abadiano, cerca ya de Durango. Por el camino había hojas y ramas por todas partes, setos caídos, farolas oscilantes, y semáforos apagados. Una vez llegado al centro comercial no se podía acceder por la puerta principal, porque el viento había levantado las chapas que formaban parte de su cubierta. Para no mojarme dejé el coche justo al lado de esa entrada, y me mojé al tener que dar un rodeo para acceder por una puerta provisional. Una vez dentro no había demasiada gente haciendo compras, porque la verdad es que el día no animaba precisamente a salir a la calle. Compré lo que llevaba en la lista y me volvía casa, por el mismo camino, igualmente decorado y con muy poco tráfico. Me acordé de cómo esa mañana unos amigos iban a ir a ver olas, porque si en tierra se había organizado una buena en la costa no era mucho menor. Vi las fotos de su excursión donostiarra el sábado por la noche, y puedo dar fe de que el espectáculo debió ser enrome, porque incluso desde la zona en la que se encontraban, vallada y a bastante distancia del paseo marítimo, las olas rompían y les empapaban por completo. Para entonces ya se conocía un número bastante certero de las víctimas causadas por el temporal, principalmente por caída de árboles sobre coches y persona, y en especial el caso de los niños muertos en el campo de béisbol de los alrededores de Barcelona al desplomarse sobre sus cabezas una cancha cubierta, vencida por el intenso viento. Un temporal que abría los informativos y que, pese a ello, no evitó que, como suele ser habitual, la información meteorológica de los fines de semana fuese parca, cutre y atropellada.

Si pensaba que después del viento iba a llegar el reposo me equivocaba, y algo de eso me dio tiempo a pensar ayer en la parad del autobús de Elorrio a Bilbao, con objeto de coger el bus de vuelta a Madrid, cuando llovía a mares, en Bilbao se estaba organizando el gran caos, los transportes públicos se colapsaban, y no veía forma de salir de allí. Tuvo que ser el gran DAG el que me rescatase y me permitiera llegar a la Termibús de nuestros dolores, en medio de unas carreteras complicadas y unos avisos de temporal, que, aunque tarde, se cumplían a rajatabla. Así que de lo malo malo, en medio del temporal un amigo se convirtió en mi sol.

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