Ya de vuelta tras un puente radiante y soleado, primaveral a más no poder, en el que he visto más luz arriba que en los últimos cuatro meses, y es de agradecer. Paseos, vegetaciones con el vaso de clorofila en la mano como suelo decir y poca cosa más, la verdad. Ha sido todo muy tranquilo. Sospechaba que en el viaje de vuelta iba a sufrir incomodidades ya tascos, y así fue, pero no a la entrada de Madrid, donde los esperaba y no estuvieron, sino en el mismo Bilbao, o más exactamente en Garellano.
Me encanta Bilbao, me parece una pequeña ciudad muy bella, más bonita que San Sebastián y muchas otras. De unos años a esta parte la han embellecido más, aunque conservó aún los recuerdos de un Bilbao industrial, algo sucio, pero vitalista y desbordante de fuerza. El presupuesto público ha metido mano en muchas zonas de al ciudad, pero una de las que se ha olvidado es de la estación de autobuses de Garellano, la llamada Termibús, que iba a ser provisional para unos meses y lleva años sumida en la provisionalidad. Unos barracones mal cubiertos que hacen que sea uno de las pocas estaciones que conozco en las que te mojas cuando coges el autobús o las maletas, y ya se sabe que en Bilbao, a veces no llueve.... Ayer tenía el billete para las 17:00 a Madrid en el autobús 2. Llegue a Termibús en el Bizkaibus de Elorrio a las 16:05, hora ideal para maximizar el tiempo de espera allí. Tras revolotear un poco por la zona me aproximé a eso de las 16:40 a los andenes donde suelen cogerse los autobuses a Madrid, donde ya empezaba a haber afluencia. A las 16:50 aún no había abierto un solo autobús, y lo que es peor, no estaban indicados los números de cuál era cada uno de ellos, a excepción el que hacía el 4. Calculen ustedes una media de 50 personas por autobús y unos cuantos acompañantes por cada uno de ellos (yo iba sólo, pero otros llevaban media familia y compensaban) apretujadas en la esquina de al estación, con maletas, bolsas y demás trastos producto de un largo puente, con una megafonía que de vez en cuando decía algo pero que no se entendía nada.... al menos esta vez no llovía. A las 16:53 pusieron los carteles y empezamos a subir a los autobuses. Yo ya veía que, como siempre, el horario puntual de salida se vería incumplido, pero empezaba a tener ganas solamente de largarme. Pasadas las 17:00 se llenó el autobús e iniciamos el camino de salida que, a tono con el diseño de la estación, consiste en una única puerta con un duradero semáforo rojo que da a una calle que los Domingo se convierte en el reino de la doble fila paterna. Los cuatro autobuses de Madrid, y otros que también tenían prevista su salida a esa hora, trataban de pasar el semáforo para luego hacer maniobras y poder escaparse de ese antro. Como es de suponer por allí no había ningún municipal ni ertziana ni nada por el estilo regulando el tráfico. Pite usted, grite y apártese si puede..... Salí de termibús a las 17:15
El resto del viaje tampoco fue para echar cohetes. En la penúltima fila de un autobús normalito puede “disfrutar” de las dos películas que pusieron a todo volumen porque los asientos no disponían de auriculares y el sonido era “envolvente”, y por las caras que veía, me dio la impresión de que no era el único de los que habitaba en el fondo del pasillo que rogaba para que quitasen de una vez aquella pesadez. Del caos que se organizó en el Alisas de Lerma a las 19:20 mejor no les comento nada, pero aquello parecía Bilbao de botellón en plena “Aste Nagusia”. En fin, me perece un bilbainismo tener coche propio sólo para hacer el viaje Madrid Elorrio ida y vuelta, pero a veces entran unas ganas de comprárselo...
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