lunes, abril 11, 2011

Maldita bolsa de mier….

Todos los que me conocen saben que soy bastante patoso, y que en general no poseo habilidades manuales. Cosas que para otros son triviales para mi suponen enormes esfuerzos que, habitualmente acaban en fracaso. Darle con una raqueta a una pelota en movimiento, coger un objeto que te arrojan, tirarlo mismamente con algo de precisión, o movimientos coordinados son tareas que me desbordan y, afortunadamente, mantengo alejadas de mi vida diaria. Sin embargo hay situaciones que requieren algo de destreza y en ellas suelo evidenciar mi incapacidad.

El viernes por la tarde hice algo de compra en un supermercado, no mucha cosa, pero sí lo suficiente como para llenar una bolsa. Llegué a la caja, uno de los lugares que más nervioso me ponen porque está mal diseñado, lleno de procesos inútiles y en el que si te equivocas en algo es imposible que no montes una gran cola a tus espaldas. Saqué los productos de la cesta y los puse en la cinta que los lleva al lector de códigos. Llegó mi turno, y la cajera, joven y extremadamente guapa, todo hay que decirlo, empezó a pasar los productos a la velocidad habitual, muy cercana a la de la luz, y depositarlos al otro lado, y ese es uno de los momentos que más temo, porque soy incapaz de meter los productos en las bolsas a la velocidad a la que son escupidos por la cajera. Y eso si los puedo meter, porque ese fue, esta vez, el problema. Había entre los productos el típico grupo de bolsas de plástico unidas. Cogí el paquete y separé una de ellas, que suponía que sería suficiente. Sin embargo me empecé a asustar al ver que, bolsa en mano, era imposible abrirla. Esas bolsas de plástico, que empiezan a cobrar, cada vez más finas, vienen completamente adheridas, con ambas caras pegadas por a saber que motivo o causa. Empecé acoger la bolsa con dos dedos intentando abrirla, pero era como si jugases con el envoltorio de un paquete de CDs, algo intangible. Probé a mojarme con saliva la punta de los dedos, a ver si así la humedad o el aumento de la fricción tenían sus efectos, pero era imposible. Aquel trozo de celofán decorado con un logotipo comercial me estaba venciendo de una manera absoluta. De mientras yo era derrotado por el plástico todos los productos habían ya sido computados por el lector óptico y la cajera me decía el precio a pagar. Saqué la tarjeta y, tras dos intentos, logré coger la cartera del suelo y enseñar el DNI, pero las cosas seguían sobre la mesa y la bolsa de mier…. no se abría. Miré a la cajera y le pedí a ver si era capaz de abrir la bolsa, porque yo estaba a punto de sacar la bandera blanca. Ella me miró con cara de mala leche (otro tarado que viene a fastidiarme la tarde, supongo que pensaría) cogió dos o tres bolsas del paquete y, con un gesto con las manos tan rápido como habilidoso las abrió por completo sin el más mínimo esfuerzo. Me quedé como cuando uno ve los trucos de cartas de Juan Tamariz por la tele y, sombrado, piensa “cómo lo habrá hecho…” la chica, cada vez más enfadada porque no me movía, pidió que teclease el número secreto de la tarjeta en el terminal y empezó a pasar productos del siguiente cliente, único que estaba detrás de mí cuando empecé mi proceso de pago, y ahora primero de una pequeña legión de consumidores que estaban con la misma cara de enfado que la cajera ante el “pringao ese de la bolsa, que menuda ha montado…”


Una vez abierta la bolsa, empecé a meter en ella los productos, con cuidado de no equivocarme y coger cosas del cliente posterior, que salían rodando a enorme velocidad del inefable lector y de las habilidosas manos de mi cajera castigadora. Era fácil no equivocarse, dado que habitualmente suelo rellenar un stock de productos en casa y, en esencia, siempre compro lo mismo, pero al final acabé rellenando la bolsa con el siguiente cliente pegado a mi, y un tercero que se aproximaba peligrosamente a nuestra posición. Saludé, la cajera ni me miró (por fin se va!!!!, pensaría) me fui y abandoné el campo de batalla comercial con la sensación de que, otra vez, la caja me había vencido.

1 comentario:

israel dijo...

jejej. A mi también me ha costado en mas de una ocasión abrir esas bolsas y lo ha tenido que hacer la cajera de mi parte (y yo con cara de imbecil y preguntándome cómo lo ha hecho). La proxima vez te llevas la bolsa de casa (esas que se han hecho tan populares porque ahora no te las regalan en la tienda) y ya no hay problema