Ayer fue Lunes Santo, pero parecía Viernes de dolores. Todo fue un rosario de noticias dolorosas que se clavaban, como corona de espinas, en la cabeza de las finanzas mundiales y en la economía española. Tras una semana pasada tranquila, con la equivocación China de ZP y la salida de banco de Aznar sobre la deuda y el extravagante Gaddafi (lo que hay que oír) ayer volvieron los miedos y angustias. El diferencial de la deuda volvió a superar los 200 puntos sobre la alemana, el Ibex cayó un 2% y el buen resultado de los extremistas finlandeses y el aviso a la deuda de EEUU acabó por secar la tinta de los titulares. Demasiado para un día.
Como todo esto a la vez es inmanejable (quizás en un libro de trescientas páginas, pero no en un pequeño artículo) me voy a centrar en el resurgir de Grecia, que acapara titulares desde la semana pasada y, la contrario de Islandia, es un ejemplo y laboratorio de pruebas correcto sobre nuestra situación. Desde la semana pasada se rumorea que no es que Grecia no pueda pagar su deuda, cosa que se constató hace más de un año, sino que tampoco es capaz de devolver el préstamo que le hizo la Unión Europea, el famoso rescate. Si se fijan esta historia es una tragedia cantada que lo único que hace es prolongarse en el tiempo. Hace más de un año Grecia agonizaba, no podía colocar su deuda porque se le pedían unos tipos de interés muy alto, señal de que el mercado esperaba problemas para cobrar, y solicitó la ayuda europea. Para eso se creo el famoso fondo de rescate, que en esencia no es más que un mecanismo de refinanciación de la deuda mediante un préstamo de la UE a tipos de interés menores de los que pide el mercado. Así la UE se convierte en el “Cofidis” de última instancia aunque a precios no abusivos. Pero lo fundamental es que la economía griega no crecía hace dos años, ni hace uno ni ahora, por lo que no puede generar flujo de caja (por así decirlo) para pagar los vencimientos de su deuda, esté esta al 15%, al 10% o al 5%. Así, el préstamo de la UE sirvió para aliviar la presión de hace un año, pero transcurrido ese tiempo Grecia está peor que cuando pidió la ayuda, y no es capaz de devolver ni el principal ni los intereses ni la refinanciación. Por ello han vuelto con fuerza los rumores de que se prepara una reestructuración de la deuda, palabra muy grande que esconde otra más pequeña, impago. Este es el final del camino para una empresa en deudas, el concurso de acreedores. Puede jugar mucho tiempo haciendo la bicicleta, refinanciando créditos una y otra vez con el banco, como están haciendo, de manera irresponsable, promotores inmobiliarios y bancos en España, pero al final, si no vendes y obtienes líquido con que pagar, caes. Se declara la quiebra, ahora llamada concurso porque nos gustan los eufemismos para todo, un juez se hace cargo del negocio y todo el mundo reza para perder lo menos posible, o que sea el otro el perjudicado. Si Grecia hace quita perderá Grecia, y los bancos alemanes que le prestaron, y sus impositores, y el resto de entidades de los países que allí se metieron. Y como en un juego capitalista de verdad, habrá que hacer frente a esas pérdidas.
¿Va a suceder esto? Sí, y cuanto más tarde sea, peor. Nuevos planes de ajuste sólo provocarán un retraso del momento de la verdad y el aumento del importe debido. ¿Cómo se gestiona la quiebra de un país? ¿Y dentro del euro, está previsto algo así? No o se, pero Grecia es lo suficientemente pequeño como para experimentar, establecer un procedimiento de quitas (una “ley concursal” de países) y llevarlo a cabo. Porque luego vendrá Irlanda, y quizás Portugal, y esperemos que para entonces España no haya entrado en la fase “limbo” del rescate. Esto son flagelos, y no los de los nazarenos….
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