Estos días Islandia vuelve a adquirir un protagonismo relevante por su papel en el desarrollo de la crisis y las soluciones, llamémoslas así, que está adoptando para salir de ella. Es allí donde comienza el maravilloso documental “inside job” y se muestra la cara amarga de lo que parecía un paraíso de la desregulación, en el que los excesos, malos en todo, de un sector financiero, que creció sin límite, acabaron por configurar una deuda pública y privada completamente inasumible para las dimensiones del país. Y es que Islandia, con una población de 300.000 habitantes (Bilbao ciudad) no es un lugar corriente para poder extraer lecciones sobre como salir de esta.
Y es que con ese tamaño de población, y concentrada la mayor parte de ella en su capital, Reikiavik, Islandia puede llegar a autogobernarse de manera comunal, incluso antes de que las nuevas tecnologías lo permitiesen era factible. De ahí la realización de varios referéndums para que la gente elija si se pagan las deudas contraídas con entidades extranjeras por parte de los bancos islandeses, que superan ampliamente el PIB de la isla. Los dos celebrados hasta el momento han resultado negativos, y la interpretación general es que la población en Islandia está ganando la partida a los banqueros y la solución allí es social, ética, y no sólo basada en la ayuda de los poderes públicos a los bancos. Es una visión romántica y, me temo, errónea, porque cualquier referéndum del mundo sobre una cuestión negativa para el bolsillo del consultado arrojaría aun resultado similar. Piense que hacemos uno en España para que la gente opine si desea pagar más o menos impuestos ¿Qué resultado saldría? La única duda es el margen que el “menos” le sacaría al “más”, y pero lo que individualmente es una respuesta lógica socialmente puede dar un resultado negativo, y haciendo caso al resultado de la votación, bajaríamos muchos impuestos y el déficit aumentaría, y habría que recortar prestaciones (aún más) de esas que son “gratis” pero se pagan con impuestos. ¿Veríamos como progresista el resultado de este referéndum? Seguro que muchos de los analistas no. Por lo tanto dejar que la población decida por consenso sobre determinadas materias puede no ser la mejor vía para llegar a soluciones, sobre todo metidos en el pozo en el que estamos nosotros y los islandeses. Además, es obvio que los deudores extranjeros de Islandia no se van a quedar quietos si el país decide no pagarles. Iniciarán u largo y costoso proceso de apelaciones en extraños tribunales y cortes internacionales y tratarán de recuperar lo que se les prometió. ¿Es ello posible? No, porque el volumen de lo debido supera con mucho la capacidad de la economía islandesa. De ahí que lo más lógico fuese crear un grupo de trabajo entre el gobierno islandés y los países acreedores, establecer un calendario de pagos coherente y, sobre todo, determinar las quitas, o cuantías de deuda que no van a ser devueltas porque no hay con qué pagarlas, algo que se parece bastante a un concurso de acreedores en el caso de la quiebra de una empresa. Puede servir de experimento, porque habrá que hacer lo mismo con Grecia e Irlanda en breve, y veremos si con Portugal en el medio plazo. Islandia está fuera de la Unión Europea, y quiere entrar. Teniendo en cuenta que gran parte de las deudas están vinculadas a países de la Unión, especialmente Reino Unido y Holanda, parece que será necesario un acuerdo previo de este tipo antes de que el país pueda formar parte de las complejas y hasta cierto punto absurdas instituciones europeas. Y del ansiado Euro y el BCE.
Y es que la otra gran diferencia de Islandia es que juega por libre. Su moneda, la corona islandesa, cotiza libre en los mercados, y sigue devaluándose como cada día desde que estalló la crisis. Esto le está permitiendo hacer el ajuste de su economía tanto por las cantidades (destrucción de empresas y desempleo) como por los precios (devaluación de sus productos) pudiendo exportar más fácilmente y no haciendo que todo el ajuste se cebe en el mercado laboral, como pasa en España, donde el Euro y los tipos del BCE nos tienen amarrados, para la bueno y lo malo. Así, muchas de las cosas que está haciendo Islandia no nos sirven en el conjunto de la UE. Quizás la que sea más útil es la llamada a la ética que surge desde sus escarmentados dirigentes.
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