viernes, abril 29, 2011

Una luz en la oscuridad

Para terminar la semana de Pascua no está mal. Ayer explotó un suicida bomba en una cafetería de la turística Marrakech y mató a 16 personas, y es seguro que junto a los lloros y destrozos hubo alegría en los hoteles del mediterráneo español, Baleares y Canarias. Y hoy se publica al EPA del primer trimestre de 2011, en la que sabremos en cuánto se ha incrementado el paro. Si llegaremos a los cinco millones o no me parece trivial, porque hace mucho que superamos cualquier cifra razonable y que nuestros políticos, gestores y aspirantes, demostraron su incompetencia ante este absoluto desastre. Pena que ellos no estén entre esas cifras.

Ante esto, quiero fijarme hoy en una historia compleja, pero bella, que muestra nuevamente que en España hemos logrado casi la perfección en lo que hace al trasplante de órganos y, que quieren que les diga, me parece un colofón muy adecuado para una semana de Pascua. Ayer, mientras muchas vidas eran segadas en la plaza Yemá el Fna de Marraquech,
se produjo una cadena de donantes vivos de riñón en la que participaron seis personas y que permitió realizar tres trasplantes. ¿Cómo? Hay parejas en las que uno de los miembros necesita un trasplante de riñón y su respectivo está dispuesto a donárselo pero existe una incompatibilidad entre ambos, motivo por el que están esperando un riñón de una tercera persona. Este riñón externo soluciona el problema de la pareja originaria y “libera” el riñón que ellos estaban dispuestos a autotrasplantarse (y que no pueden) hacia otra persona. Ayer hubo dos parejas en este proceso, de Barcelona y Granada, que desembocó en una persona más de Granada, última receptora de la secuencia de órganos. Pero, se preguntarán ustedes, ¿quién es el que hace de taco de billar y pega el golpe inicial para generar una carambola de este tipo? Las parejas que están en esta situación están controladas por los hospitales, y se han diseñado algunas de estas secuencias, pero es necesario que haya una donación originaria que ponga en marcha todo el proceso. En el caso de ayer se dio lo que en el argot se llama la acción de un “buen samaritano”. Un religioso ofreció donar uno de sus riñones a quien lo necesitase, sin que haya relación de parentesco ni conocimiento, en una donación anónima de órganos en vida. Al parecer hay más de treinta personas en España dispuestas a realizar este tipo de donación, de cesión de su vida, por así entenderlo, pero cerca de la mitad de estos ofrecimientos no se han podido atender por razones de salud del donante, físicas o psicológicas. En el caso de ayer no había incompatibilidades de ningún tipo, el órgano se extrajo del donante y se trasplantó a la primera pareja, de Barcelona, que liberó un riñón y fue a Granada, a otra pareja que liberó otro riñón y acabó en el cuerpo de una paciente granadina. Gracias al riñón del samaritano fueron tres las personas que ayer volvieron a vivir plenamente, y su gesto merece todos los elogios y reconocimientos posibles, porque eso es entregarse a los demás, en el sentido más absoluto posible. Además, hay que felicitarse de que la coordinación entre hospitales y la gestión de todo este proceso, que supongo muy complejo, haya sido un éxito, permitiendo que los traslados, intervenciones y demás hitos se hayan completado en un tiempo muy breve y con éxito. Cientos de profesionales de muchas áreas han trabajado, dando lo mejor de sí, para que esto suceda. Y el resultado es vida, el mayor de los éxitos posibles.

El donante,
a quién podemos oír pero no ver su rostro en este vídeo, se habrá levantado esta mañana medio tormentosa de finales de Abril con una sensación extraña, con un vacío en uno de sus costados, pero con un corazón lleno por lo que ha hecho, y tres personas se habrán levantado igualmente hoy llenas, con un órgano nuevo que les otorga la vida, y una deuda de gratitud infinita hacia alguien a quien nunca van a conocer, que nunca va a ganar dinero por lo que ha hecho, que no se exhibirá por ahí aun teniendo motivos de orgullo para poder hacerlo. No me digan que en medio de esta desolación en la que vivimos no es una historia de Pascua, de resurrección, de vida.

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