Seguro que a menudo reciben ustedes correos que hablan de niños desaparecidos o enfermos. Esas cadenas del tipo “Jazmine vive abandonada en una leprosería de Bangkok y necesita tu ayuda. Por cada correo que le mandes Bill Gates donará tres gotas de suero para alimentar la botella de la que pende su vida”, o “Salustiana desapareció hace una semana cuando fue absorbida por un tornado en Kenesaw, Nebraska. Por cada correo que mandes pondremos una pieza del avión que la va a buscar” o cosas por el estilo. Son una de las formas de spam más comunes, que se aprovechan de supuestas desgracias, y que curiosamente funcionan.
Pues bien, ayer recibí el primer correo de este tipo en mi vida que ha resultado ser cierto. A primera hora de la mañana me llegó un envío a la dirección del trabajo por parte de una compañera funcionaria de la planta de abajo en el que nos informaba a todos de que su sobrina había desaparecido ya hacía algunos días, y que por favor, si nos enterábamos de algo o la veíamos por alguna parte, se lo comunicásemos. Yo pensé en un momento que podía ser un correo reenviado a través de esa cuenta de trabajo, pero por si acaso busqué en Internet el nombre de la sobrina supuestamente desaparecida, y para mi asombro y preocupación, la historia era cierta. En varios medios nacionales salía la foto de Celia, que así se llama la joven, relatando la historia de una fuga adolescente, vinculada a una relación sentimental que al parecer Celia mantenía con un joven marroquí. La pista de la chica se perdía en la estación de autobuses de Málaga, a donde había llegado con su portátil, una mochila y algo de dinero. La policía ya había detenido al supuesto novio que, en efecto, dijo que había estado con Celia, le había comprado el portátil y que le había dejado en la estación de autobuses rumbo de vuelta a Madrid, y que en aquel momento no sabía porqué no había vuelto a su casa. Leyendo toda la historia uno empezaba a pensar mal, y es que lamentablemente, y con una periodicidad asombrosa, oímos historias similares de adolescentes que acaban mal, muy mal, con la policía y los familiares acurrucados junto a un cuerpo envuelto en sábanas, y un querido y amoroso novio que suele acabar detenido y esposado a los pocos días. Como en otros caso la situación se queda en una mera chiquillada uno no sabe a que carta quedarse, y aunque teme la primera alternativa, reza para que sea al segunda. Así, a lo largo del día los compañeros de trabajo comentábamos esta historia, y otras similares que han sucedido, afortunadamente en nuestro caso nunca en nuestro entorno personal, y nos debatíamos entre el pesimismo de la experiencia trágica y la esperanza de un final feliz. Al mediodía no había más noticias sobre el asunto, pero fue por la tarde cuando un aviso urgente notificó en las webs de los periódicos que Celia había aparecido sana y salva. Fue encontrada en los alrededores de Plaza de Castilla, cerca de donde yo trabajo, y la policía se la había llevado a comisaría para interrogarla por lo sucedido y había avisado a los angustiados padres que, finalmente, volvieron a reencontrarse con su hija. En este caso la historia de la huída ha tenido final feliz, y yo y los demás compañeros expresamos un suspiro de alivio al ver disipados todos los temores. Enorme susto, sí, pero afortunadamente sólo eso, un susto.
Luego pensé por la noche, mientras veía el resumen del desastre que ayer acaeció en el mercado financiero, en cómo debieron pasar este episodio los padres de Celia. Si nosotros, a los que la historia nos cogía muy de lado, estábamos preocupados, cómo debe haber sido el grado de angustia que han vivido esos padres durante los días en los que su hija ha estado desaparecida. Qué pesadillas habrán pasado por su cabeza, que noticias lúgubres les habrán rondado por la mente…. Qué alegría les debió suponer el saber que Celia estaba viva, sana y a salvo!!! Dado que el susto es inevitable, ojala que todas estas historias acabasen así, con un reencuentro.
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