¿Ha pasado usted un bien fin de semana? Así lo espero, descansado y lleno de momentos de relax. El mío también ha sido tranquilo, con más turismo del que esperaba por una visita de última hora de un amigo. Quienes no se lo han pasado muy bien han sido los responsables de economía de los países de los varios Gs, (G7, G8, G20) y los miembros del consejo de gobierno del BCE, que han estado los dos últimos días llamándose y haciendo videoconferencias tipo “party line” para ver como se enfrentan al miedo que corre en los mercados.
Y es que si la semana pasada fue nerviosa y dura, tuvo como colofón el anuncio por parte de la agenda de calificación Standar & Poors de rebajar la nota de la deuda americana, haciéndola caer del sacrosanto podium de la AAA a la segunda posición, que esta agencia expresa como AAa. Era una noticia que más o menos se esperaba, pero pese a ello su anuncio ha generado todo tipo de controversias e interpretaciones, sobre todo por el efecto que esta rebaja tiene de cara a los deudores que poseen títulos de deuda norteamericano, que hasta el viernes era sinónimo de solvencia absoluta, y ahora sigue siendo solvente, pero no absolutamente. Se anticipaba ya el sábado que los mercados hoy lunes estarían muy nerviosos por esa noticia y que podrían reaccionar con nuevas caídas, y de ahí las reuniones de ayer Domingo y del sábado para tratar de actuar de manera coordinada y dar la imagen de que la comunidad internacional respalda el sistema, y que las caídas son fruto de especuladores sin fundamento. Bien, pero ¿y de la solución al problema real, qué? Podemos como hacen hoy algunos periódicos atizarles nuevamente a las agencias de calificación, podemos quemar sus sedes y romper su logos, abroncarlas en público y acusarlas de todos los males conocidos, pero eso no solucionará el problema de fondo, que es que las economías occidentales están, en su parte pública y privada, muy endeudadas, y no crecen y si no crecen no pueden devolver la deuda. Así de simple y cruel. Y no es necesario que ni las agencias de calificación ni el Vaticano ni nadie lo anuncie en público. Es así, y de ahí vienen todos los nervios e incertidumbres en el área Euro de estos últimos meses. Sabiendo como todo el mundo sabe que, por empezar, Grecia es insolvente, ¿de qué han servido todos los planes y rescates de este último año? De nada. Han ganado tiempo, han comprado tiempo que se pensaba era suficiente para que Grecia empezase a crecer, que es la única manera de que un deudor pueda devolver lo debido. Sin embargo ni Grecia crece ni el resto de países de la zona euro lo hace con demasiadas alegrías. Si miramos a nuestra España, el ritmo de avance de la economía es agónico, con un 0,2% de crecimiento en el segundo trimestre del año. Tiene su mérito crecer con la que está cayendo, todo sea dicho, pero es un valor insuficiente como para que el acreedor se fíe y rebaje su presión. Añadamos a ello, pese a que no se habla, la inmensa e impagable deuda privada que en España y otros países están en manos de promotoras, constructoras y bancos y tendremos un panorama desolador. El mismo, por cierto, que teníamos hace unos dos o tres años. Nuevamente hemos avanzado en el tiempo tratando de enviar el problema al futuro, para ver si allí algo o alguien nos lo solucionan, pero no es posible. De ahí tanto nerviosismo y movimientos bruscos. El porqué se producen en un plácido agosto y no en julio o septiembre, la verdad es que no tengo ni idea.
La idea repetida en todas las columnas de opinión este fin de semana de que el BCE deje de ser un remolón y compre deuda de Italia y España es un paliativo para esta situación, y seguro que a partir de hoy lo hace, pero como ha demostrado Grecia, no es una acción eficaz a medio y largo plazo. Como en esa escena de Pulp Fiction, será como el tiro de adrenalina que inyectan a Uma Thurman para salvarla de la sobredosis de cocaína, pero la adicción sigue, la dependencia también, y si Uma no deja las drogas y nosotros no pagamos la deuda, todo lo que hagamos no será nada más que ficción, y de la mala.
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