Me voy una semana de vacaciones y todo se lía de una manera inimaginable, y más para tratarse de la última semana del mes de Julio. Un noruego decide acabar con el mundo y empieza por la juventud de su país, y asesina a decenas en un paraje idílico, Amy Winehouse aparece muerta, tal y como muchos esperaban y alguno, ansioso de hacer negocio, deseaba, los Estados Unidos juegan al póker con su deuda y el mundo espera en vilo a un acuerdo que, afortunadamente, ha llegado, y en Siria matan sin control a la gente, sin que a nadie le importe.
Todo esto, y muchas cosas más, como el anuncio del adelanto electoral por parte de un agotado ZP o el accidente del AVE chino que esconde bajo sus víctimas la debilidad del gigante asiático en apenas una semana. ¿Qué pasa este año 2011? Desde que empezamos llevamos viviendo una serie de acontecimientos que se suceden a cada cual más grave e importante, y todos ellos con el telón de fondo de una crisis económica que no deja de agravarse y, desde la perspectiva europea, el continuo riesgo de naufragio de nuestro proyecto en común. Las revueltas árabes, el terremoto en Japón, la debacle griega… cualquiera de estas noticias es de suficiente magnitud como para marcar un año, para condicionar del debate y análisis de lo que ha dado de sí el ejercicio. Pero no, se agolpan una tras de otra sin dejar tiempo a asimilarlas y, mucho menos, comprenderlas. Para los periodistas, que viven de las noticias, este sería su año soñado si no fuera porque muchos de ellos están en paro y los que trabajan lo hacen cada vez en peores condiciones, pero desde luego no falta material para llenar portadas y elaborar columnas. Es más, a veces sobra. A los que como yo nos apasiona la actualidad, este 2011 nos parece un regalo del cielo, pese a que la mayor parte de noticias tengan un contenido de tragedia más o menso evidente. Es una pena que en este contexto informativo CNN+ ya no exista, porque sin duda su audiencia se hubiera visto fortalecida a la luz de lo que sucede, como supongo que le está pasando al canal 24 horas, del que soy un ferviente seguidor y que últimamente incluso ya no es tan raro decirlo en alto, porque dado como está el patio cada vez son más los que, aunque sea de pasada, deciden picotear un poco en su señal para saber lo que está pasando. De todas maneras, en medio de esta avalancha, es evidente que falta análisis y reflexión. En algunos casos es comprensible por la mera velocidad a la que se suceden los acontecimientos, pero en otros debiera verse como una falta seria, un auténtico problema. Canales como el 24 horas debieran aumentar la cuota de entrevistas y debates entre expertos, no sólo tertulianos profesionales, para tratar de explicar a la audiencia no sólo qué pasa, sino porqué. La prensa escrita, aún con más razón, tendría que sumarse a este esfuerzo de explicación, de divulgación de la realidad en la que vivimos, no sólo del relato. Además, dada la competencia de soportes móviles y de Internet, no es el seguimiento al minuto de la información el futuro de la prensa en papel (otra cosa es la edición digital). Se que en la actual coyuntura que atraviesan los medios de comunicación, asaetados por las deudas y en muchos casos al borde del cierre, pedir esto es algo quizás utópico, pero aunque hoy empiece agosto, el mes holgazán por excelencia, creo que sería bueno reflexionar sobre ello. La necesidad me parece evidente.
No se donde leí que hay momentos en la historia en la que esta se acelera y, tras años o décadas de inmovilismo, se producen una sucesión de cambios bruscos y a veces inesperados. Como en los terremotos, donde durante mucho tiempo y en silencio se acumulan fuerzas y se sueltan de manera muy violenta en un instante, la historia también avanza muchas veces a saltos. Este 2011 es un salto inmenso, violento, brusco y descontrolado, y desde luego sin que sepamos en lo más mínimo hacia dónde se dirige. Apasionante, aunque intimida lo suyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario