Una de las sorpresas de agosto ha sido la aceleración de la guerra en Libia. Durante los últimos meses habíamos asistido a unas tablas entre los gadafistas y los rebeldes que hacían que la guerra cada vez fuera relegada a un espacio más secundario en los periódicos y telediarios. Como en un tebeo, un día unos avanzaban un poco, al siguiente retrocedían, y así durante semanas. Y de repente, en medio del agosto maldito, el régimen de Gadaffi se derrumba y los rebeldes conquistan Trípoli, provocando un baño de sangre, imágenes de saqueo y la inevitable sensación de haberlo ya visto todo anteriormente.
Sí, el asalto a palacios, mansiones lujosas y ostentación rasgada del dictador por parte de sus enemigos es algo visto en incontables ocasiones, pero que no deja de tener su aquel. Personas que hasta hace poco eran unos míseros, y lo siguen siendo, deambulan perdidos en medio de los salones que hasta hacía horas eran el hogar del sujeto que decidía sobre sus vidas desde antes de que nacieran. Las caras de incredulidad de los asaltantes no logran esconder el miedo que poseen a pasearse por la guarida del dictador, con el temor de que, como si se tratase de un fantasma, se les apareciera de repente y diera al traste con su sueño de libertad recién conquistada. Si algo me ha llamado la atención frente a otros asaltos similares es que Gadaffi se lo montaba bastante mal. Hemos visto su palacio ruinoso, resto del ataque norteamericano de los ochenta, que decidió no reconstruir, y su puño dorado que sostiene a un avión, como símbolo de su lucha contra los americanos, pero comparado con la fastuosidad con la que vivía Sadam y su familia lo de Gadaffi es, seamos sinceros, cutre. Parece que el personaje se lo gastaba todo en vicios y armamento, quizás a la espera de una guerra que finalmente ha llegado y le ha superado. O lo destinaba a planificar su huída, cosa que de momento ha logrado, dado que nadie sabe donde está ni él ni sus dos hijos principales, a los que podemos denominar como el “capullo” y el “guerrillero”. La que ha aparecido es la mujer y tres de sus hijos, que han huido a Argelia, país fronterizo que no reconoce a los rebeldes y que ve con malos ojos todo lo que está pasando, ahora que el enemigo ya está en su frontera. Argelia vivía muy cómoda con el dictador Gadaffi y ahora se encuentra metida en un problema, pero eso es otra historia. Dicen que el coronel ha podido huir a través de la red de túneles que, construidos para traer el agua desde los acuíferos del interior del país a las ciudades de la costa, recorren gran parte de Libia de sur a norte. Sin embargo, tarde o temprano aparecerá, como sucede en estos casos. Sadam tardó mucho tiempo, pero al final fue encontrado en un sucio agujero, gracias sobre todo a la traición y abandono de los suyos, que lo fueron de mientras el poder y el dinero los aglutinó, como siempre sucede. A lo largo de estos más de cuarenta años, que se dice rápido, Gadaffi se ha creado numerosos enemigos, dentro y fuera de Libia, y no creo que se derramen muchas lágrimas si es detenido, encarcelado y juzgado, o si aparece en una cuneta en mal estado. En el fondo Gadaffi ha jugado con todo el mundo, usando el dinero del petróleo libio para comprar voluntades, las primeras las occidentales, y eso le ha permitido reinar como un tirano infame sobre su pueblo durante generaciones, haciéndose pasar por socialista (qué risa) para darse un toque de legitimidad internacional. De ahí que suscite la solidaridad de otros dictadores que también se hacen pasar por socialistas, como el venezolano Chávez, y lo cierto es que algo si tienen en común. Ambos han arruinado a su nación, explotado a sus ciudadanos y los han oprimido hasta donde han podido. Han socializado el terror, curiosa y triste versión del socialismo….
Así, la guerra de Libia se encamina poco a poco hacia su final, y tras ella, lo desconocido. Nadie sabe que hay tras los rebeldes, que facciones mandan en un estado artificial unido hasta ahora sólo por el puño dorado y represor de Gadaffi. Por no saber no sabemos ni cuantos muertos ha supuesto la guerra, pero es probable que sean muchos, demasiados. Esto días se han visto imágenes de enorme atrocidad, con cadáveres mutilados, restos calcinados, disparados, y muertos por todas partes en medio de un paisaje destruido. Trípoli dista de Madrid 1.700 kilómetros, menos que Berlín. El corazón del horror al lado nuestro, y nos parece un lugar remoto y lejano…….
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