Se dice que Ecce Homo (aquí el hombre) fueron las palabras con las que Poncio Pilato presentó ante la muchedumbre a un Jesús torturado, coronado por espinas, flagelado en llagas y con aspecto lastimero, con el objeto de que la plebe allí congregada decidiera su culpabilidad o no. Esta imagen ha dado lugar a un motivo común en la pintura occidental, los llamados “ecce homo”, en los que se ve el rostro o cuerpo de Jesús en posición penitente, bien hacia el suelo o hacia el cielo, que transmiten una gran angustia. Si quieren un ejemplo, vayan a… Elorrio, sí, y verán un rostro pequeño en un altar lateral pintado por Lucas Jordán que es precioso.
Esto viene a cuento de unas imágenes que han circulado tras la reunión del FMI habida en Washington este fin de semana, y que son un retrato maravillosos, y cruel, de los tiempos que vivimos, y que recuerdan un poco a esa escena en la que el torturado, de aspecto doliente, es abroncado en público y expuesto ante todos. En ellas se ve a la Ministra Elena Salgado siendo abroncada por parte de Christine Lagarde, la actual responsable del FMI, y Elena, siempre desde abajo, aparece con una imagen lastimera de persona dolida, que reza, implora por el mal que ha cometido y pide perdón. Hay varias versiones. En esta se ve a Lagarde aleccionando a Elena, con el típico gesto de maestra que reprende al mal alumno. No se ve su rostro, pero sí se intuye que no está nada contenta. Elena por su parte apenas puede contener la cara de preocupación, con su mirada fija en la de su señora, y con un gesto de entrelazar los dedos de las manos que empieza a prepararse para un rezo. El señor de pelo blanco que está detrás asiste como espectador a toda una reprimenda, a una escena que denota claramente quién manda y quien debe obedecer, y me o imagino pensando “que no se pase Christine por aquí” como nos sucedía cuando en la época de estudiantes el profesor le echaba la bronca a un compañero y, asustados, rezábamos para que no se acercase después por nuestra mesa. La otra imagen, esta, es menos violenta, pero provoca aún mayor pena. En ella se ve a Lagarde de espaldas, con las manos abiertas y separadas, de pie, firme, y bajo ella está Elena, pura contrición, pura enmienda de sus pecados, con las manos unidas como si de una plegaria se tratase. Su rostro transmite miedo, angustia, impotencia, casi un lloro. Si en la primera la relación parecía ser la de profesor alumno, en esta es más claramente la de señor y empleado. Elena suplica, parece querer decir que no puede hacer más, que se ha esforzado todo lo posible pero que no da más de sí, que no es capaz de poner en vereda a España y que, como recitando una letanía, “sea Lagarde misericordiosa con esta humilde servidora”. En ambos momentos uno se imagina a Elena nerviosa, asustada y fuera de lugar. Ha acudido a sabiendas de lo que le esperaba y está llevándose los palos, los últimos palos de su gestión que acabará en un par de meses, delante de todo el mundo. Es probable que pueda consolarse junto con el ministro italiano y los del resto de países que, sin duda, han recibido broncas este fin de semana, pero eso no le quita ni un segundo de la aflicción que ha pasado, del mal rato que se ha llevado, de la angustia que le ha tocado sufrir, de la pena que ha tenido que sentir al ver como su gestión puede que sea juzgada para la posteridad por imágenes como estas, de bronca e impotencia.
Algún día, dentro de algunos años, quizás Elena Salgado publique sus memorias, que podrán ser muy o poco interesantes, no al conozco por lo que poco puedo opinar sobre su persona, pero en ellas debiera dedicar varios capítulos al periodo que va desde Mayo de 2010 a estos momentos. Este año y medio de pesadilla que ella está viviendo sin que se note demasiado en sus comparecencias públicas, pero que me lo imagino lleno de escenas privadas tan duras y dolorosas como las que retratan estas imágenes. Con el tiempo todo se ve de otra manera, pero la imagen de Elena doliente es, en mi opinión, perfecto reflejo de la situación de abatimiento, de angustia y zozobra que vive la economía y sociedad española.
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