Nací en 1972, por lo que tuve la inmensa suerte de vivir mi juventud en la década de los ochenta mientras una serie de magos realizaban unas maravillosas películas. Un tal Spielberg había hecho una de tiburones, y luego unas cuantas de extraterrestres, como Encuentros en la Tercera fase o ET, y te lo pasabas en grande viéndolas. Lucas terminaba su trilogía de la Guerra de las Galaxias, los hermanos Zemeckis componían su Regreso al Futuro desde el Ayuntamiento de Hill Valey, y así un montón de cintas hechas con el objeto de entretener y pasar un buen rato. Y desde luego que lo conseguían. Y como eran magníficas siguen gustando a todo el mundo.
Y llegó un momento en el que se dejaron de hacer esas películas, quizás porque los que soñaban con esa diversión fueron creciendo y los siguientes no demandaban cosas así. Y muchos empezamos a añorar aquella época de cine juvenil, limpio, fresco, emocionante y divertido, sobre todo, en el que las explosiones y la tecnología no lo llenaban todo y dejaban sin sitio a tu imaginación. Hasta hace unos meses, en los que se empezó a hablar de Super8, la nueva película de JJ Abrams, creador de Lost y otras películas que le han encumbrado a la fama y altar de sus muchos seguidores. Producida por Sieplberg, se leía en todas partes que Super8 era una vuelta a ese cine de los ochenta, a unos goonies modernizados, que recuperaba ese espíritu y que, dicho en plata, estaba muy bien. Con más retraso de lo debido, y algo nervioso ante el miedo de que tanta buena crítica acabe en decepción, me metí en el cine esperando, queriendo creer, y salí convertido en profeta. Y es que todo lo que dicen las críticas es verdad, y además me ha gustado mucho. Es una película en la que, frente a otras, se nota que se han gastado mucho dinero, y hay una producción enorme, pero que no se ha empleado en epatar al público, sino en enamorarle, asustarle e introducirle en una trama que le absorbe por completo. La película en sí mismo es un emocionado testimonio de amor al cine, a esos críos que entonces y ahora hacían novillos, quedaban de noche y conspiraban entre ellos para rodar una película, e este caso de zombies. En esa cuadrilla de niños, remedo de los goonies, tenemos al director, un tipo rudo, desagradable y que provoca rechazo, al protagonista sin carácter, al genio cachondo, al introspectivo técnico, a la chica preciosa, todos ilusionados con su proyecto que un inmenso accidente de tren que contemplan en las afueras de su pueblo los transforma, sin desearlo, en protagonistas de una historia mucho más oscura y peligrosa de lo que nunca hubieran soñado. Las interpretaciones de los críos, y de los adultos, son muy creíbles y le aportan un aire de seriedad a la película de la que carecen otras mucho más serias, en teoría, pero que luego se quedan en nada. Como supondrán hay emoción, sustos, intrigas, carreras, golpes de humor, momentos de tragedia y de alegría, pero todos ellos enlazados con una naturalidad y un gusto impecable, que hace que no se pueda uno despegar de su asiento ante lo que contempla, que lo pasa muy mal cuando las cosas se tuercen y muy muy bien cuando parecen resolverse. Sin embargo, frente a algunos de los ejemplos anteriormente comentados, se nota que está hecha en nuestros tiempos, una época mucho más gris, oscura y desilusionada que esos ochenta, o al menos así creo que la percibe Abrams y, junto a él, Spielberg, el productor. Aquí el ejército americano es un enemigo de su propia población, y si en películas como ET los científicos y militares eran personas de poco fiar, aquí directamente conspiran y se revuelven contra la población civil.
Y es que me parece que más que a los Goonies, Super8 es una revisión de ET, desde una óptica mucho más cruel y descreída. Es un ET pasado por el tamiz de un par de décadas de confusión, terror y decepción, y pese a que la acción se sitúa a finales de los setenta, es evidente que el barniz optimista que existía en las películas de los ochenta, basado en una América ilusionada consigo misma y con su futuro, se oscurece notablemente ahora, tras varias guerras malganadas, a diez años de la caída de las torres gemelas, y en medio de una crisis económica sin muchos precedentes. Y pese a lo que se ha dicho, me ha gustado el final. Es puro Spielberg. Y sólo por eso es bueno.
1 comentario:
Gran comentario.
Hemos coincidido en muchas cosas.
http://minorityreport-alderaan.blogspot.com/2011/09/super-8.html
Saludos
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