El asunto de la reforma constitucional para la inclusión de un límite al déficit público se ha convertido en el gran asunto de debate y polémica nacional. Veo al menos tres aspectos fundamentales de la cuestión que están valorándose de manera muy desigual. Uno, el menos importante, que son las formas, en las que se ha actuado mal por parte del PP y del PSOE, y que es de lo que más se está hablando y discutiendo (referéndum sí o no, deprisa y en agosto, que si se cuenta con el apoyo de alguno de los grupos minoritarios, etc). Es importante, sí, pero menos.
Otro es el técnico, sobre si esto es bueno o no, y que efectos tiene si se lleva a cabo. Es el debate más complicado e importante, porque la medida tiene efectos complejos a corto y largo plazo, y sin que se sepa el texto de la Ley Orgánica que la va a desarrollar es difícil saber cuánto alcance acabará teniendo. Yo estoy a favor, aunque hay críticas muy fundamentadas y que abren un debate apasionante, como esta publicada ayer por José Borrell, pero de esto no se comenta demasiado y, de hacerlo, se acude al trazo grueso de la acusación de neoliberalismo y derechona que sitúa el debate en un lugar impropio y a un nivel inaceptable. Pero de lo que menos se habla es del porqué ahora y porqué así. Se despacha diciendo que es urgente y necesario, como ayer mismo reiteró ZP. Y es cierto. Lo malo es que se hace tarde y a la fuerza. Poniendo las cosas en su contexto, no podemos olvidar que el mes de agosto que se acabó ayer ha sido un desastre sin paliativos. A eso del día 10 la bolsa estaba derrumbada y la prima de riesgo española e italiana superaba los 400 puntos, un nivel inasumible para ambos países y el conjunto del euro. No es que España estuviera al borde del abismo, que lo estaba, sino que el precipicio se encontraba muy concurrido. Hubo miedo, en el gobierno, en al oposición, en Bruselas y en todas partes. Se hicieron muchas llamadas, reuniones improvisadas, y además de una publicitada reunión entre Merkel y Sarkozy se consiguió una más oculta decisión del BCE para que comprase deuda española e italiana para bajar el diferencial. Así, para decirlo claro, desde hace dos semanas España funciona con respiración asistida del BCE, porque no somos capaces de vivir de manera autónoma. No, no estamos intervenidos, pero ya nos han monitorizado. Así, no es de esperar que la compra de deuda y el soporte del BCE salgan gratis. Por supuesto que, pese a negarlo, el gobierno de España ha recibido una carta del BCE en el que se le marcan las pautas a seguir para que esta compra de deuda se mantenga, y a buen seguro que esta reforma constitucional estaba en la lista de cosas a hacer. Quizás no así, pero me apuesto lo que quieran a que se exigían medidas “rotundas, claras y públicas2 para readmirar el compromiso de austeridad del Reino de España y la garantía de los pagos futuros. ¿Se les ocurre algo que llene más los titulares que una reforma constitucional en ese sentido? Pues a mi no. Esta medida es eso, una especie de acto de contrición pública, de flagelación en la plaza global que nos observa y financia, ojo a esto último, jurando por lo más sagrado, la constitución, que devolveremos todo lo que debemos, que es mucho, demasiado. Fíjense si la cosa habrá llegado a un punto de gravedad tal que hasta PP y PSOE se han puesto de acuerdo…..
Por esto se han hecho las cosas. Porque dependemos de la financiación exterior para sobrevivir, así de duro, y si se corta nos hundimos, y con nosotros el proyecto de Europa. Y hay que hacer todo lo necesario para que eso no suceda. Aprovechar este momento como hacen algunos para reivindicar derechos históricos (caso del PNV) o hablar de limitaciones del autogobierno (CiU y otras CCAA) es no ya irresponsable, sino suicida. Sin financiación no hay ni auto ni gobierno que valga. Y en el punto en el que estamos sólo nos queda la opción de decidir que tipo sacrificio escogemos. Y de esto habla muy poca gente, y lo que es peor, casi nadie lo explica. Y la alternativa ya saben cual es…..
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