Todos los que me conocen saben que nunca juego a la lotería y otro tipo de sorteos. Bingos, primitivas, la de Navidad, los ciegos… no participo en eso que todo el mundo denomina suerte o ilusión, y yo sigo calificando como impuestos voluntarios. Sin embargo me beneficio de ello cada día, porque con su recaudación se sufragan servicios públicos que sí utilizo. Este año, de manera algo retorcida, iba a romper mi regla, porque ante la anunciada oferta pública de venta de acciones de Loterías del Estado iba a solicitar un paquete de títulos. Inversión garantizada, estable, con buenos dividendos y poco movimiento en el parqué... era un buen sitio para poner los ahorros.
Y digo era porque ayer por la noche se anunció por sorpresa la cancelación de esa salida a bolsa ante las adversas condiciones del mercado. Al parecer los bancos colocadores de la OPV, que ponen la parte del capital que no suscribimos los particulares en manos de fondos de inversión y garantizan que se venda el 100% de lo previsto, anunciaron al gobierno que al precio que la quería vender no había comprador, que era muy caro, que era imposible de colocar y que todo podía acabar mal. Sorpresa, y de las gordas. Cuando llegué ayer a casa, tarde, y pude la tele no pasaron cinco minutos del telediario antes de que Pepa Bueno lo anunciase como urgente, y me dejó completamente descolocado. De hecho los plazos estaban ya aquí, porque la oferta para particulares empezaba mañana, día 30, por lo que se ha suspendido con poco más de 24 horas de antelación. Esto es un varapalo muy gordo para el gobierno pero, sobre todo, para el país. Si Loterías se valora en mucho menos de lo que se piensa por parte de nuestras autoridades es, entre otras cosas, porque el conjunto de la marca España, y sus productos, adolecen de un problema de valoración en el mercado financiero internacional producto de la crisis que estamos atravesando. Eso es la prima de riesgo, que en el caso de la deuda significa que tú tienes que pagar más intereses al señor que te la compra porque no se fía de ti, y que en el caso de la venta de activos, como el de las loterías, debes bajar el precio porque el inversor piensa que le quieres colocar duros a cuatro pesetas (uyuyuy, pesetas….) Son dos vertientes de un mismo negocio, muy malo. Supongo que ayer por la noche el Ministerio de Economía se enfrentaba a una disyuntiva muy fea: o sigo adelante con al OPV pero malvendo la lotería, y saco poco más de la mitad de lo que esperaba o me echo para atrás y renuncio ante lo que me ofrecen. Ante este dilema el gobierno, creo que correctamente, escogió la segunda opción, y una vez hecho lo anunció con supongo bastante dolor de corazón. En ambos casos se renuncia a unos ingresos MUY necesarios, que se daban en parte por descontados, y se vuelve a ofrecer nuevamente la imagen de poca solvencia de las finanzas nacionales. Supongo que ayer debió ser una jornada muy amarga en Alcalá, la sede del Ministerio, ante el fracaso que supone la retirada de la oferta. Queda otra gran privatización en ciernes, al de AENA, con un montón de aeropuertos deficitarios y dos joyas llamadas Barajas y el Prat, que sí son rentables. Sin embargo el mar de fondo de la crisis es el mismo en este caso y, visto el precedente, no sería de extrañar que esta OPV tampoco despegase, por hacer una gracia con el sector en cuestión.
Así, ¿qué futuro le queda a la privatización de loterías? Ninguno, sinceramente. El gobierno se ha quedado sin plazo para volver a organizarla antes de las elecciones, y como dijo ayer por la noche Elena Salgado en Onda Cero, en ningún caso lo haría estando en funciones tras los comicios. Es una decisión que debe adoptar el nuevo gobierno. El PP ha dicho reiteradamente que estaba en contra de esa privatización, por lo que si gana las elecciones y no cambia de opinión no volverá a retomar el asunto, aunque donde dije digo…. En fin, otra mala noticia en el mundo económico, una más.
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