viernes, septiembre 23, 2011

La televisión pública

La cultura democrática de este país sigue siendo muy escasa, lo cual por otra parte es lógico. Llevamos poco más de tres décadas de libertades tras siglos y siglos de dictaduras y absolutismos. Ese ramalazo censor y doctrinario del poder, de quien alcanza el poder, aparece con demasiada frecuencia. A veces es discreto, sibilino e inteligente, y no se nota. Otras es burdo, zafio, y organiza una escandalera. Lo sucedido ayer en TVE pertenece a este segundo tipo de chanchullos. Gracias a ello ha podido ser detenido, pero no deja de reflejar que, en el fondo, existe un gran problema con el mal uso que del poder hacen los partidos en España.

Y es que la revuelta de los profesionales de TVE ha impedido que una medida que podría ser usada como censura se ponga en marcha. En este caso el primer culpable ha sido el PP, quién a través de sus consejeros en el ente propuso este asunto. Votó a favor de esta medida el representante de CiU y se abstuvieron, dando un sí tácito, los representantes del PSOE y CCOO. Parece que hoy el consejo va a echar marcha atrás y derogará la medida, aunque dudo que sus miembros tengan el valor requerido para dimitir, que es lo que debieran hacer. En todo caso la norma se ha frenado a tiempo, pero gracias como antes señalaba a la revuelta de los profesionales de la casa y, muy importante, a la visibilidad de la propia TVE. Y es que el intento de control por parte de los partidos de los medios de comunicación públicos viene de muy antiguo. En España hemos alcanzado un refinamiento tan grande que casi ni nos extraña que en el coto particular que son las CCAA las televisiones públicas funcionen como instrumentos de partido, vulgares correas de transmisión de sus mensajes, doctrinas y eslóganes. En Madrid la tele autonómica, Telemadrid, es conocida, y de manera muy justa, como TeleEspe, en el País Vasco la ETB era un batzoki con cámaras mientras reinaba el PNV en Makua, en Andalucía ocurre lo mismo con el PSOE y Canal Sur, y en Valencia, regida por el PP, se llegó a la perfección,
tras el nombramiento como portavoz del gobierno de la anterior directora del Canal 9, la tele autonómica, por lo que la señora Johnson pudo cambiar de despacho y ubicación pero siguió haciendo exactamente lo mismo. ¿Es periodismo todo esto que sucede en el ámbito autonómico? No, desde luego que no. Es propaganda, manipulación y servilismo de unos profesionales, acuciados por la debacle de empleo que asola a su sector, y que están obligados o a plegarse al dictamen de lo que manda el gobierno de turno o a hacer las maletas rumbo a la cola del INEM. Como en la calle hace mucho frío, el eco que produce a nivel nacional estos asuntos es escaso y, lo peor, asumimos como algo normal que el que llegue al poder manipule lo que pueda, estos comportamientos infames por parte de los políticos corren el riesgo de perpetuarse. Y no generan graves consecuencias si uno, cuando ve unos informativos autonómicos, sabe que está asistiendo a una rueda de prensa gubernamental, no a un telediario, y se cree de lo que ve la mitad, o menos. Pero claro, ese no es el comportamiento habitual del teleespectador, y los partidos lo saben. “Lo han dicho en al tele” es sinónimo de verdad revelada, y por eso tratan de controlarla. Y la más poderosa, la que a todas partes llega, la TVE del alma, esa es la más golosa y deseada, la que todos ansían por controlar, la que en cada cambio de gobierno sufre el metesaca de los que llegan sobre los que se van. Si para las televisiones autonómicas la solución es sencilla, el cierre, para TVE la cosa es más compleja, porque es necesario un medio público que haga cosas distintas a lo que muestran las privadas. ¿Cómo hacer que sea más neutral, o al menos defenderlo de la manipulación?

Visto lo visto es difícil, pero el ejemplo de ayer muestra que, si por algo se empieza, es por la rebelión de los profesionales de la comunicación. En este país los periodistas se han dejado comer mucho terreno, y no sólo en lo que hace al importe de las nóminas. Ruedas de prensa sin preguntas, vídeos electorales editados por los partidos, tiempos de información tasados, y muchos otros temas, que muestran cómo el poder político trata, y consigue, dominar a unos medios que deben ser libres. Ayer la libertad de expresión ganó una batalla, pero en esta guerra lleva mucho tiempo perdido, y le queda un enorme espacio por recuperar.

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