Los políticos siguen en campaña preelectoral pese a no darse cuenta de que la economía se derrumba y que, gane quién gane, no va a poder gobernar nada, sino sólo dar la cara para hacer un balance del desastre. Pese a ello ahí siguen, pegándose por tonterías de poco fuste. La última es la de la reinstauración del impuesto de patrimonio, idea que lleva tiempo dando vueltas por los medios y que, por orden de Rubalcaba, ninguneando nuevamente a Elena Salgado, será aprobada en el Consejo de Ministros de este Viernes, el último de la legislatura.
No soy un experto hacendista, pero al menos uno espera que debates de este tipo tengan un tono más serio y profesional. Convertir a este impuesto como el “impuesto de los ricos” para dar dinero a los que sufren la crisis no deja de ser demagogia de la barata, y es que no se porqué nadie se atreve a decirlo, los ricos, los de verdad, nunca pagarán ni este impuesto ni los otros que haya, porque son ricos y porque son los que mandan. Se discute cual será el nivel de patrimonio a partir del que se exigirá el impuesto, y la verdad es que me da la risa. ¿Quién es hombre más rico de España? Amancio Ortega, fundador y dueño del imperio Inditex, que según la revista Forbes es la fortuna quince del mundo, con un patrimonio estimado en 31.000 millones de dólares. Mi pregunta es, ¿cuánto va a pagar Amancio ortega de impuesto de patrimonio? Tanto como ustedes, con sonrisa socarrona si leen estas líneas, están pensando, cero. Lo mismo podemos decir de Botín, Alierta, u otros personajes públicos o no tanto de este país, que son los más ricos entre los ricos. Tal como está diseñado actualmente, el impuesto de patrimonio grava rentas y posesiones que se encuentran administradas con criterios del siglo XVIII, siendo generosos, y sólo los viejetes que poseen varios pisos y terrenos serán efectivamente gravados por él. De hecho se estiman en algo más de 1.000 millones de euros la recaudación que puede obtenerse por esta figura. ¿Eso es mucho o es poco? Algo es algo, cierto, pero dado que nos gastamos unos 2.700 millones de euros al mes en prestaciones por desempleo la cifra queda muy relativizada. Además aprobar ahora la vuelta del impuesto implica el inicio de un proceso embarazoso, porque no será hasta Junio del año que viene, dentro de nueve meses, cuando se produzca la liquidación y recaudación del impuesto, por lo que las arcas públicas no verán un euro hasta ese momento. Gran efecto fiscal, proclamo. Además, como es un impuesto transferido a las autonomías cada una de ellas hará lo que quiera, y a buen seguro que en unas se cobra, en otras no y en otras ni queda claro. Un circo. Nuevamente gobierno y posición demuestran no saber a qué están jugando, y se pelean por un asunto que es una anécdota con toques de cutre señuelo electoral. Realmente, y esto hay gente que afortunadamente ya empieza a decirlo, en las sociedades occidentales, y en España aún más, los únicos que pagan impuestos directos son los asalariados, como este humilde escribiente, que poseen una nómina (bendita, sigue aquí y no te vayas!!!!) y está controlada por hacienda como Fernando Alonso domina a su Ferrari. El que tiene ingresos que no son nóminas trata de escaparse del IRPF y no lo duden, lo consigue. Por eso cuando los gobiernos necesitan recaudar suben el tramo alto del IRPF como medida cosmética, porque no ingresa casi nada, y en paralelo suben el IVA y los impuestos especiales de alcohol, tabaco y gasolina, que los paga todo el mundo, y pese a ser regresivos, son muy eficaces e instantáneos. Los beneficios empresariales, el patrimonio auténtico y, sobre todo, las grandes posesiones de capital, no pagan muchos impuestos, casi nada. No se tributan en IRPF ni mucho menos en esta renacida figura. Se escapan, y bien que lo saben los gobiernos, y poco pueden (yen muchos casos desean) hacer al respecto.
En España, y en el resto de países, ha llegado la hora de hacer una auténtica reforma fiscal, de tal manera que el asalariado no esté tan presionado por el fisco y el rendimiento del capital genere más renta al estado, tratando así de equilibrar la situación actual. Pero no se engañen, este es un asunto muy complicado, que exige pensar como diseñar una tributación más equitativa y que de paso fomente la inversión productiva y no penalice a las empresas ni al trabajo (cotizaciones sociales, bonus fiscales, etc). Debates de este tipo que arrancan con expresiones como “ricos y pobres” son simplemente, demagogias que no merecen ninguna atención.
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