A lo largo de toda esta semana se celebra en toda Europa la semana de la movilidad, una campaña para recordarnos lo importante que es prescindir del coche y optar por un transporte público sostenible y un uso de medios de locomoción alternativos, como bicicletas. Seguro que están agotados de la campaña publicitaria que rodea a este evento (nótese el tono irónico) y cuando hoy han cogido su coche se han sentido mal por no seguir los consejos que durante días y días se han trasmitido por los medios de comunicación, verdad????
Pues si han cogido el coche mal hecho, porque hoy es día sin coches, uno de los días más divertidos del año. Se supone que hoy es cuando la gente debe dejar sus coches en casa y esforzarse en acudir al trabajo (o a donde sea) de maneras distintas a la habitual. Y como en años anteriores el día sin coches se celebra… con muchos coches. Ahora mismo (7:57) miro por la ventana de la oficina y veo la Castellana con su volumen de tráfico habitual, mucho a estas horas, y creo que desde hace algunos años se ha dejado de medir el efecto de este día sin coches porque las últimas veces en las que se hizo ese ejercicio el resultado era lamentable. Y es que en la mayor parte de los casos prescindir del coche no es una opción, sino un imposible. Yo soy de los afortunados que no poseen coche y puedo venir a trabajar desde mi casa en metro. Además mi trabajo es muy sedentario, prácticamente no requiere viaje alguno y por tanto es una cuestión de ir y volver en el día en un trayecto ya muy estandarizado. Los que usamos el transporte público y nos ofrece la posibilidad de llegar a nuestros destinos somos unos privilegiados, pero no nos engañemos. En una gran ciudad, con cientos de empresas y polígonos sitos en las afueras, cada vez más lejanas, o en un pueblo en el que muchos de sus habitantes trabajen fuera, el coche es una herramienta de trabajo imprescindible. Un día al año uno puede hacer el esfuerzo y cogerse la bici camino al trabajo, si no llueve y es más o menos cuesta abajo, pero no nos engañemos. Si trabajas de traje coger la bici en España te asegura bronca al llegar a la oficina, oficina que por supuesto, salvo honrosas excepciones, no estará preparada para dejar la bici en ella, ni en el portal del edificio ni en ninguna otra parte. Y no hablemos de duchas y taquillas si necesitas pegarte un remojón después de haber hecho más esfuerzo del debido. Además, en ciudades como Madrid, lanzarse en bicicleta a la calle es un deporte de riesgo, meritorio de cara a la supervivencia, que te asegura emociones fuertes e intensas, y te hace desear no volver a coger la bici en la vida. Así, el uso de estas alternativas no deja de ser anecdótico no tanto por la inexistencia de carriles bici urbanos, que vienen bien, sino porque falta todo lo demás. Ni nuestros hábitos de trabajo, desplazamiento y desarrollo del mismo están preparados para prescindir del coche. Y en este caso estoy hablando de distancias controladas. Un señor que viva a veinte kilómetros del polígono en el que se encuentra su trabajo se enfrenta todos los días a una etapa impracticable en muchos casos. Y como verán ustedes las ciudades crecen, y crecen, y no dejan de crecer…..
En fin, que esto de la movilidad sostenible es un bonito ejercicio de marketing pero poco más, y es una pena. Sólo en aquellos países donde existe una amplia tradición de bici urbana, especialmente en el norte de Europa, los pedales son una alternativa real, pero no olvidemos que a la tradición le acompaña la planicie del territorio (por el contrario, el clima no ayuda). En fin, que los privilegiados que podemos seguir sin coche afortunados seremos, pero muchos otros, esclavizados todas las mañanas al atasco eterno, fuente de todos los males imaginables, aún no tienen cerca el final de su condena.
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